Finalborgo, uno de los pueblos medievales más bonitos y mejor conservados de Italia
Vista desde la ruta de la localidad de Finale Ligure. Créditos: Gloria Montanaro.

Hay una broma popular que le han atribuido al escritor Octavio Paz y que entona que «Los mexicanos descienden de los aztecas; los peruanos, de los incas, y los argentinos, de los barcos». Hace no tanto la frase generó polémica no solo por su contenido sino también porque fue mal referida por el ex presidente argentino Alberto Fernández, quien usó en realidad una versión propia del cantante Litto Nebbia.

Yo la escuché por primera vez hace diez años, cuando vivía en Lima, Perú, y una antropóloga peruana me cuestionó la falsedad de ese prisma a través del cual hemos crecido y construido nuestra identidad nacional muchos argentinos.

Si bien en parte tenía razón, mi apellido es italiano y en casa circulaban los documentos que certificaban la migración en barco de mi bisabuelo Giuseppe Montanaro, desde Savona, en Liguria, hasta Argentina. Lo poco que sabíamos de él era que su padre era zapatero y que venía de un lugar en las montañas llamado Finalborgo.

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Las callecitas de Finalborgo. Créditos: Gloria Montanaro.

Viajé hasta este punto de la Riviera de Poniente para acercarme a parte de los orígenes de mi familia. No solo resultó que Finalborgo es uno de los pueblos más bonitos de Italia, también que es uno de los más atractivos para hacer rutas de senderismo, mountain bike y escalada.

Para conocer Finalborgo, recorrí con mi familia 200 kms. en auto desde Milán y me hospedé en un bed&breakfast en Finale Marina, una comuna a pocas cuadras de allí que tiene mayor oferta de hospedajes, comercios y permite el tránsito de autos. Éstas dos comunas, junto con Finalpia, se fusionaron en 1927 para conformar la localidad de Finale Ligure, a unos 20 kms. al suroeste de la capital provincial, Savona.

Con una rica historia, Finale Ligure fue el centro histórico del Marquesado de Finale, y cerca de la localidad se construyó el significativo fuerte de Castel Gavone.

Un viaje al medioevo

Al llegar a Finalborgo nos recibe un escenario medieval perfectamente conservado, un testimonio vivo de la historia que ha moldeado este rincón de Liguria. El nombre «Finale» tiene sus raíces en el latín, «Burgum Finarii», que significa tierra fronteriza.

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Porta Reale de Finalborgo. Créditos: Gloria Montanaro

La Porta Reale es la entrada principal a la localidad y data del final del siglo XVII, reemplazando a la medieval Porta Carretta. Actualmente, se puede observar la unión del arco del antiguo puente junto a la puerta.

Si para llegar hasta acá tuve que atravesar largos túneles entre montañas y resguardarme de autos de alta gama con aspiración de Fórmula 1 y camiones que se imponían por su volumen, ahora todo es calmo: Finalborgo se recorre a pie. Entre sus callecitas se respira el aire marino de Liguria, impregnado del romero y tomillo de sus focaccias. Sus calles y plazas esconden tesoros arquitectónicos, desde antiguas fuentes hasta majestuosos palacios.

Los monumentos de Finalborgo son testigos de su grandeza pasada. Desde palacios renacentistas y barrocos hasta la imponente Basílica de San Biagio, donde cada rincón expresa la fuerza y la vanidad del pueblo. El Teatro Aycardi, incluido en las obras italianas a proteger, ha sido testigo de dramas líricos y espectáculos a lo largo de los siglos.

Un festín para los sentidos

Finalborgo no solo deleita con su historia y paisajes, sino también con una gastronomía que fusiona dos tradiciones: una ligada al mar y otra a la montaña. Los platos van desde delicias de pescado con hierbas aromáticas hasta preparaciones vegetales como raviolis de boraggine y quiches de alcachofas. Destacan el fugassin (focacette frito), la panissa y los dulces tradicionales, como los chifferi.

La zona cultiva pernambucco anaranjado y produce vinos como Vermentino, Lumassina, Pigato, Rossese y Granaccia, junto con cerveza artesanal, miel y aceite. La testa in cassetta (un embutido artesanal), el pesto genovés, la focaccia y la farinata también son ejemplos notables de su gastronomía. Uno de los lugares más recomendados es el restaurante y pizzería Il Castello.

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Vista desde la bajada de Castel San Giovanni. Créditos: Gloria Montanaro

Diversión y naturaleza: un paraíso para los amantes del aire libre

Con su vasta red de senderos y majestuosas paredes de piedra caliza, Finale Ligure y sus alrededores se autodenominan la Capital Mundial del Aire Libre. Este territorio único ofrece paisajes extraordinarios y un clima suave que permite disfrutar de actividades durante todo el año.

En cuanto al ciclismo de montaña ofrece una variedad asombrosa de rutas técnicas en tierras altas hasta la famosa 24 horas de Finale. La escalada es otra pasión arraigada desde los años 60, cuando se trazaron las primeras vías en las paredes de piedra caliza, convirtiéndose en un punto de referencia y atrayendo escaladores de toda Europa gracias a sus 4000 opciones actuales.

También es un punto de partida ideal para el senderismo, con tramos que llevan a lugares históricos como el Castel San Giovanni o la aldea protohistórica de Souls. El trail running también es popular, destacando el «Trail del Marchesato», una carrera emocionante que recorre lugares evocadores de la región.

Una celebración del pasado

Todos los años antes de que finalice el verano, a finales de agosto, Finalborgo celebra «Viaggio nel Medioevo», una representación histórica que revive la hazaña del marqués Giovanni del Carretto, reconquistando el pueblo en una noche y poniendo fin a la guerra contra Génova. El evento incluye artesanías antiguas, juegos medievales, recetas y anima las calles con música, banderas, caballeros y espectáculos celtas.