“La tiranía de la distancia” es una frase que los australianos utilizan para expresar la peculiaridad de su posición geográfica. Esta describe una visión sostenida por los colonialistas británicos del siglo XIX, quienes creían que el Palacio de Buckingham era el centro del universo. Desde esa perspectiva, los residentes de los puestos de avanzada de la Corona en Australia estaban a más de medio mundo de distancia de ellos. Hoy en día, los vuelos que salen desde Londres o casi cualquier otro lugar siguen siendo terriblemente largos.
Pero ¿qué hay de la majestuosidad de la distancia? Esa idea se me ocurrió cuando mi avión aterrizó en Perth y una voz alegre nos explicó que el pueblo Whadjuk Noongar es el dueño tradicional de la tierra que estaba debajo de nosotros. (El Reconocimiento Ceremonial de la Patria reconoce los derechos ancestrales de los pueblos aborígenes desplazados para quienes, no hace falta decirlo, el Palacio de Buckingham no era el centro del universo). Mi cabeza se aceleró. No tanto por el jet lag, sino por la curiosidad que esa información suscitó en mi cabeza. Una distancia majestuosa: si nos alejábamos más de Australia Occidental, estaríamos por partir de regreso a casa.
Un viaje a través del tiempo
Unos días después, durante una caminata cerca de Yallingup, en la región de Margaret River, sentí una emoción muy parecida. Estaba acompañando a Hamish Gibson, un naturalista de piernas ágiles.
Nos encontrábamos en un tramo corto de Cape-to-Cape Track, un sendero de 122 kilómetros que corre entre Cape Naturaliste, en el norte, y Cape Leeuwin, en el sur. El cabello ondulado de Gibson se movía mientras caminaba y, cada tanto, se detenía para decirme otro hecho extraordinario sobre la biodiversidad, las corrientes oceánicas y la geología de la zona.
“Esto es un pedazo de la India”, comentó Gibson señalando el suelo de granito, que hace unos 3 mil millones de años formaba parte del protocontinente de Gondwana. A lo largo de períodos de tiempo insondables, la masa continental se desplazó a la misma velocidad a la que crece una uña humana y terminó convirtiéndose en la India. Un fragmento se desprendió, en ese momento Gibson dibujó una flecha en la arena con un palo, y se desplazó hacia el este hasta dar con el flanco de Australia. La fuerza de la colisión dio origen a montañas de cinco kilómetros de altura.
En ese momento estábamos entre flores silvestres y rocas redondas como melocotones. Los surfistas, por su parte, cabalgaban sobre olas color aguamarina hacia una playa de azúcar. Mi cabeza daba vueltas al contemplar ese vistazo al pasado profundo. Había encontrado otra distancia maravillosa.
La nostalgia de la hora dorada
Tal como sucede con otros enclaves del fin del mundo, el río Margaret juega con la imaginación. Margs, como lo llaman cariñosamente los lugareños, fue el punto de partida de mi viaje por carretera a lo largo del South West Edge.
Más allá de los viñedos y olas para surfear, me encontré con montañas verdes, bosques antiguos, vinos de clima frío y la sorpresa de un bistró franco-vietnamita en la parte victoriana de la ciudad portuaria de Albany.
Más adelante, me detuve en Bremer Bay para subirme a bordo de un crucero dedicado al avistamiento de orcas que va hasta el borde acuático de la plataforma continental. Finalmente, llegué al Parque Nacional Cape Le Grand, donde los tiburones blancos patrullaban las aguas de las playas infestadas con canguros.
A lo largo del camino conocí a gente alegre y entusiasta y cada esquina de la Costa Oeste de Australia Occidental proyectaba un matiz de nostalgia durante la hora dorada. Hacia el final del viaje me dí cuenta de que ese lugar me recordaba a los Estados Unidos de mi infancia: un país que parecía optimista, soleado y sociable, incluso cuando, bajo las sonrisas, se escondía un dejo de represión.
