Omán, equilibrio perfecto entre adrenalina y calma

Omán sorprende por sus contrastes entre paisajes que no dejan indiferente a ningún visitante. En un mismo viaje se puede disfrutar tanto de increíbles rutas de montaña a más de 3.000 metros de altura como de hacer buceo entre fértiles corrientes marinas. La exuberancia de la naturaleza de Omán invita a lanzarse a la aventura con la sensación de serenidad y calma que da el placer de viajar. 

Arrecifes de corales y peces de colores

Los apasionados del agua y la aventura están de suerte en Omán. Este país agasaja a quien disfruta de la adrenalina con emociones subacuáticas. Bucear en Omán no es solo una actividad: es descubrir otro país bajo el agua, un universo donde la aventura se mezcla con el silencio y la calma con la emoción.

En la Costa de las Islas Daymaniyat, al norte de Mascate, hay una parada obligatoria para los amantes del buceo y del snorkel para poder disfrutar la joya submarina del país. Es un pequeño archipiélago protegido compuesto por nueve islotes de roca volcánica, rodeados de agua turquesa. Una increíble reserva marina donde el tiempo parece haberse detenido. Sumergirse entre corales que cubren las rocas, como alfombras vivas plagadas de intensos colores, es una delicia para el buceador que disfruta entre bancos de barracudas, tortugas verdes y juguetones delfines mulares que aparecen entre las olas.

La visibilidad marina en esta zona, gracias a las increíbles aguas cristalinas, puede superar los 20 metros y la temperatura del agua ronda los 27 grados casi todo el año. El mejor escenario posible para ser el protagonista de una increíble jornada de submarinismo.

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Polvo, arena y agua

A unas tres horas de Mascate, por unas carreteras recién estrenadas, la primera sorpresa que brinda Omán es el agua que emana entre las rocas y el polvo, en los lugares más insospechados de Ash Sharqiyah, un imponente desierto. El horizonte se puebla de wadis, espectaculares cañones con piscinas cristalinas, que esconden oasis con frondosas palmeras y toboganes en la roca caliza esculpidos por el viento y el agua, como en Wadi Bani Khalid.

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No muy lejos, el desierto reta a quien le guste la aventura ofreciendo un paisaje lleno de dunas anaranjadas y ondulantes que cambian al compás de las corrientes de viento. Aquí los 4×4 suben y bajan bailando de forma caprichosa con las dunas. Es cierto que a Omán le falta nieve pero el desierto ofrece, para los más aventureros, la oportunidad de hacer sandboard al atardecer entre laderas de arena suave y dorada, justo antes de llegar al campamento beduino donde se va a disfrutar de una de las experiencias más inolvidables que regala Omán al viajero: dormir bajo una manta de estrellas tan cálidas como la hospitalidad de los omaníes.

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Para llegar a uno de los wadis más bellos de esta región, Wadi Shab, hay que hacer una caminata de una hora entre acantilados y riachuelos que es una delicia para la vista. Esta ruta termina con una refrescante sorpresa para recompensar el esfuerzo del camino: unas pozas de agua esmeralda y una cueva escondida a la que se debe acceder nadando.

Fiordos y rayas moteadas

Musandam y sus montañas afiladas solo se pueden explorar bordeándolas en barco, así que este es el momento para disfrutar de una experiencia imprescindible a bordo de un dhow por los canales de Khor Ash Sham. Mientras se navega entre acantilados, buceando en las aguas celestes, los delfines hacen de amables anfitriones acompañando las embarcaciones.

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Más al norte de Omán, hay un lugar que hace las delicias de todos aquellos que les encanta perderse andando entre fiordos escarpados salvajes y disfrutar de alguno de los mejores puntos de buceo del Índico.

En enclaves tan pintorescos como Lima Rock, Ras Marovi u Octopus Rock en sus profundidades marinas pululan rayas moteadas, morenas, tiburones de arrecife y cuevas que invitan a entrar como catedrales submarinas. Tras un día surcando las aguas omaníes, el horizonte regala una puesta de sol difícil de olvidar, haciendo que bajen las pulsaciones de un increíble día de aventura.

Montañas y aldeas suspendidas en el vacío

Omán muestra muchas caras para el ojo curioso que mira con detalle. Su paisaje interior invita a descubrir impresionantes picos y caminatas que no dejan indiferente a aquellos que les gusta los contrastes, como es el caso del impacto visual del Jebel Shams, el techo de Omán y uno de los paisajes más vertiginosos de la Península Arábiga. Este pico llega a los 3.000 metros de altura, la cima más alta que nos ofrece el sultanato de Omán, con unas vistas increíbles al profundo Wadi Ghul. Se puede ascender esta montaña por el Balcony Walk, su sendero más famoso. Este camino de unos cinco kilómetros invita a serpentear entre precipicios y aldeas abandonadas, como Sab Bani Khamis, que parecen suspendidas en el vacío.

Hasta aquí llegan los aventureros por el desafío de la montaña, pero les atrapa el silencio, solo interrumpido por el sonido del viento puliendo las paredes del cañón y el eco lejano de alguna cabra.

Terraza de cultivo y coloridos rosales

Si las montañas son la debilidad del viajero, entonces Jebel Akhdar pondrá la nota amable, sin perder esencia aventurera. Los omanís la llaman “la montaña verde”, y ahora toca llenar el ojo con ese color tras pasar por oasis de terracota y aguas turquesas.

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Esta montaña se caracteriza por estar repleta de terrazas de cultivo que arañan las laderas y senderos abarrotados de rosales dando un toque de color vibrante al paisaje. Se pueden realizar caminatas entre aldeas, disfrutar de la experiencia de realizar una vía ferrata, escalar acantilados o lanzarse en rappel hacia el vacío.

Omán enseña que la aventura no siempre significa riesgo: a veces es simplemente la emoción de estar en un lugar donde el mundo parece empezar de nuevo.

Más información: https://experienceoman.om/