
Ubicada a 3.050 m s.n.m, las ruinas de Choquequirao son una referencia para los amantes de las caminatas y la arqueología del Perú. En efecto, el tiempo la ha hecho conocida como la “hermana de Machu Picchu” por la dimensión de su territorio, sus dignas terrazas, los paisajes y nevados impetuosos que la rodean y, por supuesto, por estar ubicada en Cusco.
Lo cierto es solo se conoce el 30% del monumental vestigio, pues el resto aún yace bajo la vegetación vigorosa de la ceja de selva, explica Eliana Baltazar, responsable de la subgerencia de articulación comercial de turismo, artesanía y exportaciones del Gobierno Regional de Cusco.
Justamente, para Baltazar –quien antes de desempeñarse en la función pública fue guía de turismo y ha visitado las ruinas– el principal atractivo de Choquequirao es la caminata, que junto a los caballos, con el único medio disponible hasta ahora poder visitarlo.
“El cañón del Apurímac es espectacular. Es como una ‘v’”, dice Baltazar, para referirse a esa impresión inamovible de la memoria de quien se atreve a dicha geografía. En efecto, atravesar el estruendoso río que admiró José María Arguedas, descenderlo para luego ascenderlo, es una experiencia físicamente desafiante, a la vez que sublime.

El reto: la caminata
Para iniciar la aventura, es necesario llegar primero al pueblo de Cachora, a 2.902 m s.n.m. en Apurímac, y luego dirigirse al paraje de Capuliyoc, a 2.910 m s.n.m, explica el guía de montaña Luis Canales, especializado en Choquequirao.
En este punto, ya se puede dimensionar, mirando el horizonte, la intensidad y adrenalina que prometen los próximos cuatro días, tiempo mínimo requerido para el trek de 47 kilómetros (21 de ida, 21 de regreso y 5 kilómetros de recorrido en las ruinas).
La caminata inicia en Capuliyoc, donde se paga una entrada de S/60 (US$16,4).
El día 1, se desciende en zigzag hasta Chiquisca, un campamento ubicado a 2 kilómetros del río Apurimac, donde la mayoría de los turistas pasan la noche.

El día 2, se atraviesa el puente que cruza el río Apurimac y se retoma el ritmo serpenteante del sendero hasta el pueblo de Marampata, puerta de entrada de las ruinas. En esta pequeña localidad, hay hospedajes, restaurantes, tiendas y lugares donde acampar.
Maravillas en Choquequirao
El día 3, se visitan las ruinas, cuyo recorrido abarca 9 sectores, que incluyen dos plazas principales, andenes gigantes, almacenes y depósitos, un templo, andenes monumentales y sagrados y los pintorescos “Andenes de la Llamas del Sol”.
Canales recomienda no dejar de visitar este último sector (“Andenes de la Llamas del Sol”). Justamente, para el guía, son las figuras de llamas elaboradas con piedras blancas incrustadas en los andenes las que hacen de Choquequirao un lugar “espectacular”. “Son llamas grandes y pequeñas, como si fuesen crías”, describe Canales, a la vez que indica que también es posible ver en los andenes una figura de serpiente, realizada con la misma técnica (piedras blancas incrustadas sobre murales de piedras grises trituradas). Canales observa –citando información de historiadores– que la andenería de Choquequirao fue construida mirando al Oeste (hacia el atardecer), por lo que se cree que además de funcionar como un lugar de paso entre los Andes y la selva, también era un centro de adoración al Sol.

Otro sector imperdible es ‘Paqchayoq’, un conjunto de más de cien andenes, recientemente restaurados. Llegar a esta zona del complejo arqueológico exige bajar para luego volver a subir, lo cual puede desalentar a los caminantes durante su tercer día de aventura, dice Canales. Para quienes decidan dejarlo para la próxima, el guía señala que dichas obras también se pueden apreciar durante el trek.



Ese mismo día, los turistas comienzan su retorno a Cusco, realizando noche usualmente en playa Rosalinda.
Cabe indicar que la mejor temporada para realizar la caminata es abril a noviembre, al ser temporada seca (sin lluvias), sugiere Baltazar.