A 65 kilómetros de Granada se encuentra Salobreña, una una joya tropical situada en la costa y llena de planes para disfrutar durante un fin de semana. Patrimonio, gastronomía, playa y deportes de aventura en una pequeña ciudad de poco más de 12.000 habitantes.
Un clima privilegiado
El clima subtropical de Salobreña hace que las buenas temperaturas se extiendan todo el año. Su huerta es la más beneficiada, con cultivos realmente especiales en el contexto español: aguacates, mangos, chirimoyas o guayabas. De hecho, la caña de azúcar, una plantación de carácter tropical, fue uno de sus soportes económicos durante gran parte de su historia.

Sus playas de aguas cristalinas son el lugar perfecto para practicar kayak, coger olas en una tabla de windsurf y pasar un rato haciendo paddle surf. En su costa está el parque natural de la desembocadura del río Guadalfeo, la zona preferida para los amantes de estos deportes y donde desarrolla su actividad 18 Nudos Surf Club. La claridad de sus aguas también atrae a buceadores. Una vez más, el clima subtropical ayuda a que la práctica del submarinismo pueda realizarse prácticamente durante todo el año.
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Pero no todo es deporte. Sus playas invitan al relax y al baño tranquilo. Las más famosas, de arena blanca y muy cercanas al casco histórico, son las de la Charca y la Guardia. Los curiosos también pueden explorar y encontrarse con preciosas calas, más apartadas y resguardadas. Algunas como la del Pargo y el Caletón son monumentos naturales costeros.
Un rico patrimonio
Sin embargo, Salobreña no es solo una joya tropical, es un lugar con historia. En su Museo Histórico, situado en la plaza del Ayuntamiento, hay vestigios fenicios, romanos y árabes. Sus barrios céntricos, llenos de cuestas empinadas que suben zigzagueantes hasta la fortaleza nazarí, son un recuerdo de aquellos tiempos de esplendor medieval.
La fortaleza tiene unas vistas del mar Mediterráneo impresionantes. Como estuvo en uso hasta el siglo XVIII tiene un estado de conservación envidiable. Es recomendable subir y dejarse impresionar por los paisajes de la vega y el mar. Justo abajo está el Paseo de las Flores, una opción perfecta para descansar de la subida entre la agradable vegetación urbana.

Sus calles de fachadas blancas transportan al viajero a la época nazarí. Todas estrechas, con escalones, llenas de rincones pintorescos y decoradas con flores. Entre ellas está el Pasaje de la Bóveda, con su fresca sombra, que se hizo para comunicar el barrio del Albaycín con el núcleo de la antigua Medina. En ese laberinto de callejuelas encaladas está la iglesia de Nuestra Señora del Rosario, antigua mezquita y exponente del estilo mudéjar. Destacan su puerta lateral, decorada con azulejería, y la torre, rematada con almenas escalonadas.
La guinda al paseo por el casco histórico son las vistas los miradores de Enrique Morente y el Postigo. Si el recorrido por las cuestas ha dejado el estómago vacío, el bar Pesetas es una opción muy recomendable. Abierto desde 1960, tiene las mejores vistas a Sierra Nevada desde la ciudad. Para pasar la noche, la pensión San José, con su hermoso patio, tiene una ajustada calidad-precio.
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Más allá del casco histórico
Por si no fuera poco con su envidiable entorno natural y su bello casco histórico, Salobreña ofrece otras experiencias al visitante. Una es acercarse a su característico peñón y disfrutar de la gastronomía marinera en el restaurante del mismo nombre. El Peñón, un lugar con solera y con una ubicación envidiable, tiene en carta delicias mediterráneas como los espetos, el pulpo o la paella.

Su paseo marítimo también es un lugar donde relajarse y disfrutar de la brisa mediterránea. En él hay numerosas ofertas hosteleras. Destaca El Verdejo, con su propuesta eminentemente marina preparada con técnicas modernas y mucho cariño por el producto. En cuanto a las propuestas de alojamiento, Miba es un hotel-boutique donde poder tomarse una copa con las mejores vistas de la fortaleza y las casas blancas de Salobreña, la joya tropical.