South West Edge, la Australia Occidental de los conocedores
El South West Edge no es un destino obvio para quienes visitan Australia por primera vez. Sin embargo, para los australianos, los viñedos, los árboles jarrah gigantes y las playas de arena blanca son emblemáticos. En Bremer Bay me crucé, por casualidad, con una alta ejecutiva de la industria turística australiana. Ella y su esposo conducían por la misma ruta que yo. Allí entendí que el South West Edge es para entendidos.
Según mi ojo estadounidense, Margaret River se parece a Napa debido a sus restaurantes de alta cocina y viñedos de gran potencia. Además, no escatimar en gastos se ha convertido en un estándar a lo largo de Caves Road, la principal ruta norte-sur. En el restaurante de Cherubino Wines, almorcé mariscos servidos por una doble de Lady Gaga con una camiseta blanca impecable.
Casi un kilómetros más allá, una de las encargadas de la sala de degustación de Vasse Felix, la bodega más antigua de esta región de Australia Occidental, me sirvió varias copas de cabernet que me hicieron darme golpes en el pecho. Mientras tanto, intenté conversar sobre un nuevo complejo para visitantes que está en construcción con el objetivo de exhibir el espumoso de la casa, el Idée Fixe.
En otro lugar de Caves Road, le eché un vistazo a una vista preliminar de Cape Lodge 2.0. Se trata de una estimada propiedad de Luxury Lodges of Australia que fue comprada en 2021 por Andrew Forrest. Este magnate minero planea mejorarla para cumplir con las expectativas de los visitantes de alto poder adquisitivo de Sídney, Singapur y Londres.
El otro lado de la moneda
Margaret River tiene una segunda cara y es muy similar a la peculiaridad de Sonoma. “No me veo como parte de la industria del vino”, me dijo Sam Vinciullo mientras nos sentábamos en una mesa plegable rodeados de viñedos y gallinas. “Soy más un criador de pollos”, puntualizó. Sea como fuere, aquí lo importante es que los deliciosos vinos naturales de Vinciullo han sido reseñados por el New York Times.
Tierra adentro, en la aldea de Wallcliffe, tomé una copa con Iwo Jakimowicz y Sarah Morris. Este matrimonio está detrás de Si Vintners, una marca que empezó a experimentar con vinos orgánicos hace casi 15 años. “Al principio no vendimos ni una sola botella de vino en Australia Occidental”, comentó Morris. Todavía hacen cosas que a ningún enólogo comercial se le ocurriría, como hacer un rosé a partir de una mezcla de Sauvignon Blanc y Cabernet Sauvignon. “Fue todo un desafío”, completó Jakimowicz, riendo.
Iconoclastas como Vinciullo, Morris y Jakimowicz encontraron una causa común con una nueva generación de chefs de Margaret River. Los restaurantes de estos últimos poseen estilos fluidos que combinan un ambiente relajado con habilidades culinarias de primer nivel.
En Yallingup conocí a Ben Jacob. Si bien se formó en Londres y Perth, abrió su primer restaurante, Lagoon Yallingup, en un acantilado con vistas a una hermosa playa. “Es uno de los lugares emblemáticos. La vista nunca pasa de moda”, me dijo Jacob, que, curiosamente, ni siquiera practica surf.
En el comedor de la planta superior del restaurante, Jacob ofrece una versión sencilla de su cocina costera de lujo durante la hora de la cena. En la planta baja, mientras tanto, sirve almuerzos informales.
Los comensales pueden disfrutar del desayuno en un quiosco al aire libre. Una mañana me entregó una tortilla de cangrejo con chile a través de la ventanilla de comida para llevar. El plato combinaba un puñado de carne de cangrejo envuelta en un sobre dorado, acompañado con verduras y hierbas picadas, y untado con una salsa que era tan roja como un camión de bomberos. Me senté en uno de los bancos y una gaviota, envidiosa de mi comida, me observó mientras me deleitaba el primer bocado. La comida, el entorno, el clima… No le podía pedir nada más a Australia Occidental.
Entre faros y bosques antiguos
Antes de irme de Margs, me dirigí hacia el sur para ver el final del sendero Cape-to-Cape Track en el faro de Cape Leeuwin. Este lugar fue atendido por los fareros residentes hasta 1992. El guía de turno era un veterano curtido por las tormentas de Australia Occidental llamado Bruce Murphy.
