Hay viajes que no solo se recuerdan, se quedan grabados como parte de quienes somos. Nuestra luna de miel en Sudáfrica fue eso: una búsqueda intencional de belleza, significado y conexión profunda con la naturaleza, vivida desde un lugar auténticamente humano.
Ubuntu Travel, la agencia para este viaje, tradujo nuestras ideas en un recorrido hecho a medida, con sensibilidad, intención y atención al detalle. Queríamos alejarnos del ruido y de lo predecible. Además de entender cada destino desde adentro.
Sudáfrica a medida: la grandeza de lo indómito
Una inmersión en el corazón de la vida salvaje
Nuestro viaje empezó en &Beyond Tengile River Lodge, dentro de la reserva privada de Sabi Sand. Aterrizamos en una pista remota, donde el lujo no se mide en exceso, sino en la posibilidad de vivir al ritmo de lo salvaje. El lodge está ubicado justo sobre una curva del río Sand, y desde cada suite elevada se aprecian vistas abiertas del agua y de la vida que fluye en sus orillas. Construido con piedra, madera y techos de arena, el diseño se funde con el paisaje, mientras los interiores celebran la identidad local con mobiliario hecho a mano y textiles pintados por artesanos sudafricanos.
Nuestra suite —con terraza y piscina privada— tenía también un balcón con vistas al río. Desde ahí vimos búfalos tomar agua, hipopótamos desplazarse con calma y días que pasaban sin interrupciones.
12 días de lujo inolvidable en Sudáfrica
Cada game drive nos acercó a escenas memorables: leonas cazando al amanecer, elefantes cruzando frente a nuestra camioneta 4×4, y un leopardo descansando en la copa de un árbol. Lo que diferencia a &Beyond Tengile River Lodge no es solo lo que ves, sino cómo lo vives. Aquí los guías no solo conocen el terreno, conocen las historias. El safari se vuelve íntimo, profundo y privilegiado, con acceso exclusivo a más de 10 mil hectáreas sin compartir espacio con otros vehículos. Todo está pensado para que el contacto con la naturaleza sea auténtico, cómodo y sin interferencias.
La cocina sigue esa misma filosofía: sabores intensos como el springbok o el carpaccio de avestruz se presentan con elegancia discreta, como una extensión natural del lugar.
De observadores en Tengile a protagonistas en Phinda Forest Lodge
La llegada a &Beyond Phinda Forest Lodge ya es una historia para contar: la avioneta tuvo que dar vueltas mientras un grupo de jirafas cruzaba la pista. Aquí la naturaleza marca el ritmo. El lodge, elevado entre los árboles del sand forest, ofrece suites de vidrio que parecen flotar sobre la vegetación, inmersas en el susurro constante del bosque.
Hay algo en este ecosistema que despierta recuerdos antiguos. Para quienes crecimos viendo El Rey León, África siempre estuvo cargada de una promesa: la de paisajes infinitos, luz dorada, animales en libertad y una conexión profunda con lo esencial. En &Beyond Phinda Forest Lodge, esa imagen dejó de ser una fantasía de nuestra niñez para volverse real. La tierra, el aire, el movimiento de los animales, todo nos hacía sentir parte de algo que habíamos imaginado desde niños.
Durante un game drive presenciamos una de las escenas más poderosas del viaje: dos chitas cazando con sincronía perfecta. Es un recordatorio de que en Phinda estás dentro de un ecosistema vivo, restaurado de forma extraordinaria. Lo que antes fue tierra agrícola degradada hoy acoge a más de 20 especies grandes re-introducidas, como elefantes, leones, rinocerontes y, por supuesto, chitas. Este proyecto forma parte de un modelo de conservación que combina regeneración ambiental con desarrollo comunitario.
Esa visión no se limita a los animales más conocidos. &Beyond Phinda Private Game Reserve lidera un ambicioso programa de reintroducción del pangolín terrestre de Temminck, una especie que había desaparecido por completo en la región. Desde 2019, ejemplares rescatados del tráfico han sido rehabilitados, equipados con rastreadores y liberados en la reserva. “Nuestro objetivo es que esta población sea viable a largo plazo. Algunos ya han tenido crías en libertad, y eso lo cambia todo”, nos comparte Charli de Vos, Ecological Manager en &Beyond Phinda Private Game Reserve.
