Guiados por cielos patagónicos: el descubrimiento de una nueva localidad vitivinícola en Argentina
Familia Miretti-González. Cortesía

Alejandra González y Mariano Miretti, matrimonio de docentes, llegaron a Gualjaina en 2010 para trabajar como directivos escolares. Una localidad poco conocida de la provincia argentina de Chubut, en plena Patagonia. Dos años más tarde tomaron una decisión audaz: embarcarse en un proyecto vitivinícola en una zona desconocida para la industria. La apuesta comenzó con unas plantas de pinot noir que no duraron demasiado, un poco por el clima extremo, otro poco por la falta de experiencia. 

Pero la situación no desanimó a la familia. En 2015 volvieron a plantar su terreno, ahora con Chardonnay. El experimento funcionó. Poco a poco fueron comprando vides y hoy la población llega a 4 mil ejemplares. La viticultura es un ejercicio de paciencia, y la primera vendimia se hizo en 2020 (por suerte, un año muy tranquilo). A partir de ahí, microvinificaciones: un poquito de esto, algo de aquello. El objetivo no era dar con un vino terminado, sino descubrir el potencial de un terroir desconocido hasta el momento. El próximo año salieron los vinos al mercado bajo el nombre “Cielos de Gualjaina”. 

Como los Miretti son temerarios, presentaron esa misma añada -reitero, la primera- a Tim Atkins. Sí, al Master of Wines, al crítico de vinos más influyente del mundo. Evidentemente sabían lo que hacían, porque todas las etiquetas se llevaron 92 puntos. 

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cortesía Cielos de Gualjaina

Descubrir una tierra

Gualjaina forma parte del departamento de Cushamen, en medio de la meseta chubutense. A unos kilómetros del pueblo se encuentra la finca, enmarcada por los arroyos Lepa y Pescado. A pesar de lo que uno podría suponer, la región es semiárida y las temperaturas pueden llegar a los 30°C en los veranos. La amplitud térmica, exposición solar y composición de los suelos -de carácter aluvional con aportes de ceniza volcánica- conforman un terroir único e irrepetible. Esas cualidades se transfieren a las botellas. 

Hoy cultivan chardonnay, gewürztraminer y merlot. En un futuro no muy lejano piensan incorporar riesling y pinot noir, esa cepa rebelde que no les quiso dar una mano para comenzar el proyecto. Los trabajos en viñedo son biodinámicos, la vinificación rescata métodos ancestrales como el uso de ánforas -de gres patagónico, otra vez haciendo hincapié en el terruño- y la crianza con velo. Alguna barrica neutra, de varios usos, hace su aparición. Los vinos son complejos pero mantienen frescura, con la identidad inconfundible de la tierra que los pare. La acidez es alta, baila por la boca y emociona. Hacen poquitas botellas, de cruzarse con alguna, no duden y pruébenla.