Nueva York vivió un momento inesperado y vibrante cuando, minutos antes de las 7 p.m., el icónico corredor de Grand Central se llenó de música, ritmo y alegría dominicana. Como parte de una jornada especial de activaciones culturales, República Dominicana sorprendió a cientos de viajeros (locales y globales) con una presentación liderada por el legendario merenguero Toño Rosario, quien convirtió la rutina del metro en una fiesta de energía caribeña.
La acción formó parte de una estrategia que el país desplegará durante varias semanas en distintos puntos de la ciudad, con el objetivo de conectar con un público diverso —residentes, viajeros, creativos, ejecutivos y transeúntes— que transita uno de los sistemas de movilidad más concurridos del mundo. La elección del subway no fue casual: Grand Central–42nd Street representa un punto neurálgico donde millones de historias se cruzan cada día, convirtiéndolo en un espacio ideal para un encuentro cultural inesperado.

El ministro de turismo, David Collado, presentó esta intervención como un esfuerzo para llevar el espíritu dominicano al corazón urbano de Nueva York, reforzando la presencia del destino en uno de sus mercados estratégicos más importantes. Su mensaje subrayó cómo la cultura, la música y la hospitalidad pueden convertirse en herramientas poderosas para inspirar el deseo de viaje y transmitir la identidad de un país más allá de sus fronteras.
Entre aplausos, sonrisas y celulares levantados para capturar el momento, la estación se transformó en un escenario festivo donde neoyorquinos y turistas se unieron en un baile espontáneo. El merengue llenó los pasillos, y lo que inició como una sorpresa terminó siendo un recuerdo compartido por cientos de personas: un viaje breve, emotivo y luminoso al Caribe sin salir del metro.


La activación marcó el arranque de una serie de experiencias que incluirán clases gratuitas de merengue y bachata, degustaciones de dulces típicos y actividades que celebran la riqueza cultural dominicana. Todas estas iniciativas buscan recordar que, mientras en Estados Unidos llega el invierno, en República Dominicana la Navidad se vive con sol, ritmo, cercanía y una alegría contagiosa que invita a viajar.
Para los lectores y viajeros de espíritu curioso, la propuesta es clara: experimentar de primera mano un destino donde la música es lenguaje, la hospitalidad es sello y cada gesto cultural es una invitación abierta. En Grand Central, República Dominicana demostró que la magia del viaje puede aparecer en cualquier lugar… incluso bajo tierra.