Mientras nos dirigíamos hacia la torre de casi 40 metros, Murphy contó que hay dos fantasmas viviendo en las instalaciones. El primero era un farero que no puede irse de allí aunque quiera. “Huele a viejo y a tabaco, sin ton ni son», dijo.
El segundo fantasma aparece en una de las antiguas cabañas del farero. Se trata de una mujer estaba limpiando las cortinas cuando se cayó de un taburete, se puso de parto prematuramente y murió dos días después. Uno de los fareros que solía ir allí para almorzar afirmó que no creía en fantasmas, pero “se fue siendo un creyente” debido a las puertas que se abrieron y cerraron solas de forma repetida.
El camino al sureste en dirección a Albany atraviesa prados de pastoreo de ovejas y bosques antiguos. La fiesta de eucaliptos gigantes del Gran Bosque del Sur incluye karris altos y delgados, jarrahs robustos y tingles con sus raíces reforzadas. Pasé la noche cerca de Pemberton, que solía ser un pueblo maderero.
Las joyas escondidas l Bosque Sur
Al día siguiente me desperté muy temprano para visitar un bosque de karris en el Parque Nacional de Gloucester. No esperaba ver a nadie, pero al acercarme vi a Andrea Brick, una jubilada de Cairns bajando de una torre viviente conocida como el árbol de Gloucester. Entre 1947 y 1952, este árbol gigante tenía una plataforma que estaba a 53 metros sobre el suelo y era usada como puesto de vigilancia de incendios. Hoy en día, está abierto a cualquiera que se atreva a subir por la escalera sin supervisión, sin regulación y sin el obstáculo de un arnés de seguridad. El árbol de Gloucester se alza como una prueba libertaria de valentía y yo sabía que no era para mí.
Brick me contó sobre su ascenso. “Esta es la razón por la que vinimos a Australia Occidental, o, mejor dicho, por la que yo vine a Australia Occidental”, me dijo mientras recuperaba el aliento. Avergonzado de mi timidez, me armé de valor y subí 153 peldaños. Tuve los ojos muy abiertos todo el tiempo.
Más tarde, encontré una ruta menos temeraria que va hacia las copas de los árboles en el Valle de los Gigantes, donde una estrecha pasarela de acero zigzagueaba a 40 metros del suelo. Mientras miraba hacia que estaban debajo de mis pies, el vértigo me hizo comprender el por qué del nombre de este lugar. Este follaje alberga los pocos gigantes primigenios que quedan en el Bosque del Sur. Todos los demás fueron talados hace más de un siglo en nombre del Imperio. La madera, que partió del embarcadero de Busselton, fue utilizada para construir una parte del sistema ferroviario de la India y el metro de Londres.
A medida que la tala de árboles disminuyó, el cultivo de vino se extendió. El turismo todavía está ganando terreno y, por ahora, el vacío hotelero a lo largo del South West Edge está ocupado por lo que los locales llaman “cabañas con cocina propia”. De hecho, yo mismo pasé una noche tranquila en una cabaña moderna ubicada en Upland Farm.
Otro día, en Ampersand Estates, a las afueras de Pemberton, me quedé en una casa de campo que estaba provista de una cesta de picnic digna de un rey. Fui a la sala de degustación para encontrar a alguien a quien agradecer y me encontré a un asistente atendiendo a uno de los huéspedes, un australiano que sostenía una copa de Pinot Noir.
Cuando les dije que había estado en la región de Margaret River, intercambiaron miradas. El asistente dijo que Margs estaba “demasiado comercializado” para su gusto, como si fuera un suburbio de Perth con un centro comercial. “Quería el pueblo más pequeño que pudiera encontrar en Australia Occidental. El hecho de que aquí no haya nada es la razón para venir. Vienes por el silencio”, me explicó.