Antes de irnos, pasamos por el Safari Shop, una parada obligada. Las artesanías hechas por mujeres de la comunidad Zulu tienen alma y propósito. Son el tipo de recuerdo que realmente vale la pena llevarte.
Ciudad del Cabo, una ciudad enmarcada por montañas
Después de días de conexión profunda con la naturaleza, aterrizar en Ciudad del Cabo fue como cambiar de canal sin perder el hilo. De pronto, estábamos en una ciudad vibrante, creativa y con una personalidad que se siente desde el primer vistazo. Nuestro punto de partida fue The Silo Hotel, probablemente el más icónico de la ciudad. No por su fama, sino por su presencia: una estructura brutalista sobre el antiguo silo de granos del Waterfront, transformada en galería habitable. Desde la terraza hasta la habitación, todo está pensado para que el arte, la luz y las vistas te acompañen.
Una mañana, después de un brunch sin prisa en nuestra habitación, mesa junto a la ventana, buena música y la silueta majestuosa de Table Mountain al fondo, decidimos rentar un Shelby Cobra descapotable y salir a recorrer la Chapman’s Peak Drive, una de las rutas más escénicas del mundo. Acantilados a un lado, mar abierto al otro, curvas de película y esa sensación de estar exactamente donde querías estar. Cape Town tiene eso: mezcla el vértigo con la belleza sin esfuerzo.
En Ciudad del Cabo, si algo nos sorprendió tanto como sus paisajes, fue su cocina. Probamos Belly of the Beast, un restaurante íntimo y sin carta fija, donde cada plato tiene personalidad propia y sabores que celebran lo mejor de la cocina local. Para desayunar, recomendamos The Strangers Club, un oasis verde y relajado con platos frescos. Y si estás por Kloof Street, hay varios imperdibles: Kloof Street House, una experiencia tanto enigmática como íntima, Zuney, ideal para una buena hamburguesa de wagyu, y Blondie, que combina buena música, platos creativos y esa energía que te hace querer volver al día siguiente.
Última parada: la región vinícola
Salimos de Ciudad del Cabo rumbo a Franschhoek, y en el camino hicimos una escala que bien podría ser destino por sí sola: Stellenbosch. Este pequeño pueblo de raíces holandesas conserva una elegancia atemporal, con calles sombreadas por robles, casas de estilo Cape Dutch y bodegas que cuentan historias de generaciones enteras dedicadas al vino.
Ya en Franschhoek, el paisaje se abre en viñedos, colinas onduladas y montañas que parecen pintar el horizonte. Nuestra estadía fue en La Residence, el hotel de The Royal Portfolio, escondido entre los viñedos como un secreto bien guardado. Liz Biden, su creadora, transformó una antigua granja en un universo exuberante donde cada suite tiene alma propia: muebles antiguos, tapices, mármol, candelabros y ventanales que hacen del paisaje parte del interior. Afuera, los jardines parecen escenarios de otra época, con pavorreales cruzando entre fuentes y caballos miniatura descansando bajo los árboles.
Los días transcurren al ritmo que impone la naturaleza: catas sin prisa, caminatas bajo árboles frutales, libros leídos junto a la piscina, y esa sensación de estar exactamente donde uno quiere estar. Para quienes buscan aún más privacidad, La Residence también cuenta con Franschhoek House, una villa independiente dentro de la misma zona, con diseño refinado y vistas espectaculares.
El valle está lleno de experiencias memorables. Recomendamos Babylonstoren, con su jardín botánico y enfoque biodinámico, y Delaire Graff, donde el vino se encuentra con arte contemporáneo y una de las vistas más icónicas de la región. Cada parada ofrece una versión distinta del lujo relajado que define esta zona del país.
Lo que hizo única esta luna de miel no fue sólo la locación, sino cómo la vivimos. Con Ubuntu Travel, cada paso estuvo marcado por una curaduría impecable y un entendimiento sutil de lo que buscábamos: belleza, autenticidad y conexión real. Así, Sudáfrica no fue solo un destino, sino una colección de lugares que supieron convertirse en parte de nuestra historia.
