Como un local adoptivo: Punta del Este, por Jerónimo Tellarini
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Jerónimo Tellarini es sommelier y docente. Se instaló en Punta del Este en 2017, para gerenciar Alimentos y Bebidas en un hotel de lujo. Creó su Escuela de Sommeliers, con un formato innovador en el que enseñan a principiantes los fundamentales del mundo del vino en cuatro clases, para que puedan entender la bebida sin necesidad de embarcarse en cursos largos, que a menudo quedan incompletos.

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Jerónimo Tellarini

Punta del Este es un lugar único. Confluyen muchas energías, fuerzas, culturas en una armonía increíble. Por un lado tenés el mar, que gobierna el clima prácticamente junto al viento. Si vivís acá y querés ir a la playa, tenés que pensar en cómo sopla el viento para no congelarte, así se puede curtir playa desde temprano hasta tarde en el año.

Es una ciudad muy húmeda por la influencia marina, lo que favorece a la vegetación. Una vegetación llena de perfumes, sobre todo en primavera, donde los jardines de los Chalets liberan aromas de todas las botánicas que te puedas imaginar. 

En la península, que los locales llaman “La Punta», es donde se encuentran el final del Río de la Plata con el Océano Atlántico. Hay días que se ven las diferencias del color del agua y es hermoso.

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También confluyen la cultura rural de mar con la onda cosmopolita que atrae Punta del Este, sobre todo en el verano, y se generan unos contrastes increíbles. Hay mucho campo, viñedos cerca, corderos alucinantes de la raza texel que dan un French Rack super carnoso.

La diversidad cultural se nota por que vivimos los argentinos, los brasileños y claro que los uruguayos. Punta del Este es un lugar de rincones, donde si mirás detenidamente, siempre aparecen cosas para hacer y los tiempos rinden mucho por que no hay embotellamientos.

¿Qué hacer en Punta del Este?

Ir al puerto de Punta del Este a comprar pescado -a las mesas de fileteo, no a los kioscos- es fundamental. Desde pejerreyes de agua salada, lenguados, corvinas rubias y negras hasta anchoas de banco cuando el agua esta bien fría. ¡Una vez compre atún Yellowfin fresco! Nunca más lo vi.

No se pueden dejar de probar los churros en Jugate Conmigo, el food Truck de la Gorgorita, en la curva antes de La Barra. Hay que comerlos al atardecer, en el muelle “el placer” con mate, café o una cerveza de Baltic Porter de Boar.

El restaurante más icónico de la zona, sobre la playa de José Ignacio. Comés un crudo de pescado como entrada, luego un French Rack jugoso con papas fritas y terminás con un volcán de dulce de leche con helado de banana, su postre clásico.

Pasear por el Arboretum, parar en algún mirador, bajo la sombra del los árboles. También está bueno para leer un libro en el café de la vuelta.

Hay un trayecto muy lindo para nadadores. 800 metros de ida y otros 800 de vuelta, entre el muelle Mahilos y el muelle de la Parada 3. Para los que no se animen a hacerlo solos, hay un grupo llamado NAF (nadadores de aguas frías), que sale varias veces por día, y siempre alguien está dispuesto a acompañarte.

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Sergio Arteaga / Pexels

Ideal para bajar un cambio. Comer en la Casa del Chocolate, en Espacio Pausa, en la Posta del Vaimaca o en donde encuentres lugar. Siempre es lindo, una gran forma de resetear la semana.

Si te gusta el surf, sobran las olas. Si sos inicial, normalmente la Posta del Cangrejo es una playa amigable. Poco localismo y lindo oleaje.

Y claro que sí: la carne. El asado con amigos o con familia siempre es un momento de unión. Prender la parrilla, hacer un fuego con coronilla, abrir un vino de alguna de las bodegas o viñedos que hay cerca. Imperdible.

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El vino ha crecido mucho por acá. Hay que probar Albariño, preferentemente de alguna bodega local, que tenga viñedos propios. Muchas se pueden visitar, también.

Uno de mis favoritos en La Barra. Siempre voy al Popu tomar un café con un sándwich, llevar un libro o ponerse a hablar con alguien. Van todos los personajes más variados que te puedas imaginar.