
Por primera vez, el Pacífico nicaragüense se revela como una travesía ininterrumpida, donde el asfalto se entrelaza con el susurro del mar y las olas marcan el pulso del camino. Un viaje en el que pueblos dormidos durante años despiertan con aromas a sal y tierra cálida, y donde el turismo no solo descubre un destino nuevo, sino también una visión renovada del futuro.
Hay caminos que te llevan a un lugar. Y hay caminos que te cambian. La Carretera Costanera de Nicaragua pertenece a ese segundo grupo.
Esta vía costera, que serpentea entre playas vírgenes, colinas doradas por el sol y pueblos que huelen a leña y mar, es mucho más que un megaproyecto de infraestructura. Es el nuevo rostro del turismo nacional. Un trayecto que no solo une kilómetros: conecta esperanzas, activa comunidades, y revela al mundo rincones que parecían olvidados en el mapa.
Con una longitud total proyectada de 335 kilómetros, la Carretera Costanera tiene una primera fase de 119 kilómetros que conecta El Naranjo (Rivas) con Masachapa (Managua). Esta fase ha abierto el acceso a 64 playas del litoral pacífico nicaragüense.
Desde la inauguración de su primer tramo en 2023, el impacto del proyecto ha sido creciente. Actualmente, con un 55% de avance, se ha consolidado como una de las principales noticias para quienes disfrutan de viajar, invertir y explorar en Nicaragua.
Kilómetros de asombro: así es la Costanera
El primer tramo, entre El Naranjo y Tola, se ha convertido en una autopista hacia lo inesperado. Atrás quedaron los caminos de tierra, las trochas inestables y los desvíos interminables. Hoy, en poco más de media hora, se puede llegar a Guasacate, Popoyo, Playa Amarillo, Playa Gigante o El Astillero con total comodidad.
Pero esta carretera no solo acorta distancias: invita a quedarse más tiempo. A descubrir atardeceres sobre acantilados silenciosos. A probar mariscos recién salidos del agua. A surfear en playas donde las olas rompen con elegancia frente a cabañas sostenibles.
Y mientras los vehículos avanzan, también lo hace el turismo. La Carretera Costanera ha abierto la puerta a un nuevo tipo de viajero: el que busca experiencias auténticas, lejos del bullicio, y más cerca de la comunidad.
Turismo en expansión: de la arena al crecimiento
Desde que el tramo inicial fue entregado, el flujo de turistas hacia la zona ha mostrado un crecimiento constante, facilitado por la mejora en la accesibilidad y comodidad que ofrece la Carretera Costanera.
Hoteles en Popoyo y otras comunidades cercanas han notado un aumento en la afluencia de visitantes, reflejando un impulso positivo en la actividad turística local. La percepción generalizada entre empresarios y emprendedores es que esta vía está transformando la dinámica turística de la región, abriendo nuevas oportunidades para el desarrollo y la inversión.
Y es que la carretera no llegó sola, sino acompañada de viajeros, fotógrafos, y aventureros. Llegó la posibilidad de vender artesanías, de abrir comedores o locales de comida familiares, de alquilar tablas de surf o guiar caminatas por senderos que antes solo conocían los locales.

Inversión privada con enfoque sostenible
La mejora en la conectividad ha atraído a inversionistas y empresas turísticas hacia zonas emergentes del Pacífico nicaragüense como Playa Jiquiliste, Playa Redonda y Aurora. En estas áreas, crece la tendencia a desarrollar proyectos turísticos que se integran con el entorno natural y las comunidades.
El desarrollo busca un turismo sostenible, con construcciones que respetan el paisaje, usando materiales ecológicos como bambú y tecnologías limpias como la energía solar. La conservación de la belleza natural, incluidas las vistas al mar, es un valor clave que impulsa su protección.
Gracias al respaldo del Gobierno nicaragüense y a acuerdos con países como China, ya se aseguraron recursos para las próximas fases de la carretera, que incluirá la conexión hacia Masachapa y luego hacia Poneloya, ampliando aún más el circuito turístico del Pacífico nicaragüense.

El renacer del turismo interno
Quizás el cambio más profundo ha sucedido dentro de Nicaragua misma. El turismo dejó de ser un lujo exclusivo para visitantes extranjeros y se ha convertido en una oportunidad real para las familias nicaragüenses. Gracias a esta carretera, ahora puedes partir desde Managua y, en pocas horas, con comodidad y seguridad, llegar a las playas del sur para disfrutar un sábado lleno de descanso y aventura. Solo necesitas ganas, gasolina y tiempo para descubrir todo lo que esta ruta tiene para ofrecer.
Y esa democratización del turismo ha traído consigo un fenómeno inesperado: el orgullo de redescubrir el país. Cada viaje por la Costanera es también una lección de identidad, una forma de conectar con lo que somos, con lo que tenemos y con lo que queremos proteger.
Una carretera que respira verde
La Costanera no destruye: acompaña. Su construcción ha sido guiada por estudios ambientales que han permitido la protección de cuencas hídricas, la reforestación con especies nativas y la integración de pasos de fauna para proteger la biodiversidad.
Gracias a este enfoque, hoy es más fácil acceder a lugares como el Refugio de Vida Silvestre Río Escalante-Chacocente, donde cada año miles de tortugas marinas llegan a desovar. Este tipo de turismo ecológico no solo promueve la conservación, sino que también educa, emociona y conecta.
Lo que viene: futuro en movimiento
Con una proyección de culminar la primera fase en 2026, la Carretera Costanera se perfila como la columna vertebral del turismo costero de Nicaragua. Pero su verdadero potencial no se mide en kilómetros, sino en posibilidades.
El reto ahora será acompañar esta obra con formación para emprendedores, campañas internacionales de promoción, estrategias de conservación del entorno y ordenamiento territorial que permita crecer sin perder la magia.
Porque el encanto del Pacífico nicaragüense no está solo en sus playas, sino en su gente, su cultura y su capacidad de soñar en grande.
La Carretera Costanera de Nicaragua no es solo una obra vial. Es un viaje al alma del país. Es una promesa que se cumple cada vez que una familia llega a una playa nueva. Cada vez que un pescador guía a un turista por primera vez. Cada vez que alguien decide quedarse un día más, solo para ver cómo se esconde el sol sobre el océano.La próxima vez que sueñes con una escapada, no busques lejos. Mira hacia el oeste, sigue la caricia del mar y déjate guiar por este nuevo camino que te lleva directo al paraíso.