
Nueva York es una de las mejores ciudades para hacer turismo gastronómico. Sus restaurantes, bares, puestitos callejeros, bodegas y cafés esconden las delicias más variadas. Para descubrirlas, sólo hay que lanzarse a las calles tumultuosas y empezar a caminar.
Claro que hay clásicos imperdibles: los bagels o hot-dogs que se ofrecen en carritos, las porciones de pizza por un dólar (aunque la inflación les pegó y casi no se consiguen por menos de dos), los sándwiches de pastrami o la cocina tradicional del Chinatown o Little Italy. Pero esta lista no va por ellos, porque no pretende funcionar como guía. Ante posibles ofensas, tómenla como un racconto de algunos bocados (y un par de sorbos) que disfruté en mi estadía neoyorquina.
¿Cuándo es más barato viajar a Nueva York?
Niguiri de anguila en Sushi W
¿El omakase está de moda en todo el mundo? Probablemente. Y NYC no es la excepción. Tampoco lo es en cuanto a precio: las experiencias en las que uno se entrega a merced del sushiman suelen ser poco accesibles. Eso vino a cambiar Sushi W, un pequeño restaurante (en realidad dos, en locaciones distintas) que hace propio el concepto con costos amables. De hecho, tienen una opción de mediodía, disponible los días de semana, que cuesta solamente 38 dólares. La pesca es fresquísima y variada, el servicio rápido y los sabores inmejorables. Difícil elegir un favorito entre los doce pasos –diez nigiris y dos handrolls-, pero creo que el de anguila, tal vez por lo exótico, robó mi corazón.

Hinojo en Altro Paradiso
El refrán dice que lo bueno, si es breve, es dos veces bueno. Ahora cambiemos “breve” por “simple”. En la cocina, la sencillez es arma de doble filo: el resultado es perfecto o deja con gusto a poco. En Altro Paradiso, el restaurante italiano del chef Ignacio Mattos, saben lograr la primera opción. Uno de sus platos más aclamados declara tres ingredientes en la carta: hinojo, olivas sicilianas y provolone. Tiene un aliño, claro, pero no mucho más. Sutil y mágico. Con un martini o copa de blanco, se vuelve el aperitivo perfecto.

Hamburguesa clásica en Shake Shack
Bueno, he mentido. Dije que no era una lista de clásicos, pero se me coló uno. Shake Shack es una cadena de comida rápida que produce hamburguesas de una calidad que nada tiene que ver con lo que estos establecimientos suelen ofrecer. Pan perfecto, carne sabrosa e ingredientes fresquísimos. Su burger más simple es la mejor opción: no hay salsas explosivas ni excesos detrás de los que esconderse. Pan, carne, lechuga, tomate y el menjunje de la casa. Gloria.

Steak tartare en Employees Only
Employees Only es uno de los bares favoritos del neoyorquino (o turista) al que le gusta beber. Pero, aún en la barra, también se puede comer muy bien. Los fanáticos del tartare, como yo, no se irán decepcionados. Es bien clásico, con todo lo que tiene que tener y se arma en la mesa, como en un servicio francés. El picante lo van regulando a gusto del consumidor, pero vamos, que un buen coctel lava todo. Sale con tostaditas y una ensalada de verdes, para refrescar.

Arroz negro en Estela
Otro ícono de Mattos: Estela. Su restaurante galardonado en cuanto ranking se encuentre tiene una carta corta, con un hit tras otro. La simpleza que se observa en Altro Paradiso, aunque intervenida con más técnica, continúa vigente, como si fuera la firma del cocinero. El arroz negro es un híbrido entre paella, arroz frito y risotto. Carnaroli cremoso con tinta de calamar, socarrat y calamarcitos pequeños, tiernísimos que se esconden entre los granos. De esos platos que uno no quiere compartir.

Pizza neoyorquina en Upside
La pizza tradicional de la ciudad, gigante y finita, se encuentra casi en cada manzana. Por suerte, casi todas están muy bien. Me gustó mucho la de esta esquina en pleno SoHo, siempre repleta de gente muy bien vestida. La identidad neoyorquina se mantiene firme, con una calidad superlativa y algunos toques más actuales. Sorteando la clásica de pepperoni, recomiendo la de hongos, con crema de limón, perejil y mucha pimienta. Fresca, rica, diferente.

Coconut Bun en Salswee
Nueva York está plagada de pastelerías increíbles y, un poco de casualidad, caí en esta de la Quinta Avenida. El mostrador intimida por ser un sinfín de obras de arte comestibles del cualquier estilo imaginable: laminados, panificados, tortas ínfimas y no tanto, postres y algunas opciones saladas. Difícil elegir entre tanta opción, pero me terminó ganando un bollito con pasta de almendras, mucho coco y una cantidad obscena de almendras tostadas por encima. Crocante, suave, dulce pero no tanto. Ideal para recomponer energías y seguir la caminata.

Bonus track líquido
No solo se come bien en Nueva York, también se bebe increíble. En el mismo espíritu que con la sección anterior, esto no es una guía ni pretende serlo.
Melody en Employees Only
Además de los clásicos de la casa, entre los que figura uno de los mejores Manhattan que he probado, Employees Only tiene una carta de cocteles que cambia con las estaciones. Ahí figura Melody, una oda a la sutileza: gin japonés, fino, shrub de albahaca y ruibarbo, agua de azahares. Refrescado y servido en hielo grande, traslúcido. Para los fanáticos del martini que quieran aventurarse con algo diferente.


Vodka y soda en Superbueno
Cuando llegué a Superbueno, bar mexicano recientemente nombrado como el mejor de EEUU por Tales of the Cocktail, creí que su Green Mango Martini me volaría la cabeza y que el Vodka y Soda me aburriría un poco. Con la primera parte acerté, con la segunda, no podría haber estado más equivocado. Por suerte sé confiar y accedí a probarlo, siguiendo a Lalo, del otro lado de la barra. Esta versión del cóctel lleva guayaba y chile pasilla, todo en una soda ideada por el equipo. Perdón por el pésimo chiste, pero estaba súper buena.

Central Park Martini en Unlisted
En la terraza de mi hotel había un bar. En ese bar, un martini bastante particular. Vaya casualidad, fue una idea que llevó el gran bartender porteño Seba García de Presidente Bar, para un guest en Unlisted. Les gustó tanto que lo incorporaron. Y entiendo por qué: además de la clásica dupla gin-vermú seco, incorpora mezcal y aceite de trufa. El resultado es mega complejo, ahumado, umami. Una delicia.
