¿Quieres ir a Jordania?
Carlos Lang

“Petra” fue lo primero que pensé al leer el mail y la pregunta de Janine. Lo segundo, y un poco preocupado pues venía llegando a México de Bhután y de los cinco vuelos que me tomó regresar, ¿cómo llego? ¿Qué hacen? ¿Qué comen? La creciente lista de dudas y preguntas no paraba y le sumaba puntos a mi ignorancia. Pero para ser muy honesto, me calmó darme cuenta que mis amigos contestaban lo mismo cuando les preguntaba qué sabían de Jordania. Sí, sí, Petra, pero, ¿qué hace a Jordania tan especial?

Sentado en el aeropuerto JFK con una hamburguesa en una mano y una cerveza en la otra, mi sonrisa no dejaba de crecer no solo por la chatarra que me comía sino también por lo sencillo que estaba siendo llegar a Amán. La manera más cómoda y conveniente para viajar desde México es volar a Nueva York o Chicago y tomar de ahí un vuelo de Royal Jordanian directo a la capital. Así de fácil.

Miércoles 1 Mayo, Amán – trayecto de aeropuerto al Hotel W: “Ni una hora llevo en Jordania y ya regresó esa sonrisa que me hace creer que todo es posible”.

No podía dejar de sonreír viendo fuera de la ventana y de pronto escuché “Carlos, my skinny friend. Be ready to gain a few pounds because you are going to eat a lot and it will be the best food of your life”. En pocas palabras, Madji, nuestro increíble guía, me advirtió que subiría unos buenos kilos con la mejor comida. Ni una hora llevaba en Amán y él ya me había agarrado la confianza de un amigo de años y no quiero spoilear tanto la historia pero Madji tenía razón, no solo con lo de los kilos extra sino también con lo de la mejor comida de mi vida.

La aventura comenzó en Amán en una delgada, extraña y mágica línea entre la modernidad de la capital y el misticismo de sus ruinas milenarias. Llegamos al Hotel W que además de la espectacular vista a Al Abdali, la zona más elevada y moderna de la ciudad, el hotel nos recibió a través de un angosto pasillo con formas geométricas en las paredes que se extendían hasta lo alto del techo que hizo que se me bajara por un segundo el jetlag y grité: “¡es como el pasillo que lleva a Petra! Pero, ¡REDISEÑADO!” O reinventado o reimaginado, no sé cuál es el término correcto pero ese pasillo rojo en el Hotel W, vaya que fue una mística bienvenida.

Salimos de Al Abdali, el sector financiero y tecnológico y nos dirigimos al antiguo territorio, el centro. Comenzamos con la promesa (o amenaza) de Majdi y comimos una, dos o tres veces, platos grandes, platos pequeños, té de esto y agua de aquello, yo ya ni preguntaba, solo comía. Y no te preocupes, mi experiencia culinaria viene más adelante. Caminamos por las calles y callejones dejándonos llevar de la mano por el street art que hay en absolutamente cada esquina de la ciudad. De pronto un poema árabe, después una sandía, por allá un barco de papel, en fin, las paredes gritaban todo tipo de sentimientos: lucha, amor y entrega.

Jueves 2 Mayo, callejones en el Centro de Amán: “Street art should never be fixed, time makes it true art” – me contó nuestro guía artista.

Y tenía tanta razón porque el arte en las paredes era especial pero ver la manera en la que el tiempo, la lluvia, las reparaciones del gobierno y los señalamientos que ponían encima de las piezas hacía que las piezas tomaran vida y tuvieran alma propia. Poco a poco nos fuimos haciendo camino a ‘Citadel’, el conjunto de ruinas en la cima del centro de la ciudad que por todas partes se alcanzaban a ver.

