
Imagina la siguiente escena. Son las seis de la tarde y, con la hora dorada asomando en el horizonte, llegas a casa después de un largo día de trabajo. Crees que ya no vas a salir a la calle, sin embargo, de repente, te acuerdas de que tienes que darte una vuelta por el kombini. Llegas allí, pero no puedes entrar porque hay un montón de turistas bloqueando la entrada. Aparentemente este es el nuevo punto de moda para ver y tomar fotografías del Monte Fuji. Qué molestia, ¿no?
La imagen que acabo de describir ocurría con frecuencia en la ciudad Kawaguchiko, ubicada en la prefectura japonesa de Yamanashi. Con el tiempo, la situación se puso tan mala que el ayuntamiento se vio obligado a instalar una barrera de vinilo negro de 20 metros de largo. De acuerdo con el periódico Asahi Shimbun, esta fue una “decisión difícil” y busca llevar algo de paz a los lugareños.
Si bien es anecdótica, esta noticia, junto con el posterior vandalismo de la valla, despertó mi curiosidad sobre un tema que se está extendiendo como la pólvora en las ciudades más turísticas del mundo: el sobreturismo. Y, como puedes imaginar, está lejos de ser el nuevo hack para unas vacaciones más cómodas.
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¿Qué es el sobreturismo?

En una era donde todos están ansiosos por explorar nuevos horizontes, se espera que la industria turística alcance (y supere) los números previos a la pandemia generada por el Covid-19. Según la Organización Mundial del Turismo (OMT), esto es motivo de celebración, ya que está teniendo un impacto positivo en «las economías, el empleo, el crecimiento y las oportunidades para las comunidades de todo el mundo”. Me temo que todavía no hay que cantar victoria porque también está alimentando el sobreturismo.
El diccionario Cambridge afirma que el sobreturismo ocurre cuando un sitio recibe una cantidad excesiva de visitantes y, como consecuencia, los locales tienen dificultades para llevar a cabo sus rutinas habituales. Quizás te estés preguntado “¿cuántos turistas son demasiados turistas?”. Bueno, no existe un número específico. Más bien, depende de distintos factores como la infraestructura de cada lugar y el impacto sociocultural en sus colectividades.
La amenaza del turismo desmedido
Harold Goodwin, Director de Turismo Responsable del Instituto de Gestión de Lugares en la Universidad Metropolitana de Manchester, asegura que “el sobreturismo es la antítesis del turismo responsable” y estableció algunas causas como la necesidad que tiene la clase media emergente de experimentar lo que otros ven todos los días, el auge de las aerolíneas low cost como easyJet en Norte América, Ryanair en Europa y JetSmart en Sudamérica y el crecimiento de portales como Airbnb y Booking.com.

Photo taken in Athens, Greece
Desde alteraciones de los ecosistemas naturales y los conflictos sociales hasta el aumento del costo de vida (que entra en la categoría de la gentrificación), los efectos negativos del sobreturismo son infinitos. Algunos ejemplos son los siguientes:
- Las autoridades camboyanas implementaron un código de conducta para acotar los daños estructurales causados en Angkor Wat, un templo budista cuya construcción fue iniciada en el siglo XII.
- El gobierno peruano impuso un límite diario para visitar Machu Picchu. Su objetivo es preservar ese paraje y el ecosistema que lo rodea.
- Las protestas en Barcelona contra los “malos turistas” son cada vez más frecuentes. El ruido, la congestión en la calle y el transporte público, y el aumento del costo de vida son algunas de las principales preocupaciones.
- En Venecia los grupos turísticos no pueden tener más de 25 integrantes y está prohibido el uso de altavoces.
¿Cómo ser un viajero consciente y responsable?

Un elemento muy común en la lista de deseos de muchas personas es pasar la víspera de Año Nuevo en Bali, visitar los los castillos croatas que aparecen en Juegos de Tronos o ver una verdadera geisha en Kioto. Este panorama hace que sea muy difícil eliminar por completo el exceso de turismo, pero hay algunas cosas que todos podemos tener en cuenta a la hora de planificar unas vacaciones en el exterior:
Explora destinos poco conocidos
Redirige ese afán de explorar el mundo y opta por destinos que han quedado a la sombra de los que aparecen en las guías de viaje. ¿Por qué no ir a países de Europa del Este como Chequia, Eslovaquia o Hungría? Pueden ser más baratos que sus homólogos e igualmente, si no más, encantadores.
Elige las temporadas de transición
Al viajar de marzo a mayo o de septiembre a noviembre no solo te ayudará a ahorrar un poco de dinero, sino que también te alejará de las multitudes.
Evita formar parte de grupos numerosos (incluyendo los tours guiados)
La ayuda y los insights que se pueden obtener de un guía, especialmente si es local, son invaluables. A pesar de ello, esto termina creando cúmulos de personas que no permiten que otros caminen libremente por la acera (lo he experimentado muchas veces frente al Teatro Colón en Buenos Aires). En su lugar, prueba recorridos personalizados o ve por tu cuenta. Después de todo, la mejor manera de descubrir las joyas de cualquier ciudad es perdiéndose un rato.
Apoya los negocios locales
La mejor manera de crear un impacto positivo en los sitios que visitamos es comprando en cafeterías de especialidad, tienditas de souvenirs hechos a mano y restaurantes de comida autóctona en vez de recurrir a las grandes cadenas.
Ahora que está aquí, el sobreturismo será difícil de vender. será difícil de demoler. Esto no significa que debemos abandonar esa curiosidad que está presente en todos nosotros (¡yo también quiero ver la Sagrada Familia con mis propios ojos y nadar en las aguas cristalinas de las Maldivas!). Más bien, es importante ser conscientes de lo que nuestra presencia puede provocar en esos lugares y, si acabamos visitándolos, ser respetuosos con sus costumbres y con sus ciudadanos.
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