Como un local (adoptivo): Madrid por Dulce Mattos
Foto de Florian Wehde en Unsplash

Dulce Mattos es una escritora que se dedica a la comunicación. Nacida y criada en Buenos Aires, emigró a España en plena pandemia para perseguir un sueño. Actualmente se encuentra trabajando en su primer libro, que apunta al público infantil.

Quizás por su familiaridad con mi original hispanoamérica, o por ese aire que conjuga bohemia con primer mundo, la capital española me conquistó tal como suele hacer con todos sus visitantes. Es capaz de hacerte sentir a gusto y como en casa, vengas de donde vengas. Con sus renombrados 300 días de sol al año, casi cualquier momento es bueno para visitar Madrid.

Te invito a recorrer los puntos claves de mi ciudad adoptiva, para que la disfrutes como lo hacemos nosotros, los locales.

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Foto: TripAdvisor/diedamm

En el corazón del Rastro de Madrid, y funcional únicamente durante los días de ocio, se esconde a simple vista un secreto a voces. Este local (muy) familiar destaca por varias razones. La más llamativa es la fila de 100 metros que se arma en pleno tumulto dominguero para acceder a sus famosas tostas (una rebanada de pan que, contra todo pronóstico, no está tostada). Fila que solo has de hacer si no te asomas antes -como Dios manda- por la puerta, donde podrás ver que tomarán tu pedido de manera ordenada a pesar del aparente caos.

Macarena y su padre invitan a la porción más despierta de su clientela a pedir directamente en barra, donde además de sus tostas podrás disfrutar del espectáculo que montan mientras marchan las más deliciosas rebanadas de pan con chorizo extremeño, con queso de cabra y miel o la que para mí es la mejor ensaladilla de Madrid; entre otras combinaciones, todas inolvidables.

Ideal para un almuerzo -de esos que siguen a una noche de jarana- ya que este menú te asegura una veloz vuelta a la vida. Y si al llegar todavía estás algo dormido, de inmediato espabilas con el buen humor que contagia cada uno de sus personajes. Oriundos de Extremadura, pero emblema de localía, hecho en familia y con productos de calidad, este sitio encabeza mi top 3 de lugares que hacen de Madrid una ciudad única.

Es sabido: Madrid está de moda, y eso se nota especialmente al buscar una mesa en una terraza durante ciertos momentos de la semana. Conseguir un lugar en “el tribu”, entonces, ya es un juego de riesgo. Pero Madrid no está de moda porque sí, y lo cierto es que hay que saber cuáles son los sitios en los que realmente vale la pena esperar.

Intentaré abrirte los ojos con este brevísimo itinerario que se enfoca en los barrios contiguos de Lavapiés y La Latina. Empiezo por la joya de la corona, sobre la calle del Tribulete: “Tribuetxe” una cocina de inspiración vasca difícil de igualar, acompañada de unas copas de txakoli, el vino blanco ácido tradicional de Euskadi. Si ese día, en cambio, la argentinidad se apodera de mí, bajo hasta el Benteveo o, si es de noche, al Caminito, donde una milanesa, un fernet y Charly García en el parlante, forman la receta infalible para una velada bulliciosa y abundante en amigos que me cruzaré por casualidad.

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Foto: TripAdvisor/Bar Cruz

En la intersección limítrofe de ambos barrios, está la plaza del Cascorro con el emblemático Bar Cruz, o como le decimos con mis amigas “donde venden los bichitos”. Antes de llegar a La Latina, sobre calle Embajadores está nada menos que el Café Pavón, mi segundo hogar. Cita obligada una vez a la semana y sede de festejo de cumpleaños por defecto, el Pavón ha sido locación de numerosas series y películas, varias se filmaron allí realmente y las que no, ya habrían querido hacerlo. Su estilo Art Decó (el bar del Teatro Pavón funciona desde 1925) representa todo lo que el imaginario trae a la mente cuando se piensa en un café notable. De día, lo inunda la luz más preciosa, esa que sólo pueden permitirse las ciudades de edificios bajos como es Madrid. De noche lo inunda el ruido. A pesar de la dificultad para hablar entre nosotros, es aquí donde viernes tras viernes mis amigos y yo insistimos en reunirnos, en el sofá rojo de la esquina que nos suelen separar los “dueños de casa”. Si no hay lugar en el sofá, entonces me acerco a la barra donde aprovecho para ponerme al día con los camareros, que ya son mis amigos. Del Pavón no te vayas sin saborear su ensaladilla con piparras, la provoleta o el bocadillo de pastrón. Y, por supuesto, permítete un brindis con su tradicional vermú de grifo.

