
Cuando tenía 28 años, acababa de salir de una relación larga. En ese momento, una compañera de trabajo me habló de la congelación de óvulos. Ella era 12 años mayor que yo y me dijo que lo único que le habría gustado saber era que podría haberlo hecho cuando estaba más joven. Yo también lo había pensado, pero ese proceso cuesta entre 10 mil y 15 mil dólares en Estados Unidos, así que no es algo que pueda hacer cualquier persona en sus 20 o 30 años.
Además, siempre he sido una viajera ávida. Me fui de mochilera por dos años y viví en África durante seis meses. Hace unos años mi naturaleza era bastante nómada y llevaba un estilo de vida que no era adecuado para una relación a largo plazo. Sin embargo, cuando me instalé en la ciudad de Nueva York, comencé a salir con alguien. En ese momento me di cuenta de que la maternidad estaba más lejos de lo que pensaba. Entonces, justo antes de mi cumpleaños número 33, decidí congelar mis óvulos.
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Una factura costosa
Lo primero que hice fue comunicarme con mi departamento de recursos humanos para ver si el seguro lo cubría. Algunas empresas pagan por la congelación de óvulos, pero me enteré de que la mía no. Mi ginecólogo me derivó a una clínica de fertilidad en Manhattan y fui a hacerme las pruebas. Me explicaron que era una candidata viable y que me enviarían una cotización.
Finalmente recibí el correo electrónico. Era una factura por 12 mil dólares. Me quedé en shock, pero empecé a pensar en planes de pago. En ese momento estaba cubriendo el préstamo de mi auto y solicitando plaza en escuelas de posgrado; todo me parecía demasiado abrumador.
Unos días después, vi un artículo en The New York Times titulado Have Eggs, Will Travel to Freeze Them. La pieza incluye tres historias de mujeres que congelaron sus óvulos en Europa, donde es mucho más barato.
Estonia, el destino adecuado

Empecé a contactarme con clínicas europeas y tuve consultas con una en España, en la República Checa y en Estonia. No puedes tomar este tipo de decisiones con base en una investigación; debes elegir la clínica que consideres más adecuada. Tuve una videollamada con un equipo médico de Estonia; todas eran mujeres y su calidez se reflejaba en la pantalla.
Quería combinar el viaje con una boda, por lo que tuve la consulta en abril y reservé el procedimiento para junio. Fue bastante rápido. No quería ni necesitaba más tiempo para pensar en ello.
El inicio de mi viaje de fertilidad hacia Estonia

La clínica me envió un cronograma personalizado. Tenía que tomar pastillas anticonceptivas un mes antes para controlar mi ciclo. Durante las dos semanas previas a la fecha pautada, tenía que inyectarme medicamentos específicos. Esto incluía dos tipos de drogas hormonales: comenzaría con uno por la noche y, unos días después, agregaría uno por la mañana.
La primera dosis estaba programada para el segundo día de mi período. En mi caso, eso ocurrió la noche de la boda a la que asistí. Me pareció surrealista estar en un castillo medieval escocés, rodeada de mis amigas. Era una de las últimas bodas de nuestro grupo. Ya podía sentir el paso del tiempo y cómo todas nosotras estábamos entrando en una nueva etapa de la vida.
Estaba nerviosa por comenzar este viaje de fertilidad en Estonia, pero tenía la mente abierta. El tabú en torno a este tema me parece ridículo. Las mujeres tenemos problemas muy reales de los que todas deberíamos hablar.
Un procedimiento milimétrico
Si bien cada país es diferente, estuve una semana visitando otros destinos antes de mi viaje a Estonia. Pasé ese tiempo en Londres y luego fui a Finlandia para visitar a una amiga. Tomé el barco desde Helsinki a Tallin para mi primera cita, donde observaron cómo estaban creciendo los folículos.
Algo que la clínica me recalcó es que las inyecciones deben administrarse a la misma hora todos los días. Por lo tanto, uno tiene que dejar de lado lo que está haciendo y buscar la forma de hacerlo. Mientras viajaba, la alarma sonaba en los lugares más ridículos.
Por ejemplo, cuando estaba en Inglaterra, yendo de Edimburgo a Londres en tren, mi alarma sonó. El tren se movía, pero fui al baño, limpié la zona y me inyecté. En otra ocasión, mientras estaba en una sauna en Finlandia, pude oír la alarma sonar en el vestuario. Salí, me inyecté y volví a la sauna. Hice lo mismo mientras iba a bordo de un ferry que atravesó el Báltico hacia Estonia y en el baño de uno de los mejores restaurantes de Helsinki, Baskeri & Basso. No sentí que fuera tan pesado emocionalmente porque estaba viendo todos esos lugares.
En la primera cita me hicieron una ecografía. Me dijeron que volviera en tres días para otro examen porque los óvulos deben tener el tamaño adecuado. Si son demasiado grandes, el cuerpo los dejará caer o los liberará. No quieres que eso pase porque necesitan atraparlos.
Entonces, me fui a Pärnu para el festival de verano. Luego volví a Tallin para otra ecografía. Me explicaron cuándo tomar la inyección desencadenante. Generalmente, este paso se realiza 12 horas antes de la extracción, ya que desencadena la liberación de los óvulos.
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Celebraciones y estrés

