Arte, selva y arquitectura: el asombroso museo que redefine la idea de un paraíso cultural
"Máquina de visualización" del artista islandés-danés Olafur Eliasson, una instalación tipo caleidoscopio en Inhotim. Crédito:Alexandre F. Fagundes/Shutterstock

Gran parte de Brasil desafía la imaginación: el interminable horizonte de São Paulo, las playas de Río de Janeiro que se curvan entre monolitos de granito y las piscinas color aguamarina atrapadas entre las dunas de Lençóis Maranhenses. A esa lista hay que sumar Inhotim, un museo al aire libre en el corazón de la selva de Minas Gerais que rompe cualquier idea convencional sobre lo que puede ser un espacio de arte contemporáneo.

En Inhotim, la escala es parte de la experiencia. Al llegar, el mapa del complejo —más parecido a un plano del metro que a una guía turística— deja claro que no se trata de un museo común. Ocho kilómetros de senderos, 24 galerías y 29 obras site-specific se distribuyen a lo largo de 142 hectáreas de exuberante jardín botánico. “No bromeamos cuando decimos que dos días es el tiempo recomendado”, comenta un miembro del equipo.

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SOPA Images/LightRocket/Getty Images

«Red Shift», del artista visual brasileño Cildo Meireles, en el Instituto Inhotim

Desde su apertura en 2006, Inhotim ha atraído a viajeros y amantes del arte de todo el mundo, que vuelan hasta Belo Horizonte solo para recorrer sus paisajes artísticos. Hasta hace poco, las excursiones de un día resultaban agotadoras —el museo está a 90 minutos en auto desde la ciudad—, pero eso cambió con la inauguración del Clara Arte Resort, en 2024, dentro del mismo recinto.

El resort, con 46 bungalows (y planes de expansión), combina la estética botánica del museo con un diseño biofílico que integra vegetación en cada rincón, incluso sobresaliendo desde los techos. Los huéspedes disfrutan de piscina climatizada, spa, sauna, gimnasio y chimeneas privadas con balcones que miran al bosque o las montañas.

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Clara Arte Resort

La piscina del Clara Arte Resort

Una visita a Inhotim depende del clima —entre diciembre y febrero, la lluvia es parte del paisaje—, pero incluso así, la experiencia resulta inolvidable. La monumental obra de Adriana Varejão, la galería suspendida de Rodrigo Cerviño López y la poética Galería Claudia Andujar, que hoy exhibe obras de artistas indígenas junto a las de la fotógrafa suiza-brasileña, son solo algunas de las joyas imperdibles.

Y para los amantes de las instalaciones inmersivas, “Shift to the Red” de Cildo Meireles es una parada obligada: una habitación completamente teñida del mismo tono de rojo, desde las paredes hasta el último mueble, que redefine la percepción del color y el espacio.

Inhotim no es solo un museo; es una experiencia sensorial y cultural que celebra la conexión entre el arte, la naturaleza y el tiempo.