Vinos irreverentes e historias indígenas en Great Southern
Un colono inglés plantó uvas en el monte Barker en 1859. No obstante, la denominación Great Southern se estableció recién en 2007. Actualmente es la más grande de todo el país. En Brave New Wine, encontré al matrimonio de enólogos Yoko Luscher-Mostert y Andries Mostert entre los tanques de fermentación. Se acercaba la hora dorada y descorcharon varios pétillants naturelles (vinos naturalmente espumosos). Los enólogos hipsters son todo menos reverentes. Ambos dijeron que aman el Great Southern porque representa la libertad del estrés y las convenciones.
“Perth es la ciudad más remota del mundo”, explicó Luscher-Mostert. “Margaret River es el lugar en el que se refugian los habitantes de Perth. Dinamarca es el lugar al que se refugian los habitantes de Margaret River. Y Bremer Bay es el lugar al que se refugian los habitantes de Dinamarca”, señaló.
La majestuosidad de las orcas en Bremer Bay
A la mañana siguiente partí hacia Bremer Bay. Hice una parada para almorzar en Albany y comí en Liberté. Este es un histórico pub obrero convertido en bistró franco-vietnamita que ofrece pasta con ajo y cangrejo, vinos naturales por copa y un espacio seguro e inclusivo. El epígrafe de una foto de Christopher Walken pegada en la ventana delantera describe la política de reservas a modo de broma: “Aceptamos Walkens”.
Después caminé por York Street hasta la galería de arte indígena Kurrah Mia. Vernice Gillies, una anciana menang y propietaria de la galería, me dio la bienvenida y me preguntó si había visto a Mokare. Le dije que no. ¿Quién era Mokare? Gillies me contó que era un hombre noongar que en 1831 sirvió a los colonos como guía, traductor y defensor de las relaciones pacíficas con los terratenientes indígenas. En 1997, se convirtió en el primer hombre negro retratado en una estatua pública. “Estamos muy orgullosos de él”, comentó Gillies.
Retrocedí para presentar mis respetos y luego noté la prosperidad que evocan los hermosos edificios victorianos a ambos lados de la calle. Durante 178 años, la caza comercial de ballenas fue la fuente de ingresos del pueblo. Según el museo ballenero de Albany, la última cacería tuvo lugar el 21 de noviembre de 1978, cuando se avistó un cachalote solitario. La tripulación lo dejó con vida. En las décadas que han transcurrido desde la moratoria internacional de 1982 sobre la caza de ballenas, los leviatanes han regresado en grandes cantidades al Océano Austral. Continué conduciendo hasta la bahía de Bremer para buscarlos.
El lugar al que me dirigí se llama The Patch y es un trozo de mar abierto a 19 millas náuticas de la bahía de Bremer. Los observadores de ballenas y los biólogos van a alta mar a admirar cetáceos como las orcas.
En este sentido, el término “alta mar” describe un “ecotipo” distintivo, o subgrupo taxonómico, que normalmente habita las extensiones desconocidas del medio del océano. Esta población única nunca abandona la zona costera que va desde el cabo Leeuwin hasta Esperance. Gemma Sharp, cuya familia dirige Whale Watch Western Australia, me dijo que entre enero y marzo estos animales salen a la superficie diariamente en The Patch.
The Patch también atrae especies de presa como las ballenas barbadas, así que la acción puede ser dramática. Hace unos años, Sharp y unos pasajeros presenciaron cómo varias familias de orcas, quizás 75, unían sus fuerzas para matar a una ballena azul. “Las cacerías son emocionantes, pero también representan un mal día para la criatura que está del otro lado”, señaló Sharp.
Unos pocos minutos después de que nuestro barco llegara a The Patch, Sharp avistó un cachalote flotando en la superficie, con su piel color plata deslustrada. Flotamos un rato, como un pedazo de corcho en un vaso con agua. Luego las orcas salieron a la superficie y permanecieron a la vista durante cuatro horas.
