
La próxima vez que estés en una cafetería, echa un vistazo a tu alrededor. ¿Ves a alguna persona sosteniendo una bebida verde? Probablemente sea matcha o té verde, un ingrediente que ha subido como la espuma en Occidente en los últimos años. Algunos disfrutan de su complejo perfil de sabor, que incluye umami, un toque amargo y, si el polvo es de buena calidad, una dulzura natural muy sutil. Otros aprecian su amplia gama de beneficios para la salud, como la reducción del estrés y la mejora de la concentración. Los asiáticos, sin embargo, han sabido valorar el matcha desde hace, por lo menos, mil años.
En Japón, el mayor productor de matcha del mundo, este tipo de té es un elemento clave en el chanoyu, una experiencia espiritual y filosófica que está centrada en su preparación y consumo. No es de extrañar, entonces, que un lugar como Uji, al sureste de la prefectura de Kioto, se haya ganado el apodo de “la ciudad del matcha” por sus numerosos campos de cultivo, casas de té de primera calidad, postres verdes y hasta abundantes platos de fideos infusionados con esta yerba oriental.
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Uji, la cuna del té verde

Una localidad con altas concentraciones de humedad, inviernos fríos, veranos cálidos y rodeada de montañas como Uji goza de excelentes condiciones para cosechar distintas variedades de té verde. Se dice que esta actividad es común en la región desde finales del período Heain y principios del período Kamakura (siglos XII y XIII), cuando un viajero proveniente de China introdujo el cultivo de la planta Camellia Sinesis. Gracias a su cercanía al centro político y administrativo de Kioto, la producción de “la ciudad del matcha” ganó numerosos adeptos.
Hoy en día, Uji cuenta con una multitud de granjas y fábricas muy experimentadas. Sus productos van desde el sencha o tostado, cuyas hojas crecen bajo la luz directa del sol, hasta el prestigioso ichibancha de grado ceremonial, proveniente de la primera cosecha de la temporada de primavera. Además, abundan las tiendas que venden el polvo fino y de un verde intenso que se obtiene a partir de dichas hojas (conocido en el País del Sol Naciente como “matcha”).
Una inmersión cultural de la ciudad del matcha
El Parque Histórico de Té de Uji es una parada imperdible para quienes desean sumergirse en la historia de este destino y la influencia del té en sus costumbres y tradiciones. El Chazuna, como también es conocido, ofrece talleres de molienda y de preparación en los que se utilizan implementos de bambú tradicionales como el chashaku y el chasen.


Antes de despedirse de la ciudad del matcha es necesario experimentar la solemnidad y la belleza de una ceremonia de té tradicional. En este sentido, la Casa de Té Municipal Taiho-an, que está cerca del Templo Byōdō-in (el mismo que aparece en la moneda de 10 yenes), alberga una sala de tatami en donde grupos de entre 13 y 15 personas pueden disfrutar de esta práctica. El sitio también brinda sesiones de 40 minutos con un profesor experto para aprender a hacer la taza de matcha perfecta. Ambos servicios requieren una reserva previa.
Debido a su creciente fama a nivel mundial, la idea de utilizar el matcha como un ingrediente o especia para cocinar ha calado en la propuesta de muchos negocios japoneses. Entonces, ¿por qué no aventurarse a degustar los sabores de Uji?
La carta de Nakamura Tokichi Honten incluye diversos postres en los que el té verde, en sus diferentes tipos, es el protagonista. Entre ellos, destacan los cubitos de gelatina, la jalea y las nueces cubiertas. Por su parte, Itoh Kyuemon dispone de coloridos parfaits. El más llamativo está hecho a base de helado de matcha y frijoles negros de Tanba. Las personas que prefieren terminar la jornada con algo salado pueden optar por el Uji Matcha Salty Stamina Ramen del restaurante Tanakamaru Shoten. Sin duda, esta es la mejor forma de concluir un paseo a la ciudad del matcha.