Viajes con estética de película: lugares que parecen sacados del mundo de Wes Anderson

Sí, existen lugares que parecen diseñados por el mismísimo director de The Grand Budapest Hotel… y no, no necesitas efectos especiales para llegar a ellos.

Si hay algo que nos ha enseñado Wes Anderson (además de que el color mostaza y el rosa pastel combinan mejor de lo que pensábamos), es que el mundo puede verse como una paleta de acuarelas perfectamente simétrica. Y lo mejor: no hace falta ser parte del elenco de The Royal Tenenbaums para vivir en un escenario así. Hay destinos reales—sí, reales—que parecen sacados de una película de su universo excéntrico, melancólico y absolutamente estético.

Aquí, una lista de destinos que parecen sacados de una película de Wes Anderson y que te harán sentir parte de sus historias.

7 destinos cinematográficos que parecen sacados de una película y están más cerca de lo que crees

Estos destinos que parecen sacados de una película de Wes Anderson te dejarán con ganas de visitarlos pronto

En lo alto de una colina, entre bosques que parecen de cuento, está este castillo multicolor. Amarillo, rojo y azul se mezclan como si alguien los hubiera elegido desde una caja de crayones vintage. Todo aquí grita fantasía, con arcos, cúpulas y detalles que parecen diseñados más para mirar que para habitar.

Un puñado de islas verdes perdidas en el Atlántico, con casitas de techos cubiertos de pasto y un clima que vive en modo niebla. El silencio, los paisajes y la paleta natural hacen que cada rincón parezca salido de una escena poética, de esas que se quedan contigo por días.

Sí, el Gran Hotel Budapest de Wes Anderson se inspiró parcialmente en esta ciudad. Pero más allá del guiño cinematográfico, Budapest tiene todo: arquitectura art nouveau, cafés con muebles que no han cambiado en décadas, pasteles servidos como obras de arte y un ritmo que invita a caminar despacio.

Desde la cima se ve todo: lagos, montañas, techos de pizarra. El Rigi tiene un aire tranquilo, casi como de maqueta. Los trenes que suben por sus laderas, las cabañas alineadas con precisión suiza y el silencio que acompaña todo lo convierten en el set perfecto para una historia que habla más con gestos que con palabras.

Una ciudad museo donde cada rincón tiene historia. Templos, jardines y pagodas conviven en una armonía milimétrica. Aquí, todo se siente delicado y contemplativo, como si el viento supiera que no debe soplar tan fuerte. Una mezcla de belleza antigua y equilibrio que se siente casi irreal.

Una isla solitaria en medio de un lago azul, con una iglesia que solo se puede visitar en bote. Alrededor, montañas suaves y un castillo en la colina. Todo parece diseñado con regla y compás, como si alguien hubiera dibujado el paisaje con una estética exacta en mente.

Colores terracota, formaciones rocosas imposibles y un cielo que parece pintado a mano. El Atacama tiene ese tipo de belleza rara que desconcierta. Por la noche, el silencio y las estrellas convierten este lugar en un escenario perfecto para una historia de ciencia ficción melancólica… o de redescubrimiento personal. Definitivamente este es uno de los destinos que parecen sacados de una película de Wes Anderson