
Nacida como una colonia inglesa durante los complejos años de la segunda mitad del siglo XIX, y tras varios embates a lo largo de su historia, en febrero del año 2020, la bahía pacífica San Quintín recibió la denominación oficial de municipio. Hoy es uno de los pequeños grandes tesoros de la Baja, y un paraíso para los amantes de la aventura pesquera, la gastronomía genuina y los paisajes imponentes.
En San Quintín, la travesía por Baja California tiene varios puntos obligados, ya sea el museo de San Quintín Juan Rodríguez Cabrillo, las pinturas rupestres en Cataviña y, por supuesto, sus atractivos naturales que conquistan a primera vista gracias a ese binomio valle-mar único en su tipo.
Asimismo, lugares como los conos de volcanes o La Lobera (santuario de lobos marinos) explican perfectamente el encanto singular de este joven municipio. Y es que la belleza y magnitud de la fila de siete extintos conos de volcanes y dos pequeños arroyos, San Miguel y Santa María, no sólo dan vida y sentido natural el poderío de San Quintín como centro vital para el cultivo (con el tomate y los frutos rojos son los protagonistas), sino que también son la génesis de las mejores postales de corte natural.
Quienes han visitado este municipio saben que una visita obligada es la cueva pintada de Cataviña, una especie de túnel de cerca de tres metros de largo bajo una colosal roca colgante, donde nos recibe un enigmático techo embellecido con grafías negras; decenas de cuadrados, triángulos y rectángulos rayados, así como soles y círculos concéntricos.
Estas grafías de más de 3 mil años de antigüedad han sido comparadas por expertos con reconocidas pinturas europeas, gracias a su técnica, complejidad, belleza y colorido.

Por su parte, Los Humedales conforman otro punto vital para comprender la belleza única de San Quintín, lugar propicio para las actividades de aventura y ecoturísticas, mismas que se embellecen con el avistamiento de aves, donde encontraremos más de 400 especies.
Al ser parte de la majestuosa travesía de Baja California, la generosidad natural de San Quintín da cabida a una gastronomía de primer orden. Como productor de almeja, ostión y abulón, la cocina del pueblo de San Quintín es verdaderamente deliciosa y complementada por su exquisita selección de pescados y mariscos frescos, cocinados de manera original tanto en pequeños locales como en restaurantes.
Mención aparte merece el platillo típico de la región, La Almeja Pismo, la cual se prepara ahumada o cruda con limón y chile. Este manjar puede crecer hasta 15 centímetros y es reconocida por ser una de las más grandes y sabrosas de Baja California.
Pero el festín culinario no termina aquí, ya que platillos como la machaca de langosta, el caldo de almeja ahumada, los huevos con langosta, o sus clásicos burritos de langosta del restaurante Mamá Espinoza ubicado en el Rosario, cierran uno de los trinomios perfectos de San Quintín compuesto por delicia natural, cultura y saber regional, además de su calidez humana.
Como sugerencia aparte, puede ser despedir el día con un atardecer de antología en la Bahía de Los Ángeles, uno de los destinos más conservados de toda Baja California.
Descrito por algunos como “un gran mural panorámico” de contrastes coloridos, en donde la belleza natural que nos regala la tierra semidesértica de la zona, engarzada con el azul profundo del mar interrumpido por pequeñas islas dispersas y, al fondo, la imponente Isla Ángel de La Guarda, la segunda más grande del Golfo de California, remata un muro poderoso de estímulos a nuestros sentidos.
Si bien San Quintín es un destino único y especial los 365 días del año, de julio a diciembre es la temporada en la que mejor se nos revelan sus secretos marinos más entrañables.
Visitarlo hoy es sinónimo de aventura y descanso de forma original y discreta; una de las paradas obligadas más sorprendentes dentro de la travesía de la Baja.