Irresistible normalidad: Pueblo Garzón, en Uruguay
Cortesía CAMPO org

Uruguay es uno de los destinos por excelencia para sudamericanos y foráneos sin miedo a viajes largos: playas, naturaleza agreste, buena gastronomía y el encanto tan particular de los charrúas. Punta del Este supo ser referencia turística del país. También Montevideo, su capital. Pronto las fronteras visitables comenzaron a expandirse: La Barra y Manantiales, en algún momento outsiders, forman parte de un paisaje que se manifiesta continuo desde la punta. José Ignacio, tan de moda, abandonó su faceta de culto y hoy recibe turistas de toda procedencia.

Siguiendo para el este, en el límite entre los Departamentos de Maldonado y Rocha, hay un pueblito de renombre que aún mantiene su esencia intacta. Pero la realidad es que Uruguay es un país muy pequeño. Si uno quisiera, podría cruzarlo de punta a punta en menos de medio día. Y esto es una gran ventaja, porque todo queda cerca. Quienes visitan el Este, sin importar donde hagan base, podrán pegarse una escapada al pueblo del que todos estamos hablando.

Un secreto a voces

El tiempo queda estático, el ruido es de viento o algún gurí (así le dicen a los niños los uruguayos) jugando por las calles. Las casas coloniales resisten el paso de los años, casi sin enterarse. Se sabe que los charrúas son calmos, respetuosos; aquí parecería intensificarse la paz.

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Pueblo Garzón no es una novedad. Lleva casi cien años reconocido por el Estado y unos pares de decenas más desde su creación. Es como cualquier pueblo de estas latitudes: colonial, agreste, rodeado de verdes varios. Tiene una estación de ferrocarril, una escuela, una casa municipal, una plaza y, por supuesto, una iglesia.

Tal vez esa normalidad sea el mayor atractivo de Garzón: un espacio de tranquilidad donde pueblerinos, celebridades residentes y turistas pasajeros conviven en total anonimato. Resulta hasta gracioso saber que los límites de este pueblo están rodeados por proyectos multimillonarios en los que resuenan nombres como Bulgheroni, Susana Giménez, Mallmann, Atchugarry. Pero aún con el desarrollo feroz de las últimas décadas, la identidad de Garzón parece inquebrantable. Doscientas personas viven todo el año en esas calles pintorescas. Quienes quieran instalarse, temporaria o indefinidamente, deberán hacerlo en las afueras vastas, por las que se desparraman infinidad de opciones inmobiliarias y de hospitalidad.

Vitis al horizonte

Hay quienes escuchan Garzón y piensan en vino. No podemos culparlos, la bodega homónima es una de las referentes indiscutidas de la vitivinicultura uruguaya. El proyecto del Ingeniero Alejandro Bulgheroni y su mujer, Bettina, fue una apuesta a la innovación en una industria bastante tradicional. La revolución no fue solo a nivel local: Garzón es la primera bodega fuera de Norte América con certificación LEEDS (Leadership in Energy and Environmental Design) y fue designada mejor bodega del nuevo mundo en 2018. La visita es parada obligada para enófilos y fanáticos de la gastronomía. Me animo a agregar, también, que para los amantes de la arquitectura y el urbanismo.

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cortesía bodega garzón

A menos de 30 minutos, por camino campos verdes y pequeñas sierras, se encuentra uno de los escenarios más impactantes del Uruguay: una bodega gigantesca, que aparece y desaparece en el horizonte, escondida entre vegetación y sus techos de pasto; rodeada de parcelas geométricas que dividen viñedos por orientación, suelo y exposición solar.

Por el predio se pueden realizar picnics, senderismo, paseos en bicicleta o degustaciones en la comodidad del edificio. Todas las propuestas incluyen vino, por supuesto, y son buenas oportunidades para conocer el potencial vinícola uruguayo: sus blancos brillantes, de acidez filosa e influencia oceánica. Mención especial para el albariño, varietal que reina las costas de la República Oriental, mostrando su mejor cara. Los más clásicos pueden disfrutar del tannat, cepa potente que el país adoptó como bandera.

Tierra de poetas

Pueblo Garzón es albergue de artistas. Pintores, escultores, cocineros. Personas con alma de poeta. Aún con sus pocas cuadras, no alcanzan los dedos de una mano para contar la cantidad de galerías que adornan el pueblo. Coloniales o modernas, con obras de todo tipo, convirtieron a Garzón en un punto central del circuito artístico uruguayo. No es casualidad que aparezca el apellido Atchugarry en varias de ellas o que Francis Mallmann, escritor incansable de lírica y prosa, elija este área para inspirarse.

Walden Naturae, por ejemplo, presenta un programa anual que combina exhibiciones históricas y contemporáneas. Inspirados en la naturaleza que los rodea -el nombre ya daba algún indicio- ponen foco en proyectos relacionados a la ecología y artistas que hablen de su entorno.

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cortesía walden naturae

CAMPO es otro gran exponente de la movida pueblerina. Un instituto creativo y multifacético: cuentan con espacios de atelier, galerías, jardines y una cantina. En definitiva, lugares de encuentro. Organizan festivales artísticos, hibridizándolos con otras disciplinas, como la gastronomía. Muy pronto inaugurarán su Campus a orillas del arroyo Garzón y el edificio, ideado por el arquitecto Rafael Viñoly antes de fallecer, será una obra en sí mismo.

La mesa está servida

Ningún destino está completo sin un buen banquete. Y aquí la gastronomía lleva la firma de Francis Mallmann, uno de los cocineros más importantes de estas latitudes. Su cocina se centra en los productos locales que las tierras fértiles
del Uruguay entregan, marcándolos con el sabor vivaz de las llamas a través de parrillas, hornos de barro y asadores. No esperen excentricidades ni elegancia rebosante, la identidad de la zona es otra. Belleza agreste, buen producto y respeto a la hora de cocinarlo. Comer un trozo de carne con papas o alguna pesca fresca mirando el horizonte verde e
infinito, escuchando el ruido del silencio.

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Hotel y restaurante garzón. créditos ivo the editors – istock

El restaurante del Hotel Garzón, en pleno centro, es una gran opción para quienes visiten el pueblo y paren a almorzar o cenar; también se puede disfrutar de la propuesta de Mallmann en Bodega Garzón, después de recorrerla. Para algo
más casual, almacenes y tiendas habitan las calles que rodean la plaza.

Si bien en Uruguay todo está cerca y muchos turistas eligen quedarse en zonas con más oferta de hospitalidad -como José Ignacio-, Garzón tiene algunas opciones de hospedaje que valen la pena:

  • Hotel Garzón. Una casona en el centro del pueblo donde funcionaba el almacén de Ramos Generales. Lujo rural, buena gastronomía y ubicación ideal.
  • Smokewood. Para quienes buscan escapar de la interacción social, un verdadero refugio rural entre las sierras. El diseño es soñado, cuentan con pileta y todos los servicios necesarios.
  • Muchos locales alquilan sus casas por Airbnb. Hay opciones para parejas o grupos numerosos, cercanas al pueblo o bien recluidas. ¡A buscar!