Viticultura en Córdoba, la “nueva” faceta de la provincia argentina

Córdoba es una de las provincias más importantes para la economía argentina. De sus tierras fértiles salen oleaginosas, cereales y lácteos para todo el mundo. En los últimos años empezamos a conocer otra cara productiva de la región: la vitivinícola. 

La viticultura en Córdoba no es ninguna novedad, lleva centenares. En sus pagos nacieron los primeros vinos del continente, los que bebían reyes y monjes. Los inmigrantes europeos refundaron la actividad cuando introdujeron la vitis en Colonia Caroya, pueblo que fundaron a finales del siglo XIX. La planta trepadora no tardó mucho en escurrirse por la provincia y pronto llegó a Traslasierra, donde se encontró bien a gusto. 

¿Por qué ahora empezamos a hablar de los vinos cordobeses, entonces? Porque el mercado los descubrió recientemente, en su afán por conocer zonas nuevas. Esta demanda fue oportunamente acompañada por un enorme salto en calidad del producto, gracias a la inversión en investigación y tecnología. 

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Uno de los ejemplos más representativos de la historia recorrida por la industria en Córdoba es Terra Camiare, bodega con más de cien años de trayectoria, bajo distintos nombres. En 2015 fue adquirida por la familia Mizzau, que revalorizó los vinos de la zona, obligándonos a todos a poner el foco en su trabajo. Sus vinos recibieron reconocimiento en todo el mundo, ya no sólo de los especialistas argentinos. 

Las etiquetas de la bodega son bien diversas, cubren todos los estilos. Vinos frescos, simples y accesibles, para tomar todos los días; y ejemplares de gran complejidad, como el Socavones Semillón Vintage o el White Blend, joyas absolutas. Una de las cualidades más interesantes de la viticultura en Córdoba es la inmensa variedad de varietales con los que trabajan. Hay malbec, por supuesto, también merlot y bonarda; pero la uva más plantada en la provincia es la isabella, una especie de vid americana (vitis labrusca). Como toda cepa no francesa, fue bastante bastardeada hasta que los cordobeses la tomaron y pusieron en valor. ¿Da grandes vinos? No. Pero tampoco la intenta: los enólogos lo entendieron a la perfección y muestran toda su personalidad en vinos que gritan verano, pileta y disfrute. 

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Pero de nuevo, no todo es Colonia Caroya: Traslasierra pisa fuerte. San Javier, por ejemplo, da tintos con estructura y carácter. La bodega homónima muestra el potencial de la zona en su línea Noble, con una relación calidad-precio inigualable. Otro proyecto que vale la pena conocer es Aráoz de Lamadrid, con hospedaje entre sus viñedos. Su vino ícono, Gran Inmortal, es ideal para aquellos que guardan vino por años y años. 

A Calamuchita también hay que seguirle el rastro. De allí sale uno de los mejores blancos que probé recientemente: El Raro, un sauvignon blanc serrano. Excelente, fruta de carozo, flores y hierbas suaves. Todo cierra.

Para conocer viñedos y bodegas, ya no hay que viajar a la Cordillera. Todos tenemos proyectos interesantes relativamente cercanos. Algunos recién nacen, otros ya están bien establecidos. Que el caso de la viticultura en Córdoba sirva de referente: inversión, visión y trabajo arduo son receta de éxito.