
La Rioja es sinónimo de vino, pero también lo es de paisajes emocionantes, pueblos con encanto y un ritmo de vida que invita a bajar las pulsaciones. Basta llegar en otoño o primavera para comprender por qué sus viñedos están considerados entre los más valorados del mundo: extensiones que pintan el horizonte, con colores que van del verde intenso al dorado, pasando por rojos y ocres que parecen sacados de un lienzo. Un escenario perfecto para una escapada tranquila de fin de semana, pero con múltiples planes llenos de sabor, cultura y naturaleza. Viajar a La Rioja es, sobre todo, una experiencia sensorial.
La Batalla del Clarete, una tradición única en La Rioja, España
Pueblos volcados con el vino
El corazón enoturístico por excelencia es Haro, la capital del Rioja. Aquí se encuentran algunas de las bodegas centenarias más prestigiosas de España, como Muga o López de Heredia. Pasear por su Barrio de la Estación es recorrer la historia del vino riojano, con visitas guiadas que incluyen catas, paseos entre barricas y degustaciones maridadas con productos locales. La estampa de Haro, rodeada de viñedos que se tiñen de otoño, es una de las más fotogénicas de toda La Rioja. Para rematar la experiencia, nada como disfrutar de un paseo tranquilo por su casco histórico o saborear pinchos tradicionales en la plaza de la Paz.
A pocos kilómetros, la villa medieval de Laguardia se levanta sobre una colina como si vigilara el mar de viñas que la rodea. Es uno de los pueblos más bonitos de España y un imperdible para los amantes del enoturismo. Bajo sus calles empedradas se esconde un laberinto de calados subterráneos, antiguas cuevas ahora reconvertidas en bodegas. La visita a una de ellas es casi obligatoria, con catas en espacios donde el tiempo parece detenido. Laguardia ofrece además uno de los paisajes más evocadores: un horizonte que combina viñedos, la Sierra de Cantabria y algunas de las bodegas más innovadoras, como la futurista Ysios, reconocible por su arquitectura ondulada que imita las montañas que la enmarcan.

El enoturismo en La Rioja no es sólo vino, sino también arte, arquitectura y bienestar. En Elciego, el edificio de la Ciudad del Vino del Marqués de Riscal, diseñado por Frank Gehry, es una joya que combina diseño, naturaleza y tradición vinícola. Su hotel, spa vinoterápico y restaurante con estrella Michelin convierten la visita en una experiencia de lujo y relax, ideal para los que buscan un fin de semana de desconexión y cuidados entre viñedos y gastronomía. Es también un lugar perfecto para tomar fotografías con el contraste entre los colores metálicos del edificio y los tonos terrosos del paisaje riojano.
Un entorno natural privilegiado
Para quienes desean una experiencia más natural, el Valle del Oja y Ezcaray son la alternativa. Ezcaray ofrece un entorno de montaña y viñedos, con senderos, rutas a caballo y paseos tranquilos entre casonas serranas y terrazas de bares. Es una opción ideal en primavera y otoño, cuando el color de los viñedos contrasta con el verde de los bosques. Además, Ezcaray es uno de los referentes gastronómicos de La Rioja, con restaurantes donde brillan los productos locales, desde las setas y verduras hasta el cordero y, por supuesto, los vinos de la zona.
Este pueblito de montaña de La Rioja tiene unas preciosas casas y las mejores croquetas de España
Si hablamos de vino y paisaje, el Mirador del Río Ebro, entre San Vicente de la Sonsierra y Briones, ofrece una de las vistas panorámicas más espectaculares de La Rioja. Desde allí, el visitante puede contemplar cómo los viñedos se funden con el río, los pueblos y las montañas. Briones, además, alberga uno de los museos del vino más relevantes del mundo: el Museo Vivanco de la Cultura del Vino, perfecto para entender la tradición vitivinícola desde una perspectiva histórica, artística y sensorial.

Y para un toque relajado y ligeramente urbano, Logroño es el lugar ideal para completar la escapada. La capital riojana ofrece un ambiente tranquilo, paseos por la calle Portales y, sobre todo, experiencias gastronómicas en la famosa calle Laurel, donde el maridaje entre tapas y vinos alcanza su máxima expresión. Una ciudad perfecta como base para recorrer los viñedos y bodegas de la región, con servicios, cultura y comodidad.
La Rioja invita a disfrutarla lentamente, entre paseos, paisajes dorados, visitas a viñedos, bodegas históricas y creaciones arquitectónicas que rinden homenaje al vino. Un destino pensado para los sentidos, que convierte cada escapada en un viaje hacia el sabor, la calma y el paisaje.