Sharp las conoce a todas por su nombre. En ese momento, la manada era liderada por la matriarca Queenie. La “gran orca” mantenía a sus hijas y nietas cerca de ella. Pronto aparecieron otra familia y varios machos perdidos. En total había unas 30 criaturas. Similar a un locutor que narra un partido de tenis, la narración de Sharp era baja y tensa. Su capacidad para leer la superficie del océano convirtió nuestros atisbos en un drama multigeneracional complejo. “Cada día es como una historia y al final todo tiene sentido”, me explicó dijo más tarde, cuando estábamos en tierra.
Tierras doradas y encuentros inolvidables
El paisaje se volvió seco y llano en el camino hacia Esperance, el punto más lejano de mi itinerario por Australia Occidental. Se parecía Oklahoma, con campos de cereales y pastizales, salvo por las bandadas de cacatúas rosadas que picoteaban el trigo que caía de los camiones que pasaban. Las exportaciones de cereales son enviadas desde Esperance, un importante puerto comercial.
El otro cargamento principal de esta región, el mineral de hierro, llega en contenedores sellados para evitar que el polvo rojo manche las playas locales, que se dice que son las más blancas de Australia.
En la oficina de turismo de Esperance conocí a una auténtica belleza, Denise Louise Hargreaves. Ella se describió a sí misma como “una californiana de quinta generación que vive en Australia Occidental”.
Hargreaves fue quien me envió a contemplar la puesta de sol en Great Ocean Drive, al oeste de la ciudad. Las vistas eran impresionantes. A la mañana me aseguré de seguir sus instrucciones y conduje hacia el este hasta el Parque Nacional Cape Le Grand (una tierra que, tradicionalmente, es propiedad del pueblo Wudjari). Mi objetivo era buscar canguros en Lucky Bay.
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Entre la verdad histórica y la reconciliación
El último día de mi viaje transcurrió en una carrera de regreso al valle de Swan, en las afueras de Perth. Quería hablar con Dale Tillbrook, una anciana noongar, sobre el Reconocimiento del País, una frase que recuerda el respeto a los ancianos aborígenes “pasados, presentes y emergentes”. Ella se describe a sí misma como una mujer Wardandi Bibbulmun cuyo país aborigen tradicional está cerca de Busselton. Hoy dirige la Galería Aborigen Maalinup, en los terrenos del viñedo Mandoon Estate.
Nos reunimos en una casa histórica de paredes gruesas que fue construida por John Septimus Roe. Este llegó de Inglaterra en 1829 como Agrimensor General de Australia Occidental y recibió tierras a lo largo del río Swan de la Corona como recompensa por su servicio. Roe desalojó a los residentes Whadjuk Noongar para poder tener ganado y plantar vides. Bautizó la propiedad con el nombre de Sandalford en honor a su finca en Inglaterra.
Tilbrook habla el inglés de la reina con la misma precisión que la de un bisturí y encarna una herencia de conocimientos culturales que se remontaba a 45 mil años o más. En un momento estaba describiendo las seis estaciones del calendario Noongar y recitando los nombres de las plantas comestibles y medicinales del bosque en varios idiomas.
Al siguiente exponía, con la frialdad objetiva de un abogado, la estrategia de justicia desproporcionada de la era colonial… Por cada persona blanca asesinada en disputas territoriales, varios aborígenes serían asesinados en venganza. “Nos estaban dando una lección que no olvidaríamos y no lo hemos hecho”, comentó.
John Septimus Roe participó en uno de esos ataques de represalia en Pinjarra. Allí murieron hasta 40 hombres, mujeres y niños aborígenes en una emboscada que ocurrió en 1834. Los libros de texto de la infancia de Tilbrook legitiman ese día sangriento bajo el nombre de “batalla de Pinjarra”. Los conflictos que se saldaron con víctimas de colonos a manos de combatientes aborígenes se han descrito, invariablemente, como “masacres”.
Le pregunté a Tilbrook si el Reconocimiento de Patria tiene algún significado para ella o si le parece algo hueco. Según me dijo, la reconciliación requiere verdad. La verdad es la diferencia entre llamar a algo una batalla y llamarlo una masacre. La verdad también revela las contradicciones de nuestro presente. Por ejemplo, estábamos reunidos en la casa Roe en la bodega Mandoon en Australia Occidental. Sin embargo, también estábamos en la ribera de un río en la tierra de Whadjuk Noongar, donde, durante miles de años, la gente se reunía para cosechar ñames nativos. Fue durante esas fiestas de la cosecha, de acuerdo con Tilbrook, que los mayores se reunían con viejos amigos y los jóvenes a veces descubrían el primer amor.
