“El viajero, cada vez más, invierte en experiencias antes que en el puro confort”
Paco Gramonti

Matias Roca es el fundador y director de Agency Alure, una agencia de comunicación del sector turismo con sede en México cuya misión, como describe la propia empresa, es “inspirar y conectar”. Apuestan, en definitiva, por proyectos que proponen otra forma de viajar, centrada en destinos alternativos que no están masificaos, y en empaparse de la cultura local de los lugares que se visitan.

El turismo está en el punto de mira mediático, y no para bien. Cada vez hay más crítica social hacia la masificación de ciertos destinos, a la falta de interés por la cultura local de los lugares que se visitan, al menoscabo del entorno… Alure siempre ha apostado por seguir otro camino, por esas empresas que proponen otra manera de hacer turismo.

El sector está experimentando, en los últimos diez años, una transformación. Hay tendencias negativas que venimos arrastrando. Y por eso hay gente en ciudades como Roma, Madrid, Venecia… que se quejan hoy de esas congestiones en sus lugares más turísticos. Y de las gentrificaciones, porque los precios de las rentas empiezan a dispararse por culpa del auge de los pisos turísticos. Pero al mismo tiempo, está surgiendo un turismo de vanguardia. Muchas veces, asociado a un turismo de lujo, pero no siempre. Hay muchas propuestas para diferentes economías que proponen el ‘slow travel’.

¿Qué significa exactamente ese anglicismo?

Buscar, descubrir y explorar destinos que no están tan vistos, gente que busca conexiones auténticas, y eso es algo positivo.

¿Puedes darme algún ejemplo?

En París, la ciudad más visitada del mundo, hay barrios como Sain Germain, que antes estaban al margen, y ahora atraen a ese turismo de alta gama, que busca hoteles boutique, o de pequeños propietarios, fuera de las grandes cadenas.

¿Qué papel juegan las nuevas generaciones en este nuevo turismo?

Hasta ahora, primaba el concepto “visitar 20 ciudades en 15 días”, con ofertas como el Inter Rail en Europa, con los que puedes coleccionar sellos en un pasaporte, pero no te da la experiencia profunda, que te va transformar cuando vuelvas casa. Creo que ahora, los jóvenes buscan más tomarse un café en una cafetería local, o visitar ese barrio emergente, antes que ir a lo tradicional: los típicos museos, monumentos…

El viajero, cada vez más, busca entornos rurales. ¿Es una moda pasajera, o realmente responde a la necesidad de estar en contacto con la naturaleza, sobre todo para quienes viven en las grandes ciudades?

El turismo de naturaleza ha sido un bum en los últimos cinco años. Los safaris son el destino estrella ahora en Latinoamérica, por ejemplo, para la gente que se lo puede permitir económicamente. También el turismo de expedición, por ejemplo, ir a Groenlandia, con la segunda masa de hielo continental más grande del mundo. Va gente que no quiere encontrarse con nadie. Y movimientos como Cittaslow, que empezó en Italia, y tiene ya municipios adscritos en todo el mundo, también en Colombia, por ejemplo. Hay uno pequeño, llamado Pijao, en el que vas a la plaza y pides el café local y lo compartes con sus lugareños. Es un turismo ‘slow’, o sea, lento, en el que exploras lugares en la naturaleza, aún por descubrir. Y experimentas esa vida más lenta que te da el contexto: sin coches, sin hordas de turistas. Incluso hoteles icónicos en lugares muy turísticos, como el Marbella Club, tiende a eso, busca más amplitud, tener terreno en el que no edifica para que el huésped tenga más espacio. Y hay un componente humano muy positivo en esta transformación. Te pongo un ejemplo: un pueblo olvidado, con una actividad económica que ya no funciona. Es Bahía Bustamante, en la Patagonia argentina. Tiene poco más de 500 habitantes, y hasta hace poco vivía de la extracción de algas para la industria cosmética. Hoy es un ‘lodge’ con áreas de conservación, que el New York Times ha considerado “las Galápagos de Argentina”. Si vas allí vivirás una experiencia en una de sus ocho cabañas, atendidas por sus dueños, con un viñedo a la orilla del mar, y con acceso a mucha biodiversidad: puedes ver pingüinos, orcas, lobos marinos… Son lugares que recuperan su esencia.

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Y ese tipo de turismo al margen, ¿debe ser necesariamente caro?

No, el turista que busca experiencias, tiene muchas opciones, Volviendo a Patagonia, puedes hospedarte en Explora, un hotel de unos 1.500 dólares la noche, viendo desde tu ventana las Torres del Paine, o en un campamento ecológico de los de por allí, que te cuesta mucho menos, y en el que te llevan por rutas alternativas.

Entonces, ¿qué es el turismo de lujo?

Según cómo se mire. Quien tenga el dinero y viaje a París, querrá el hotel más lujoso. Pero también hay gente con mucho dinero que lo invierte en dormir en una tienda de campaña con un experto en fotografía de naturaleza de National Geographic, y tener una experiencia increíble. Ahora, el nuevo viajero prioriza el ‘software’ del viaje antes que el ‘hardware’. Busca experiencias.

¿Se valora, entonces, la experiencia por encima del puro confort?

Sí, y la pandemia lo aceleró. Cuanto más dinero tiene determinado tipo de cliente, más lo quiere invertir en regresar mejor de lo que se fue. Y esto tiene una faceta holística. Busca conectar con lo local, y un hotel que le dé las posibilidades de seguir terapias saludables. Cada vez más, el turismo va en esa dirección.

Alure es una marca en sí misma en este sentido. Se enfoca en las experiencias. Cuando lo fundaste, ¿tenías esta idea ya en la cabeza?

Yo, en lo personal, vengo de un lugar en el que conecté con la naturaleza desde muy chico. Mi padre me hablaba mucho de la Antártida, a donde viajó en los setenta. Mi abuela era de la alta sociedad, muy viajada, pianista… Viajaba a China y me traía de allí. Era muy espiritual también. Yo heredé todo eso, de hecho, tengo una certificación de maestro de yoga. Entré en este proyecto empresarial influido por todas esas raíces que me han nutrido. Y eso me lleva a transitar fuera de los cánones del turismo implantados en las últimas décadas. Y esto supone formar parte de proyectos chiquitos como el de Quark Expeditions, una compañía que se dedica a llevar a gente a las regiones polares para que tomen conciencia de la importancia de su conservación. Tuvimos una propuesta de otra compañía más grande, pero optamos por la más pequeña, más acorde con nuestras convicciones.

¿Qué convicciones?

Esto va más allá de una estrategia empresarial, es una responsabilidad que tenemos como agencia: entender la problemática que como sociedad tenemos hoy, y cómo, desde nuestra posición, de forma constructiva, podemos crear nuevos modelos de viaje que sean positivos para todos. Un claro ejemplo es nuestra alianza con Wilderness, los safaris de África que tienen una clara prioridad: la conservación del entorno y la protección de las comunidades.