
Mientras en gran parte de Europa la Navidad se vive entre abrigos gruesos, cielos encapotados y calles iluminadas, Marruecos emerge como una alternativa vibrante, soleada y sorprendentemente cercana. Viajar al país magrebí en diciembre es descubrir un destino que combina exotismo y comodidad, tradición y modernidad, calma desértica y bullicio urbano. Todo ello con temperaturas agradables que invitan a salir, pasear y saborear su rica gastronomía. No es extraño que cada año más viajeros busquen pasar la Navidad en Marruecos, un destino perfecto para cambiar de ambiente sin renunciar a la proximidad.
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Quienes aterrizan en Marrakech durante estas fechas encuentran una ciudad repleta de vida. Con temperaturas suaves que rondan los 18-22ºC, la experiencia es completamente diferente a la de una Navidad europea. Pasear por los zocos de la medina, entre aromas de especias, artesanía local y teterías llenas de encanto, permite sumergirse en una celebración distinta, donde el tiempo transcurre a otro ritmo. La plaza de Jemaa el-Fna, siempre animada, reúne músicos, narradores y puestos de comida que invitan a probar tajines, cuscús o dulces recién preparados. Aunque Marruecos no celebra la Navidad como tal, muchas riads y hoteles ofrecen cenas especiales o veladas temáticas para quienes desean mantener un toque festivo.
Naturaleza impresionante y playas de primera calidad

El desierto, uno de los grandes atractivos del país, adquiere un encanto especial en diciembre. La temperatura es más fresca y agradable, lo que convierte esta época en la ideal para adentrarse en las dunas de Merzouga o Zagora. Ver el amanecer teñir de naranja la arena o dormir en un campamento bereber bajo un cielo absolutamente estrellado son experiencias que no existen en España y que convierten el viaje en un recuerdo imborrable. Estos campamentos cuentan, además, con todas las comodidades necesarias: duchas, electricidad e incluso opciones de alojamiento de lujo para quienes quieren vivir la aventura sin renunciar al confort. La Navidad en el desierto es íntima, silenciosa y profundamente evocadora, perfecta para quienes buscan desconexión.
Pero Marruecos no es solo Marrakech ni solo dunas. Quienes prefieren una escapada más tranquila encuentran en Essaouira una alternativa costera ideal. Este pequeño puerto atlántico, con su medina blanca frente al mar, es perfecto para pasear sin prisas, disfrutar de su ambiente artístico o detenerse en uno de sus cafés frente a las murallas. El clima templado, más suave que en las zonas del interior, permite incluso dar largos paseos por la playa o practicar deportes acuáticos como el kitesurf. Para muchos viajeros, Essaouira representa la faceta más relajada del país, un refugio ideal para pasar unas fiestas lejos del ruido.
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Una cordillera de ensueño
Los amantes de la naturaleza encuentran en el Alto Atlas un destino inesperado para Navidad. En las zonas más altas puede haber nieve, pero las localidades situadas en la base de las montañas mantienen un clima suave y ofrecen rutas de senderismo, valles fértiles y pequeñas aldeas donde descubrir la vida bereber. El valle de Ourika, a poca distancia de Marrakech, es uno de los lugares más visitados en estas fechas, y combina paisajes espectaculares con la posibilidad de comer en pequeños restaurantes junto a ríos y terrazas.
Opciones en familia
Para quienes viajan en familia, ciudades como Casablanca o Rabat proponen una Navidad diferente pero cómoda. Sus amplios bulevares, museos, zonas verdes y cafés modernos hacen que el choque cultural sea menor y que los desplazamientos resulten más fáciles. Casablanca, con su icónica Mezquita Hassan II frente al océano, sorprende por su arquitectura monumental. Por otro lado, Rabat ofrece un ambiente más sereno, perfecto para recorrer la Kasbah de los Oudayas o visitar su Patrimonio Mundial de la UNESCO.

Otra opción cada vez más popular es Fez, la capital cultural del país. Su medina medieval, considerada una de las más grandes y mejor conservadas del mundo árabe, ofrece un viaje en el tiempo. Diciembre es un mes ideal para recorrerla sin el calor agobiante del verano, descubriendo talleres de curtidores, madrasas históricas y artesanos que conservan técnicas tradicionales. Es un destino magnífico para los amantes de la historia, que además pueden completar su viaje con una escapada a la ciudad azul de Chefchaouen.
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Uno de los motivos por los que Marruecos se ha vuelto tan atractivo para viajar en Navidad es su excelente conexión con España. En menos de dos horas de vuelo se cambia por completo de paisaje, cultura, gastronomía y ritmo vital. El país también ofrece una amplia oferta hotelera: desde riads con encanto escondidos en callejones de la medina hasta hoteles de cinco estrellas con spa, piscina climatizada y restaurantes internacionales.
Viajar a Marruecos en estas fechas significa abrirse a una Navidad diferente, donde el sol, la hospitalidad y la variedad de paisajes crean una experiencia vibrante y accesible. Un destino cercano, cálido y sorprendente que demuestra que hay muchas maneras de celebrar el fin de año.







