¿Se puede viajar a Groenlandia? Conoce más sobre la isla que está en boca de todos
Panorámica de Nuuk, la capital de Groenlandia. KenWiedemann - iStock

En los últimos años, Groenlandia ha pasado de ser una inmensa mancha blanca en el mapa a convertirse en uno de los destinos más discutidos por la política y los medios de comunicación en todo el planeta. Su espectacular paisaje ártico, su creciente interés turístico y su inesperado papel en la geopolítica mundial han hecho que muchos se pregunten: ¿se puede viajar realmente a Groenlandia? La respuesta es sí, aunque hacerlo sigue siendo una experiencia tan fascinante como compleja.

Una isla entre el hielo y la historia

Con más de 2,1 millones de kilómetros cuadrados, Groenlandia es la isla más grande del mundo, cubierta en un 85 % por hielo. Pertenece al Reino de Dinamarca, aunque goza de autonomía política desde 1979, y su población apenas supera los 56.000 habitantes, la mayoría concentrados en la costa occidental.

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Un inuit descansando sobre su trineo. Mikael Svensson – iStock

Su historia está marcada por los pueblos inuit, que han habitado el Ártico durante milenios, y por la llegada de los vikingos alrededor del año 985, cuando Erik el Rojo fundó los primeros asentamientos europeos. Aquellas colonias desaparecerían con el paso de los siglos, pero sus ruinas todavía pueden visitarse en lugares como Qassiarsuk, un pequeño pueblo al sur de la isla.

Durante los siglos posteriores, Groenlandia se mantuvo en la periferia del mundo conocido, visitada por exploradores, balleneros y científicos que desafiaban el hielo. Entre los más célebres destacan Robert Peary y Knud Rasmussen, quienes a comienzos del siglo XX protagonizaron expediciones legendarias al Polo Norte.

Cómo viajar a Groenlandia hoy

Aunque forma parte del Reino de Dinamarca, Groenlandia no pertenece a la Unión Europea ni al espacio Schengen, por lo que los visitantes europeos necesitan pasaporte (aunque no visado si su estancia es corta).

Llegar hasta la isla no es sencillo, pero sí posible. No hay vuelos directos desde España, aunque existen varias rutas combinadas. Una de ellas parte desde Copenhague, donde salen vuelos regulares a Kangerlussuaq y Nuuk, operados por Air Greenland. También hay conexiones desde Reikiavik hacia varios puntos del sur y el este de Groenlandia, especialmente durante el verano. El trayecto aéreo ofrece una vista inolvidable: un mar de hielo interrumpido por montañas oscuras y fiordos que parecen sacados de otro planeta.

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Vista de Groenlandia desde un avión. Ksenia Isakova – iStock

Una vez en la isla, el transporte se complica: no hay carreteras que conecten las principales ciudades o pueblos. Los desplazamientos se realizan por avión, barco o trineo de perros según la época del año. Esa desconexión, lejos de ser un inconveniente, es parte del encanto de viajar a Groenlandia.

Turismo en Groenlandia: naturaleza extrema y cultura inuit

Viajar a Groenlandia es adentrarse en uno de los pocos territorios realmente salvajes que quedan en el planeta. Su temporada turística va de junio a septiembre, cuando las temperaturas son más suaves (entre 5 °C y 15 °C) y el sol apenas se pone. En invierno, el turismo se centra en la observación de auroras boreales y en las experiencias árticas tradicionales.

Uno de sus destinos más visitados es Ilulissat, en la costa occidental. Se trata del hogar del fiordo glaciar Kangia, declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Allí los viajeros pueden contemplar icebergs gigantes desprendiéndose del glaciar Sermeq Kujalleq, uno de los más activos del mundo.

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Aurora boreal en Ilulissat. nevereverro – iStock

Nuuk, su capital y la más pequeña del planeta, es otro de los destinos imprescindibles del gigante helado. Sus calles combinan la vida moderna con la cultura inuit. El Museo Nacional alberga las famosas momias de Qilakitsoq, de más de 500 años de antigüedad, y el Centro Cultural Katuaq ofrece conciertos, arte contemporáneo y cine ártico.

Otros puntos de interés son Qaqortoq, ubicado en el sur, que destaca por sus coloridas casas de madera y por su cercanía a las ruinas vikingas de Hvalsey. O Tasiilaq, situado en el este, que permite adentrarse en la Groenlandia más remota, con fiordos, glaciares y la posibilidad de realizar expediciones guiadas en kayak o trineo.

Aunque el gran atractivo de la isla es el turismo de aventura y de hielo, Groenlandia ofrece una rica herencia cultural del pueblo inuit. Su modo de vida se refleja en aspectos como la gastronomía (basada en pescado, focas y carne de reno), su arte tallado en hueso y su sentido de comunidad.

El cambio climático y el foco geopolítico

Pero si Groenlandia está hoy “en boca de todos”, no es solo por su belleza natural. El derretimiento acelerado del hielo ártico ha puesto a la isla en el centro de la atención internacional. Bajo su capa de hielo se esconden importantes recursos minerales y energéticos, desde tierras raras hasta petróleo y uranio.

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Paisaje ártico con icebergs de múltiples tamaños. Maridav – iStock

Países como Estados Unidos, China y Rusia observan con interés esta nueva frontera, lo que ha reavivado el debate sobre el futuro político de la isla. El mandatario estadounidense Donald Trump llegó a proponer la compra de Groenlandia a Dinamarca, una idea que fue rechazada con ironía por el Gobierno local, pero que evidenció su creciente importancia estratégica.

Además, el retroceso de los glaciares está abriendo nuevas rutas marítimas por el Ártico, lo que podría convertir a Groenlandia en un punto clave del comercio global en las próximas décadas.

Un destino que atrae al viajero consciente

El turismo en Groenlandia aún es limitado, pero crece de forma constante. En 2023, según datos de Visit Greenland, la isla recibió más de 100.000 visitantes, la mayoría procedentes de Europa y América del Norte. Las autoridades locales promueven un modelo de turismo sostenible, que respete los ecosistemas frágiles y beneficie a las comunidades inuit.

Las actividades más populares son el senderismo, el avistamiento de ballenas, los cruceros por los fiordos y las expediciones de hielo. No obstante, se trata de un destino que exige planificación: el alojamiento es escaso, los precios elevados y el clima puede cambiar en minutos.

Quienes viajan a Groenlandia lo hacen buscando el silencio, la inmensidad y la sensación de estar al borde del mundo. En un planeta cada vez más accesible y homogéneo, la isla más grande del mundo ofrece algo raro: el privilegio de lo inexplorado.