Lo primero que puedo decir de Citadel en Amán y de su museo arqueológico es que me faltó tiempo, así que dos semanas después, al final de mi viaje, tuve que regresar. Entre ruinas, pedazos de la mano de Hércules, las historias de Majdi y restos de figuras y cerámicas históricas, no podía creer que nuestro primer día había comenzado de la manera más moderna y había terminado entre miles de años de historia.
De verdad que estar parado sobre las ruinas de la antigua fortaleza, tener enfrente los restos de los enormes bloques de lo que fue ese lugar y verlos sobreponerse a lo lejos con los bloques de los edificios a los que llegamos en la mañana, fue una experiencia muy particular. 

Con la piel de gallina, la brisa del viento y el llamado a rezo sonando en las bocinas a lo lejos, esa vista me hizo pensar en la eternidad y mi grandísima oportunidad de poderla experimentar aunque sea unos instantes cuando observé el pasado, el presente y el futuro encontrarse en un mismo lugar: Amán.

AD_4nXep3otlvgjrdUFan0hcG1WtOTDjBNH5z3PIn9R2mNuaYFN20wzj9FK-tGpa8MV9JL4WcAmLIPtK5wg7GCRgYwB9ibdpKeEfXug-E0eco5veyLzuTOG1NSGpr_CkXSp2kVrXpMp_KAi4vBGZ5KA20v-gVzPq?key=14806CE2w8MeI0n3NrJQrg - ¿Quieres ir a Jordania?

Después de más de 15 años tomando fotografías, tengo una ley de vida y esa es: nunca dejar que la cámara se interponga o me distraiga del primer encuentro con algún lugar o momento especial. Atravesé los pasillos del Siq que llevan a la entrada más conocida en Petra y desde el primer momento que vi la fachada de El Tesoro aparecerse por partes entre las monumentales paredes de piedra, bajé la cámara, caminé muy lento, sin parar y sin parpadear. “No estoy llorando, se me metió Al-khazneh en el ojo”. Sí, estaba frente a la imagen que por muchos años había visto a amigos compartir en redes sociales, pero puedo jurar que ninguna de esas fotos le hizo ni le hará justicia a ese lugar. El frente de El Tesoro es mucho más grande de lo que imaginé, mucho más imponente, impactante y majestuoso. Cuando recuperé el aliento y me di cuenta lo extraño que me veía sentado en la arena con la boca seca y un par de lágrimas por no parpadear, bajé la mirada y vi a todos mis colegas turistas haciendo la típica foto que probablemente para varios, también fue el inicio de la aventura que los hizo llegar hasta ese lugar. En fin, me sacudí, me abrumé un poco y decidí seguir caminando, y seguí caminando, y seguí caminando… Jamás, en la historia de los jamases, me hubiera imaginado que Petra fuera tan extenso, tan largo y tan profundo. Así como existe la conocida fachada de El Tesoro, ¡alcancé a ver unas 100 entradas o más! A lo lejos, en lo alto, desde el interior de las montañas y lo mejor de todo es que uno puede sacar el Indiana Jones que lleva dentro y subir o bajar a explorar entre las piedras y cuevas con toda libertad. Después investigué que existen más de 600 fachadas talladas registradas.

Lunes 6 Mayo, Petra, Jordania: “No es posible que lo único que me voy a llevar de aquí sean fotos y suspiros…”

Después de unas buenas horas investigando, llegué al segundo frente más conocido, a Ad Deir, mejor conocido como el Monasterio y no sé de dónde saqué tanta energía porque después de muchas horas caminando, seguí investigando. Cuando ya no pude subir más, en uno de los puntos más altos me encontré con un pequeño campamento de los árabes nómadas mejor conocidos como ‘Bedouin’. Ahí, el cansancio y la sed se calmó con un regalo de Dioses, un jugo de granada tan rojo e intenso que después de tomármelo casi de un trago, tuve que pedirme otro. Entre historias, risas y cobijas, sí, cobijas porque aunque no lo creas, hacía mucho frío por la altura y el viento, de pronto comencé a retratar a los bedouins. Estos retratos fueron tan naturales y amenos que me emocionaron y emocionaron también a mis nuevos amigos que después de verlos, me invitaron a tomar el té y a seguir compartiéndome las historias de sus abuelos y tatarabuelos viviendo en las mismísimas cuevas en las que yo me sentí Indiana Jones. Siguió avanzando la tarde y además de té, me compartieron música árabe, me contaron sus sueños, me enseñaron sus tatuajes y mucho más. ¿Cómo es ese dicho, “iba por cobre y regresé con oro”? Pues yo iba por la típica foto y regresé con historias, sueños, música nueva, té bedouin, amigos, suspiros y con quinientas fotos de cuevas y fachadas.