“John Septimus Roe debe estar revolviéndose en su tumba sabiéndo que los negros han aparecido y han tomado el control”, reflexionó Tilbrook mientras servía un té de limón echo con plantas silvestres recolectadas en la propiedad. Bebió un sorbo de su taza y soltó una risa descarada.
Cómo visitar Australia Occidental
El vuelo a Perth es, en mi opinión, complicado. Sin embargo, Qantas, especialista en vuelos de larga distancia, conecta a países como Estados Unidos vía Sídney. También ofrece un vuelo sin escalas desde Londres.
Es esencial tener un auto para explorar el suroeste de Australia. Si bien las carreteras son excelentes, la abundancia de vida silvestre hace que conducir entre el anochecer y el amanecer sea arriesgado.
Perth
Fremantle, Freo para los locales, es el enclave creativo de Perth. Situado en la desembocadura del río Swan, este distrito, que antes estaba abandonado, ahora está repleto de restaurantes y bares. El Warders Hotel fue construido en 1851 para albergar a los guardias de la prisión. Ha sido renovado con un estilo industrial y elegante y cuenta con un concurrido restaurante asiático, Emily Taylor.
Río arriba, en la bodega Mandoon Estate, es posible disfrutar de una degustación de “comida del monte” con Dale Tilbrook, un anciano de Wardandi Bibbulmun. Esta es una fascinante enseñanza de etnobotánica, verdades históricas y el camino hacia la reconciliación.
Margaret River
Cape Lodge es una propiedad de Luxury Lodges of Australia que está cerca de bodegas, playas y restaurantes. Lagoon Yallingup sirve un excelente menú de mariscos para el almuerzo y la cena, además de desayunos para surfistas en el quiosco de comida para llevar. Un dúo de exalumnos de Noma crearon Alberta’s, en Busselton, y ofrece cenas con boleto, clases y eventos emergentes a través de su cuenta de Instagram. El 80% del abundante almuerzo de granja de tres platos en Glenarty Road es cultivado en la propiedad. Sam Vinciullo y Si Vintners están elaborando algunos de los vinos naturales más interesantes de Australia. El primer viñedo de la región, Vasse Felix, dispone de Cabernets coleccionables y Rieslings que parecen sacados de un libro de texto.
Great Souther
Esta región vinícola de gran extensión geográfica desafía todo resumen. Settlers’ Cottage, en la bodega Ampersand Estates, es una destacada casa de campo de dos habitaciones con un porche envolvente, una cocina de chef y vistas a las viñas.
Las magníficas cabañas modernistas de Upland Farm, en Denmark, el corazón de la región, cuentan con bañeras profundas y la serenidad de una granja. Denmark Farmhouse Cheese vende provisiones para una tabla de quesos y charcutería espectacular. Liberté, en Albany, ofrece decoración parisina, vinos naturales y pasta con ajo, chile y cangrejo.Los hermosos vinos de lotes pequeños de La Violetta se sienten casi intelectuales, mientras que Brave New Wine se especializa en bebidas que son muy fáciles de amar.
Bremer Bay y Esperance
Whale Watch Western Australia organiza excursiones para avistar orcas desde la remota bahía de Bremer. Esperance Chalet Village es un elegante conjunto de casas con estructura en forma de A y cabañas playeras en un barrio residencial a 5 kilómetros del centro de la ciudad. El moderno mostrador de comida para llevar Fish Face sirve mariscos excelentes, disponibles para cocinar a la parrilla, fritos o asados. Lucky Bay Brewing ofrece cerveza por pinta y un menú apto para personas que no toman alcohol. Por último, Fly Esperance ofrece un divertido vuelo panorámico entre cervecerías de la zona del cinturón de trigo y, afortunadamente, viene con un “conductor” designado.
