Tambo del Inka, un resort único en el corazón del Valle Sagrado
Tambo del Inka cuenta con un asesor de experiencias personalizadas que está a disposición de los huéspedes durante toda su estadía, así como distintas opciones para degustar la gastronomía peruana. Cortesía: Marriott International

Durante el Imperio Inca había lugares conocidos como “tambos” que eran utilizados por aquellos viajeros que necesitaban descansar, comer y dormir. Esta idea ancestral de un espacio dedicado a la revitalización pervive en Tambo del Inka, un resort de cinco estrellas ubicado frente al pico Chicón y flanqueado por el río Vilcanota.

Fuertemente influenciado por la historia del Valle Sagrado, una región del distrito de Cusco conocida por sus pueblitos pintorescos y restos arqueológicos, la propuesta de Tambo del Inka, a Luxury Collection Resort & Spa toma lo mejor de la cultura peruana y le da un toque moderno. Sus 128 habitaciones y suites con guiños al folklore local, instalaciones con nombres en quechua y platillos donde los cortes de carne y las hierbas autóctonas son los protagonistas, son algunos de los detalles que más llaman la atención de este hotel. 

128 habitaciones con mucho espacio para descansar

Chaska, la alpaca que suele estar al lado de la chimenea, fue lo primero que me ví cuando entré al lobby. Como todos los demás, me distraje tomándole fotos, pero, una vez que sentí el cansancio, me registré y emprendí mi camino hacia el que sería mi hogar por unas noches. No sabía qué tipo de cuarto me había tocado, pero de lo que sí estaba segura era de que tendría vistas al río o a la montaña.

El 307 es uno de los 67 dormitorios Deluxe de Tambo del Inka, el estilo más numeroso en la propiedad. Ubicado en el tercer y último piso, tiene una cama tamaño king, un baño de mármol con bañera y ducha separadas y un armario con vestidor. Sus 41 metros cuadrados fueron más que suficientes para mí sola y, al correr las cortinas, comprobé que las ventanas insonorizadas sí me permitirían disfrutar de la tranquilidad del paisaje natural que es tan característico de Urubamba

Para aquellos que buscan una experiencia más exclusiva, el resort ofrece dos Senior Suite con espacios separados para el descanso y la convivencia. Por otro lado, quienes prefieren estar en contacto con la naturaleza pueden optar por la Deluxe Terrace, con acceso directo a su propia terraza privada. También hay alternativas como la Deluxe Accesible y la One Bedroom Suite, todas ellas con camas king o twin y, en algunos casos, conexión con piezas adyacentes. 

Entre rituales y platos abundantes

El propósito de mi visita a Perú era sencillo: celebrar a la Pachamama. Ahora bien, la mayoría de las comunidades andinas suelen homenajear a la Madre Naturaleza únicamente el primero de agosto. Sin embargo, en sitios como Urubamba, la ciudad que acoge a Tambo del Inka, esa efeméride se puede extender durante todo el mes.  

Debido a lo anterior, unas horas después de hacer el check-in, participé en un ritual dirigido por un guía espiritual llamado Benito. La ceremonia, realizada casi en su totalidad en quechua, fue la oportunidad perfecta para darle las gracias a la naturaleza por los recursos que nos proporciona durante todo el año y, además, expresar (en mi mente, por supuesto) un par de mis deseos más profundos mientras sostenía tres hojas de coca con ambas manos.

Aunque cambian según el destino, experiencias como la que acabo de describir son comunes en los hoteles que forman parte de la línea The Luxury Collection. Gracias a su ubicación, a medio camino entre Cusco y Machu Picchu, Tambo del Inka cuenta con un catálogo de expediciones como, por ejemplo, paseos a la Ciudad Perdida de los Incas, un must indiscutido del Valle Sagrado. Otras actividades, que tienen un costo adicional y se pueden contratar con el apoyo de los concierges, pues son manejadas por un operador externo, son los tours guiados a Maras, Moray y Chinchero, conocidos, respectivamente, por sus salineras, terrazas circulares y textiles realizados con técnicas antiguas.

En esa misma línea, me topé con “Be Epicurean”, un programa gastronómico que es exclusivo de Tambo del Inka. De allí probé el Mayu Pata Lunch, un almuerzo campestre que incluye un corte de carne asado al camado (una parrilla de estilo medieval), una ensalada hecha con productos del biohuerto que está dentro de la propiedad, y vegetales grillados. Y no me puedo olvidar de mi parte favorita de la comida, es decir, el postre: un sorbete de pisco sour decorado con una rodaja de limón deshidratado y una hoja verde.  

En conexión con la naturaleza

Mi segundo día en Tambo del Inka empezó a las seis de la mañana. ¿La razón? Tenía que alistarme para tomar el tren que parte desde la estación privada del resort hacia Machu Picchu. No está de más decir que fue una experiencia inolvidable en la que me deleité con el misticismo de los incas. Volví a mi habitación a eso de las siete de la noche y, a pesar de que estaba muy cansada, no quería perderme el circuito termal de Kallpa Spa. Ahora que miro hacia atrás, creo que tomé una buena decisión; dormí muy bien ese día. 

El spa también ofrece otros servicios como masajes, asesoramiento fitness y exfoliaciones corporales. No probé ninguno de ellos, pero tal vez lo haga la próxima vez.

El día siguiente fue mucho más tranquilo. En la mañana probé el yoga por primera vez y desayuné en el buffet del restaurante Hawa (mi favorito hasta ese momento). Seguidamente, dí un paseo por el bosque andino, que está compuesto enteramente por flora y fauna local. Esto definitivamente me permitió entrar en modo zen y detallar la cadena montañosa que rodea el complejo.

Un punto de venta adicional de Tambo del Inka, que está muy alineado con el motivo de mi visita, es su compromiso con el cuidado del medio ambiente. El hecho de que haya sido el primer hotel en todo el Perú en obtener la certificación LEED (Liderazgo en Energía y Diseño Ambiental) es prueba de ello.

Un festín para los sentidos digno de repetir

A modo de despedida y en el marco de la experiencia “Del huerto a la mesa”, recorrí el biohuerto con Boris Harak Aedo Sipan, sous chef del hotel. Lo que más recuerdo es lo siguiente: sus 2 mil metros cuadrados están divididos en siete parcelas y albergan entre 30 y 35 variedades de vegetales (aguacate, romero, coliflor y lechuga son algunos de ellos). Consecuentemente, el almuerzo fue fresco, abundante y uno de los tantos ejemplos de cómo Tambo del Inka incorpora los productos peruanos en su carta. Después de terminar con el tres leches que fue servido como postre, entiendo por qué la gastronomía es uno de los puntos fuertes del resort.

Todo lo bueno tiene un final y, antes de darme cuenta, ya era hora de decirle adiós a la habitación 307 y, por supuesto, a Chaska, que estaba muy plácida comiendo pasto en el patio que me había dado la bienvenida unos días atrás. Desde su vibra sosegada hasta sus variados menús, Tambo del Inka definitivamente será mi opción número uno para hospedarme en el Valle Sagrado cuando vuelva en el futuro.