Argentina está llena de recovecos productivos, desparramados por su territorio casi interminable. Muchos son polos turísticos; otros, secretos conocidos por locales y algún viajero intrépido que decidió pispear fuera de lo ordinario. El Valle del Río Negro es, tal vez, el mejor ejemplo del último caso. Un oasis largo de altura decreciente, que pinta con flores los paisajes desérticos de la Patagonia. Vides, manzanos y perales crecen felices, dando frutos de calidad excepcional, producto del arduo labor de los rionegrinos.
Las localidades del valle son varias, algunas de ellas con nombres famosos. Una en particular llama la atención por su epíteto maravilloso: Villa Regina, la perla del Valle. Paraíso de manzanas y cuna de la sidra argentina, aquella de dulzuras extremas y espíritu cooperativista.
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Pero la visión sobre la sidra cambió en estos últimos años, despegándose de su tan clásico apodo, “el champán de los pobres”. Ahora habla de calidad, de materias primas, de origen.
Para verlo en primera persona, emprendimos un viaje gastronómico junto a referentes de la industria de las bebidas: periodistas, sommeliers, bartenders, cocineros y cocineras. Así, casi como en malón (fuimos casi cincuenta personas), llegamos a Río Negro, en una combinatoria de avión y buses de distintos tamaños. La recibida, nocturna, fue bien patagónica: un cielo repleto de estrellas, aire limpísimo, silencio absoluto. Copas de sidra para empezar la travesía y algunos corderos inclinados sobre el fuego, desgrasándose poco a poco, ítem infaltable por estas latitudes.
Comenzar por el principio
El día siguiente inició temprano, con el cielo gris pero sin frío. El cansancio fue rápidamente pisoteado por una emoción galopante y salimos a conocer Pülku, el proyecto de Mariana Barrera y María Inés Caparrós, impulsoras del viaje, conocidas localmente como “las locas de la sidra”. Para romper con los estigmas del mercado y cambiar las cabezas de los consumidores, haciéndoles entender el valor agregado de un producto, hay que tener cierto grado de locura, una fibra audaz. La celebramos siempre.

Mariana nos paseó por la historia de la bodega, de la sidra y del Valle. Pülku es una pequeña empresa familiar, el sueño de sus padres, que tuvo algunos altos y otros bajos muy bajos. Madre e hija, trabajadoras incansables, la sacaron adelante y la convirtieron en referente indiscutida de la industria.
Al final del relato apareció una cara conocida (y reconocida): Hans Vinding Diers, dueño de Bodega Noemía y enólogo extraordinaire. Hans viajó por el mundo asesorando una cantidad innumerable de proyectos vitícolas y eligió Mainqué, un pueblo a pocos minutos de Regina, para sentar cabeza y comenzar el propio. “Es una zona mágica. Tenemos las mejores peras del mundo, manzanas y uvas excelentes. Yo no conozco otro lugar donde todo se dé tan bien”, comentó sobre las bondades de la región. La charla continuó con otras eminencias como Andrés Rosberg, ex presidente de la Asociación Internacional de Sommellerie, Ana Irie, Julián Díaz y Sebastián Atienza.
“En la Patagonia la naturaleza es un regalo, pero se paga caro. Hay que trabajar mucho, todo queda lejos, la logística siempre es compleja. Pero no conozco grandes proyectos donde no haya que remar”
Hans Vinding Diers

La travesía continuó por una planta empaquetadora de manzanas, Celestino, donde observamos todo su proceso de lavado, selección y empaquetado, un misterio para los ojos citadinos. Cajas girando por los techos, cascadas rojas de fruta perfecta y tecnología que las divide por tamaño e intensidad de color nos reciben dentro del edificio. Por fuera, campos blanquísimos donde tomamos infinidad de fotos y olimos los aromas más diversos (algunas flores de pera tienen olor a marisco, de verdad).
De vuelta a Chacra Don Simón, alma máter de Pülku, para cenar nuevamente. Dar de comer a tantos gastronómicos y sus paladares exigentes no es tarea sencilla, pero el Banquete del Bosque acompañó durante todo el viaje, utilizando los mejores ingredientes de la zona: no sólo corderos y conejos patagónicos, sino hierbas autóctonas que crecen escondidas entre frutales y ellos mismos descubrieron. Para seguir en tema no podía faltar el crumble de manzanas, al que se le sumaron un frangipane de peras y hasta un excelso pollo a la sidra.

El eterno retorno de Villa Regina
Último día, tocó levantarse al amanecer, la jornada sería larga. Desayuno rápido, corrida al bus y directo a Jugos S.A., una gran empresa de capital reginense que produce jugos concentrados para algunas de las industrias más importantes del mundo. Recorrimos la fábrica, disfrazados con delantal y cofia, para descubrir algunos de los secretos de la industria, que jamás develaremos.

Asado de por medio, partimos para la sede que el INTA (Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria) tiene en el Alto Valle. Allí realizan un trabajo de conservación que emociona: su banco de germoplasma guarda casi novecientas variedades de manzanas y un centenar de peras distintas, ejemplares traídos de todo el mundo.
El vuelo de regreso anunció retraso y, contrario a lo que uno pensaría, fue una bendición. Nos dio tiempo extra para disfrutar del atardecer en uno de los viñedos de Fin del Mundo, una de las bodegas más importantes del país, en Patricio del Chañar, Neuquén. Los muchachos del Banquete del Bosque volvieron a decir presente, en nuevo escenario, con una opípara mesa de pequeños bocados. Probamos lanzamientos exclusivos de la bodega, como el Special White Blend, un corte de blancas bien serio, untuoso y de final largo. El sol terminó de caer y cuando los naranjas desaparecieron del cielo, la música creció en volumen. Ya con cierto grado alcohólico en sangre comenzaron los bailes, las carcajadas fuertes y los abrazos de despedida.

Nos volvimos con un par de manzanas frescas y alguna botella de sidra en los bolsos, pero mucho más importante, con la calidez de de los reginenses y el enorme placer de haber sido testigos de la pasión con la que trabajan, el orgullo por sus tierras y el respeto por la herencia cultural que le pasaron aquellos italianos que transformaron la región para siempre.