AD_4nXdieS_vxlCiVWMYVQ19YM0vONBx3Bxq0p9gT-81Zbg8isEmKaewYudEzCXoSA9FlSLZivq4x1PIXqteLrOt2RL3P3M2Ay8GQaUMN0WrQh6Rgxlbs_e4oV3YNUIaGWY8uWWNVo1N_zJWcbvvbkH_RC49uNd7?key=14806CE2w8MeI0n3NrJQrg - ¿Quieres ir a Jordania?

De la comida que probé en Jordania me cuesta un poco de trabajo platicar pero al mismo tiempo me emociona tanto revivirlo que me acabo de pedir a casa unos platillos para encender la chispa. Me acuerdo que todo bocado fue tan, pero tan bueno que siento que voy a parecer exagerado. Platos con mucho arroz, hummus, cordero, falafel, pollo, shawarma, y babaganoush. Y para beber, vino del desierto, té de menta y café árabe como aperitivo no falló en cada lugar. No importaba si nos parábamos al costado de la carretera, en un restaurante lujoso, en un hotel o ¡hasta en un buffet! Probablemente hayas tenido la oportunidad de probarla antes y estás de acuerdo conmigo que la cocina levantina es un verdadero regalo. Pero algo que sí me brincó en Jordania y que siempre me sorprendió fue la frescura que acompañó casi todos los lugares donde comimos. Sí, mucha frescura, pero había algo más, algo extraño detrás de cada bocado, detrás de cada ingrediente…

Lunes 5 Mayo, Madaba: “The preparation of the soil and the purification of the soul are the same process” – me dijo Rakan antes de entrar a su huerto.

Después de tantos años viajando, he aprendido a dividir los souvenirs con los que regreso a casa en dos tipos: los especiales y los extraordinarios. Los especiales pueden ser imanes para el refrigerador, piezas de cerámica, joyería, tapetes y demás. Pero los extraordinarios son esos souvenirs que no duran, los que se comparten y los que se terminan. ¿Por qué se terminan? Porque los souvenirs extraordinarios se comen y se beben y de Jordania regresé con tres souvenirs extraordinarios:

El primero fue una botella de vino de la primera vinatería en Jordania, JR Winery en Mafraq. Me pareció una absoluta locura la idea de tomar vino de ese desierto así que me traje un cabernet sauvignon edición limitada del 2011. En el viñedo tuvimos la oportunidad de ver la cantidad de metros que tienen que cavar en tierra y perforar en tantas piedras para poder sembrar y regar los arbustos. Estarás de acuerdo que tenía que traerme una botella con los sabores y minerales del desierto y de sus profundidades.

El segundo souvenir fue un frasco de miel de las montañas de Umm Qais. ¡Pero si la miel se puede conseguir en todas partes! Sí, pero te juro que ninguna miel me ha sabido tan deliciosa como la miel de Yousef. En esa montaña aprendí que la cantidad y tipos de flores son parte fundamental en el sabor de la miel y Yousef escogió ese místico lugar para que sus abejas tuvieran tantas flores diferentes que tanto el sabor como las propiedades fueran únicas.