Una experiencia que satisface todos los gustos y mantiene altas las expectativas. La gastronomía de mercado tiene por cierto un atributo: el buen nivel. Ir al Mercado implica ser pacientes y estar abiertos a la improvisación. Si tienes suerte en el Mercado de San Fernando, barrio de Lavapiés, siéntate a degustar una tabla de quesos para acompañar los vinos naturales que se consiguen en Bendito. En pleno centro, detrás de la Gran Vía, también está el Mercado de los Mostenses, aún sin explotación turística y con una contundente carta latinoamericana. Probé allí por primera vez la comida ecuatoriana y, fanática como soy de la peruana, debo reconocer: hay un antes y un después del Arroz Chaulafan del Asadero Miguel Ángel

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Bendito. Foto: Tripadvisor/BriannaLaVida

Lo cierto es que cada distrito de la ciudad tiene el suyo, y lo habitual es que cada fin de semana se llenen tanto de vecinos como de público pasajero que busca algo específico, desde la hamburguesería de moda hasta el pequeño emprendedor. Todos se encuentran en el mercado en el medio de un constante ruido de vasos chocando, como campanadas que anuncian las primeras cañas del día. En el Mercado de Vallehermoso, en Chamberí, venden el café colombiano de La Noria Coffee Project. Lo tienen en Pastora, local de una pareja de jóvenes emprendedores que, además de éste, tienen su botillería cerca de las Vistillas, otro punto alto (literalmente) de la ciudad.

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Parque del Retiro. Foto de Lynn Van den Broeck en Unsplash

…hazlo a pie. Caminar por Madrid debería ser considerado Patrimonio de la Humanidad. Exceptuando los meses de verano intenso, el clima siempre te invita a optar por esa modalidad de traslado.

Si bien el Metro conecta muy bien la ciudad, caminar suele suponer el mismo tiempo de trayecto que la mayoría de las combinaciones subterráneas. Con un Distrito Centro protegido de emisiones y el programa Bicimad, el tráfico de vehículos suele ser amigo de quien va con algo de prisa. Pero si tienes 30 minutos y llevas un paso firme, la mejor opción será cruzar el Parque del Retiro para llegar de Salamanca a Atocha, o de Goya a Plaza Mayor. Si andas por Chamberí: paso obligado por la Plaza de Olavide, donde perros y niños juegan alrededor de su emblemática fuente, mientras los abuelos del barrio observan desde los bancos que la rodean. Si con algo de suerte consigues una silla en uno de los tantos bares de la plaza, entonces puedes darte por satisfecho. Durante el fin de semana, Fuencarral se hace peatonal, y ahí sí que la experiencia se enriquece; caso contrario, hay que armarse de paciencia pues turistas paseadores de bolsas se interpondrán a tu camino.

Un desvío interesante para evitar el tumulto es la zona de Alonso Martínez, para toparse con la zona más cool de la ciudad. Si te apetece un paseo más fresco, baja hasta Madrid Río (a no ilusionarse con ver agua, el Manzanares a esta altura es un río más simbólico que otra cosa) o pasea a lo largo del corredor que se traza desde el puente de Segovia hasta la Casa de Campo. Que no queden dudas: Madrid es la ciudad perfecta para los peatones.

Ignorar esta parte de Madrid sería, para mí, un sacrilegio. El barrio homenajea a los grandes nombres de la literatura española y ofrece un paseo literario de lo más pintoresco, que va desde Antón Martín hasta el Museo del Prado. Mi parada estratégica recomendada para este recorrido está en la esquina de Huertas y calle de Jesús. En la cervecería El Diario te servirán, como es usual en todas las cervecerías madrileñas, patatas fritas, olivas o chuches (gomitas azucaradas).

Después de tanto andar, necesitarás una sentadita en El Economato, taberna ubicada en la que -a mi entender- es la más bonita de las calles de Madrid: la calle de Belén. Una carta deliciosa, y a escasos 300 metros del mítico Toni 2. Un piano bar que no tiene sentido explicar, hay que verlo de cerca. Un lunes cualquiera sobre las 10 de la noche se arma una fila que iguala a locales asiduos con visitantes pasajeros. Un espacio para cantar (o pegar alaridos) alrededor de un piano y su pianista, conocer gente de todos los rincones y, si hay suerte, cruzarse con algún famoso que -de paso por Madrid- se atrevió a la aventura de salir de parranda con nosotros, “los normales”.