Durante el verano, ciudades como Roma, París y Londres son los destinos más populares entre los viajeros que desean explorar el Viejo Continente. Esto se debe a su historia, atracciones turísticas, comida deliciosa y, por supuesto, clima agradable. A medida que van cambiando las estaciones, muchos optan por sitios más tropicales, pero existen algunos pueblos que vale la pena visitar durante el invierno en Europa.
Estos pueblos suelen encontrarse en las zonas más pintorescas, a tan solo algunos pasos de lagos cristalinos y cadenas montañosas exuberantes. Esta característica no solo los convierte en lugares de ensueño, sino que también hace que sean el destino ideal para quienes desean alejarse del bullicio de la ciudad y vivir una experiencia inolvidable.
Un encantador viaje al pasado
Con edificios coloridos, calles empedradas y castillos dignos de la realeza, estos destinos han sido testigos del paso del tiempo y esconden un sinnúmero de historias. Además, gracias a su cercanía con la naturaleza, ofrecen una gran variedad de actividades para disfrutar solo o acompañado; como paseos, mercados o deportes de invierno como el esquí y el snowboarding.
El invierno en Europa desde otra perspectiva
Los más curiosos ya están descubriendo el encanto de los idílicos paisajes de los destinos mejor guardados, como los siguientes:
Hallsttat, Austria

Hallstatt es una parada casi obligada para quienes visitan Austria durante los meses de frío. Ubicado a poco más de una hora y media de Salzburgo, este pueblito, que se ha vuelto muy popular en Instagram y TikTok, se puede recorrer en uno o dos días.
Después de darle una vuelta al mercado de la plaza central y visitar el osario de la capilla de San Miguel, se puede entrar al museo de la ciudad. Allí hay objetos que develan la historia de las minas de sal del lugar, que son las más antiguas del mundo.
El mirador principal abre todos los días de nueve de la mañana a seis de la tarde. Este es un punto imperdible para capturar la icónica imagen en la que aparece la iglesia Evangelische Pfarrkirche acompañada por el lago Hallstätter y los alpes austriacos.
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Colmar, Francia

En el noreste de Francia, en la región de Alsacia, se encuentra Colmar. Apodado “el pueblo de La Bella y La Bestia”, sus casas con entramado de madera y sus edificios de arquitectura medieval dejan entrever sus más de 400 años de historia.
Uno de sus barrios más emblemáticos fue bautizado con el nombre La Petite Venise, ya que está atravesado por el lago de la Lauch. Puede ser recorrido en bote durante todo el año; el paseo dura poco menos de media hora y se pueden hacer reservas con anticipación.
Cortina d’Ampezzo, Italia

Italia tiene algo para cada mes del año. Sin embargo, en el corazón de las Dolomitas está uno de los secretos mejor guardados de los locales: Cortina d’Ampezzo. Cada invierno, las montañas que rodean esta localidad se cubren de nieve y dan paso a una temporada llena de deportes y actividades al aire libre.
El esquí, en todas sus variedades, es la actividad insignia de Cortina. Su zona es un paraíso para los esquiadores de todos los niveles, ya que mide 120 kilómetros y tiene 66 pistas y 27 remontes. Los principiantes pueden alquilar equipos y tomar clases particulares en el Fiames Nordic Center. Los más avanzados pueden desafiarse a sí mismos en el Passo Tre Croci.
Quedlinburg, Alemania

Considerado uno de los pueblos medievales mejor conservados de Europa, Quedlinburg transporta a sus visitantes al pasado. Fundado en el siglo X en el centro de Alemania, hoy en día sorprende por su arquitectura, que fue catalogada como Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.
Aunque es pequeño, Quedlinburg es un lugar encantador. El recorrido que ofrece la Oficina de Turismo es ideal para conocerlo a fondo. Cuesta alrededor de USD 10 y, con una duración de dos horas, va desde el casco histórico hasta Schlossberg, donde se encuentra el monasterio de la ciudad.
Monschau, Alemania

Monschau es un pueblo alemán que ha resistido el paso del tiempo. Se encuentra enclavado en la región volcánica de Eifel, muy cerca de la frontera alemana-belga. Es un destino perfecto para los amantes del trekking, quienes pueden obtener vistas espectaculares de los bosques y las montañas de los alrededores.
Senfmühle Monschau, un molino histórico que produce 19 variedades de mostaza, es una parada obligatoria para los apasionados del turismo gastronómico. Allí no sólo se puede adquirir la famosa mostaza montjoie, símbolo de esta localidad, sino que también se pueden probar y comprar mermeladas, chocolates, licores y chutneys con toques de este condimento.
Zermatt, Suiza

Zermatt, la aldea ubicada a los pies del icónico Matterhorn, es un destino de alta demanda entre deportistas y entusiastas del snowboarding. Con 360 kilómetros de pistas y 50 remontes, tiene una de las zonas de esquí más grandes de los Alpes.
Además de desafiar sus picos y crestas, sus visitantes pueden planear una tarde de compras en Bahnhofstrasse, la calle principal. Libre de automóviles desde los años 60s, ofrece una gran variedad de marcas de alta gama, lugares para comer y, por supuesto, chocolaterías.