Creo que fue muy útil que mi viaje comenzara rodeada de mis amigos. Estuve en la boda y después fui a la casa de mi mejor amiga en Helsinki. Otra amiga de la universidad también voló a Europa y juntas me organizaron una fiesta de despedida con temática de huevos.
Había una botella de champán y una tarta con forma de huevo que decía “Bon Voyage Eggies”. Eso me emocionó más que la congelación de óvulos propiamente dicha porque fue el reconocimiento de otro tipo de hitos. Más allá de los momentos tradicionales como tener hijos o casarse, hay muchas otras decisiones que tomamos las mujeres que vale la pena celebrar de la misma manera.
Dicho esto, todo el proceso fue muy estresante. No tenía idea de qué esperar. A pesar de ello, me sentí a gusto en el momento en que entré a la clínica en Estonia. Vi a las mujeres que conocí por Zoom y, si bien la barrera del idioma fue difícil de superar, me tranquilizaron. Había algunos médicos que no hablaban inglés, así que trajeron traductores. Fue un desafío porque hice muchas preguntas.
En general, el equipo hizo que el proceso se sintiera normal y sin riesgos. El procedimiento dura 20 minutos. Después de eso, te levantas y te vas. De hecho, regresé a casa al día siguiente. Me parece importante desmitificar esto para ayudar a las mujeres que están debatiendo el costo, el dolor y el procedimiento.
Una diferencia inesperada entre Estonia y Estados Unidos

El procedimiento costó unos 1.800 euros (unos 1.900 dólares según el cambio del día), más los medicamentos y las consultas. Probablemente gasté un poco menos de 5 mil dólares.
Como mencioné anteriormente, en Nueva York habría acabado terminado con una factura de entre 13 mil y 15 mil dólares. Además, el almacenamiento cuesta unos mil dólares al año en Estados Unidos, mientras que en Estonia cuesta alrededor de un euro al día (1.05 dólares). Estoy pensando en volver a congelarlos porque normalmente se necesitan una o dos veces y, por lo general, cuantos más óvulos tengas, mejor.
Si tengo un hijo de esos óvulos, tendré una conexión más fuerte con Estonia. Por ahora, esto solo parece un pequeño detalle, casi como una limpieza de dientes. Pero algún día, son mis hijos los que podrías estar guardados allí.
En este momento, tengo deseos de vivir un poco más antes de tomar la decisión de ser madre. La realidad es que tengo amigas que ya lo son y no tienen las mismas opciones ni la misma libertad que yo. Voy a ir a Oxford para obtener mi maestría en administración y dirección de empresas. Ahora tengo 35 años, así que, ¿quién sabe? Podría mirar atrás cuando tenga 40 y decir: “No tuviste tanto tiempo como pensabas”. Pero creo que volveré a ese pensamiento en unos años.
Todas deberíamos tener la libertad de elegir

Viajar te brinda el espacio y la libertad para explorar quién eres. Sin expectativas de por medio. Te ofrece una sensación de independencia. Una vez que te abres al mundo, el mundo se abre a ti y aprendes que las cosas que parecen aterradoras en realidad no lo son tanto. Estos sentimientos también están arraigados a la congelación de óvulos, y tener ambos factores interconectados es muy poderoso. Creo firmemente que hay que tomar decisiones que no se basen en el miedo, sino en lo que expandirá tu vida de una forma enriquecedora.
Todavía no sé si quiero ser mamá. Pero lo que sí sé es que, como todo en la vida, tener opciones te empodera y que es importante tomar una decisión en función de tus deseos y necesidades, en lugar de lo que te dice la sociedad y tu biología. Las mujeres tienen una opción y esta fue mi manera de invertir en mi futuro para tener esa opción cuando quiera tomarla, justo cuando esté lista para hacerlo.
Viajar como…
En esta sección hablamos con distintos aventureros sobre cómo es explorar el mundo a través de perspectivas únicas. En esta nota, conversamos con Tess Murphy, directora de responsabilidad social corporativa, sobre su viaje para congelar sus óvulos en Estonia para esperar el momento adecuado.