Los Valles Calchaquíes tienen una energía única que se siente en su geografía, su gente y en sus vinos. Los viticultores salteños aprovechan la particularidad del terroir para crear etiquetas irrepetibles, de esas que emocionan.
Algunas regiones dentro de los Valles tienen nombre instaladísimo hace añares. Cafayate, Yacochuya, Cachi, por ejemplo. Y con razón. De sus tierras salen vinos de calidad con una personalidad inconfundible. De hecho, los Valles Calchaquíes ocupan un porcentaje muy pequeño de la producción vitivinícola argentina. Sin embargo, esa fracción está dedicada, casi exclusivamente, a producir vino de calidad.
Pero también aparecen algunas zonas nuevas, producto de la curiosidad de ingenieros agrónomos y enólogos, que agarran sus camionetas y toman caminos inexistentes, aventurándose entre montañas. La viticultura en estos descubrimientos suele ser extrema, por sus condiciones climáticas pero, por sobre todo, por la inaccesibilidad.
Para los enófilos, aventureros o curiosos, aquí mostramos tres viñedos fuera de serie en Salta.
Pucará
Llegar a Pucará no es para cualquiera. El trayecto es largo, la señal es nula. Horas y horas de escenografía geográfica maravillosa, donde los colores terrosos dominan el paisaje. Y de repente, verde. Viñedos felices, llenos de vida. A 2400 metros de altura y tan aislados del mundo, la viticultura en esta zona es casi una epopeya.
¿Qué vinos probar?
- El Pucareño, de Bodega Valle Arriba. Yeyé Dávalos hace magia en su afán por descubrir nuevas caras calchaquíes. Malbec elegantísimo y potente, con una explosión de hierbas y especias frescas. Ideal para quienes busquen algo más que fruta.
- Almacén de La Quebrada, un proyecto de Alejandro Sejanovich y Diana Bellincioni, busca mostrar la identidad de viñedos particulares de Salta. Otro malbec expresivo y salvaje para tener en el repertorio.
Tacuil
Tacuil es una de las bodegas más importantes de Argentina. Categorizar a sus viñedos como nuevos sería estúpido, pero aún con tanta historia encima, siguen siendo novedosos. El viaje vuelve a ser una travesía poco apta para los ansiosos. Entregarse a un camino desierto, custodiado exclusivamente por cardones de tamaño impresionante, y disfrutar. Como dice la canción de Soda Stereo: “tarda en llegar y al final hay recompensa”.

La palabra oasis se usa muy a la ligera para describir casi cualquier cosa, pero en este caso aplica a la perfección. Viñedos enmarcados por montañas que quedan ahí, a un par de pasos. Árboles, arbustos y hierbas que rompen con el paisaje desértico. Y, de noche, el cielo más estrellado que estas latitudes pueden ofrecer.
¿Qué vinos probar?
- La visión de Raúl Dávalos, prócer de la viticultura calchaquí (y argentina, ¿por qué no?), continúa firme a través del trabajo de sus hijos Yeyé y Álvaro. Todos los vinos de Tacuil valen la pena, del primero al último, pero el RD Sauvignon Blanc probablemente sea una de sus etiquetas más icónicas. Acidez fantástica y las notas verdes que el norte imprime en el varietal, bien presentes. Para comprar de a cajas y beberlo de la misma manera.
Finca Alto Los Cuises
Un viñedo encontrado casi de casualidad. La familia Romero, propietaria de la bodega El Porvenir de Cafayate, encontró un hilo de agua en su finca Río Seco. El recurso, en los valles, escasea y vale oro. Sin tiempo que perder, montaron caballos y emprendieron para las sierras, a buscar el nacimiento del cauce. El descubrimiento fue más sorprendente de lo esperado: flora de lo más variada, plantaciones ancestrales, indicios de asentamientos originarios.
Hoy los viñedos de la familia conviven entre hierbas, higueras rebosantes y palmeras (¡sí!) que forman un paisaje único en la región.
¿Qué vinos probar?
- Finca Alto Los Cuises Chardonnay, sin dudas. El terroir del que nace es mágico y Paco Puga, enólogo de la casa, traslada esa mística a la botella sin alteraciones. Un Chardo de elegancia suprema, lleno de sutilezas para ir descubriendo en la copa.
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