
Comer en Mendoza (Argentina) es una experiencia que se disfruta en las mejores bodegas de Luján de Cuyo, Agrelo y Valle de Uco, donde se ofrecen menúes increíbles maridados con sus etiquetas y vistas a los viñedos verdes que se pierden en el horizonte, allá donde aparecen los Andes.
Pero, cuando el alojamiento elegido está en la Ciudad, la situación se complica. Subirse al coche no siempre es viable y las opciones nocturnas por las zonas vitícolas suelen escasear. Es entonces cuando los restaurantes citadinos cobran importancia, convirtiéndose en spots imperdibles para turistas y locales con sed de salir.
Sin salir de la ciudad: restaurantes en Mendoza
Azafrán, fine dining lejos de la vid

Sebastián Weigandt es uno de los cocineros más reconocidos de Mendoza, y con mucha razón. Estuvo a cargo de algunas de las cocinas más excitantes de la provincia, como Achaval Ferrer, Melipal y Renacer. En Azafrán plasma todos los saberes que recolectó por el mundo, en combinación con una fuertísima identidad local.
Hasta hace no tanto, creíamos que para disfrutar del fine dining mendocino debíamos viajar hasta los viñedos. Weigandt revolucionó la cocina de la ciudad, trasladando la alta cocina al ámbito urbano.
La experiencia está a la altura de las más famosas de Buenos Aires, con el extra mágico que otorga la provincia: el equipo se inspira en platos regionales de antaño y los reversiona utilizando técnicas modernas y un ojo casi clínico para perfilar sabores.
El clásico tomaticán, macarón con charqui y el cordero curado son ejemplos perfectos de cómo armar un menú actual sin perder el espíritu de la zona. El restaurante no se sitúa en ninguna bodega y eso concede libertad absoluta a los sommeliers, que eligen etiquetas sin restricciones para generar maridajes diversos y originales que acompañan a cada tiempo de la velada.
Pero la cocina de Azafrán cruza las fronteras de Mendoza e incluye productos de distintas regiones argentinas, joyas que Sebastián descubrió en sus viajes por el país. El cocinero sigue el mismo camino que los grandes nombres de la industria: hablar de una Argentina federal, llena de riqueza gastronómica, a través de sus creaciones comestibles.
La Central, meca del vermouth

Los viajes por la provincia del vino son tan bellos como cansadores y, tras días arduos de recorrida ininterrumpida, a veces toca sentarse y comer unas tapas, sin dar mucha vuelta más.
Central es el lugar ideal para una cena descontracturada, con sus mesas en la vereda para los días más cálidos y un salón acogedor que refugia a comensales cuando el frío conquista la ciudad.
El vaso de vermouth es un clásico de la cantina argentina y un aliado fundamental para romper con la monotonía vínica a la que Mendoza nos tiene acostumbrados. Las opciones son variadas: hay etiquetas de distintos puntos del país y algunas otras importadas, de gran prestigio; de estilo francés, italiano, o de nuevo mundo, donde el carácter del vino no es opacado por los botánicos.
De la barra salen también cócteles clásicos y alguna creación de la casa. La cocina acompaña el concepto general, con platos, platitos y conservas que viajan directamente al centro de la mesa, para compartir, al estilo rioplatense. El sifón de soda no falta jamás, por supuesto.
Centauro, elige tu propia aventura
Hay restaurantes a la carta y otros con menú de pasos. Pero se conocen pocos que ofrecen ambas modalidades. En Centauro la elección queda en manos del comensal. En ambos casos la cocina busca conceptualizar Mendoza a través de sus platos, inspirándose en productos del norte, centro y sur de la provincia.
Las opciones son creativas y no hay platos tradicionales, pero los sabores proponen un viaje regional inconfundible. Vegetarianos y celíacos son contemplados en la carta, con más de una propuesta en cada caso.
La selección de vinos recorre Mendoza a través de sus identificaciones geográficas, varietales y diversos estilos, mostrando a pleno su potencial vitivinícola.
Cocina Gardenia, escapar de lo obvio

Cordero, chivo y conejo. Cuando pensamos en qué comer en Mendoza, nuestra mente suele ir a las carnes. Ginella Mazzocca, cocinera y propietaria de Cocina Gardenia, propone salirse un rato del libreto y entregarse a todos los vegetales que la región tiene para ofrecer.
No es un restaurante completamente vegetariano, algunos productos animales aparecen en ciertos platos, pero su cocina se inspira en el reino de las plantas y hace hincapié en la estacionalidad, creando platos frescos, livianos y llenos de sabor.
Hay raciones pequeñas y platos más contundentes, mucha opción vegetariana y algún plato vegano también. Todo se acompaña con vinos, claro, pero también tienen opciones para los fanáticos de la cerveza.