El tercero y último fue un ‘spread’ de chocolate orgánico mezclado con plantas y hierbas de mi restaurante favorito en Jordania, Carob House. Antes de visitar su restaurante, Rakan nos compartió la historia de su proyecto mientras atravesamos su increíble huerto. Nos platicaba de la importancia de la sombra, del viento y del tipo de agua pero donde más noté su emoción fue en la idea de regresar las manos a la tierra, de recuperar los huertos y dejar de lado las comidas procesadas y producidas en masa. “Soilless is the same as soulless”, sin tierra no hay alma, me dijo antes de irnos a comer.

Ahora bien, ¿qué tienen en común una botella de vino, miel y chocolate orgánico con mi experiencia gastronómica en Jordania? Fácil, la clave me la dio Rakan: “La preparación de la tierra y la purificación del alma son el mismo proceso” y fue ese mismo compromiso el que encontré en el vino que atraviesa piedras, en la miel de cientos de flores y en todos los restaurantes con ingredientes tan frescos y sanos que me acompañaron en toda la promesa de Madji y en los varios kilos extra con los que regresé a casa.

AD_4nXeZnHnE5ibA0Ptn4zYSendsuVxZak6-TWY4h4T9DstPgy7Psn-IKOSoTcWUW48p86paIB-Uu6W1RLtfWvy7aFOGceMEs4arVeK6dKH1bCTACb2swiK_5kHZMNiDTM8iBC2rbO0qoBF7HFfS1Li-1C3g4bE?key=14806CE2w8MeI0n3NrJQrg - ¿Quieres ir a Jordania?

Si no has escuchado de Wadi Rum y buscas fotografías, probablemente lo primero que cruce tu mente sea “¿Marte?” y lo segundo, el recuerdo de que ahí grabaron Dune 1, 2 y The Martian o Misión Rescate’, Prometeo y muchas otras películas. Y entre tanta producción en el desierto, espero que Matt Damon hayan tenido la oportunidad de prender una fogata y fumar shisha con bedouins mientras contaban sin parar las estrellas fugaces que se dibujaban a lo largo de uno de los cielos más surreales que he visto en mi vida entera. También espero que Timothee Chalamet haya madrugado solo para ver ese amanecer morado con camellos a su costado. O que Zendaya haya probado el zarb árabe que cocinan a fuego lento debajo de la tierra y lo saborean sobre la arena. Wadi Rum, sin duda alguna es uno de los lugares que más me ha impresionado en muchos, muchos años. Algo pasa con ese desierto porque a primera vista y llegando desde la gran ciudad podrías preguntarte ¿qué voy a hacer aquí? Y de noche nunca supe a dónde se me había ido el tiempo de tanto hacer y de tanto ver y de tanto probar y de tanto conocer. No solo por este sentimiento místico e infinito que me acompañó, sino también por la cantidad de actividades tan increíbles que se esconden detrás de cada montaña aunado a los paisajes que me hicieron sentir siempre en otra galaxia. 

Si algo me ha quedado claro después de viajar tanto es que los monumentos, las ciudades, las montañas y los desiertos ahí seguirán, son los encuentros y la personas con las que conecto lo que termina haciendo que una huella quede marcada en el corazón. Pienso en el escultor de Umm Qais y la paciencia con la que me enseñó su labor, la ceramista que nos recibió en su taller camino a Wadi Rum, la cocinera y su risa en las calles de Salt, Rakan y su alma en la tierra, las mujeres tejedoras de “Bani Hamida”, las mujeres del colectivo “House of Ladies Roses” que además de despedirme con música y más cerámica, me despidieron con anillos, collares y hasta un tatuaje de henna en la mano.

Empecé este viaje con dos preguntas, la primera, “¿qué hace a Jordania tan especial?” Ahora me queda claro: Jordania es historia y modernidad, fogatas en el desierto y estrellas fugaces, comida fresca y alma, artesanías y compromiso, sonrisas, amabilidad, arte y mucha pasión.

Y la segunda pregunta que me hizo la increíble Janine, ¿quieres ir a Jordania?  Y es curioso porque a ti, atento lector, no te hago la misma pregunta con la que comencé este texto.

A ti te lo digo directo: TIENES QUE IR A JORDANIA.