La velocidad de la lancha y el calor me envuelven el rostro como una toalla húmeda. La luna está naranja, alta y llena. A un lado, el destello de la ciudad de Nauta. Al otro, la espesura de la selva de noche, interrumpida solo por las luces de los camarotes que se reflejan en el agua.
A Iquitos, la capital de la región Loreto, solo se llega por avión o navegando seis días desde Pucallpa. Es una ciudad rodeada completamente por agua y sin carreteras que la unan al resto del Perú. El único trazado asfaltado que existe se hizo en 2008 y conduce a Nauta, el puerto desde donde abordaré el Aqua Nera, un crucero de lujo de la compañía Aqua Expedition que navega por el río Marañón hacia la Reserva Pacaya Samiria.

Recorro casi hora y media de una ruta desolada y sin autos. No es de extrañar: para trasladarse los charapas, gentilicio de quienes viven en esta región, usan tuc-tucs. La ciudad está repleta de ellos y se los ve circular como abejas en una colmena. Pero aquí no. Solo nos cruzamos esporádicamente con vans que traen de vuelta pasajeros de alguna de las tres compañías de cruceros que operan sobre el río.
Así es navegar en un crucero por el Amazonas
Al encuentro con el río
El Marañón, por donde navegaremos la mayor parte de los cuatro días de mi recorrido, es uno de los principales afluentes del Amazonas y un territorio con identidad propia. Hace poco fue reconocido por la ley peruana como un sujeto de derechos, gracias a la lucha de una organización de mujeres indígenas que acudieron a la justicia para reclamar por los constantes derrames de petróleo y la contaminación de sus aguas.
La cosmovisión amazónica considera que el río es sagrado, dador de vida tanto para vivos como para muertos. Una vida paralela nos sucede debajo de él y es menester cuidarlo para no morir dos veces. En torno a él y a la selva se ciernen leyendas de seres mitológicos que cruzan transversalmente las creencias de distintas poblaciones a la vera del río.


Una de las más comunes es la del bufeo colorado. Según la tradición oral, estos animales, formalmente conocidos como delfines rosados, adquieren la apariencia de un hombre rubio, de ojos claros y de facciones atractivas que se presentan en eventos y fiestas con el fin de seducir o enamorar a las mujeres del pueblo. Muchas de las que, aseguran los locales, han sido raptadas, embarazadas o llevadas al río para ser encontradas, luego, ahogadas.
Llegamos a Nauta ya de noche. Una lancha nos espera a orillas del río para llevarnos hasta donde se ha detenido el crucero que viene de tres días previos de recorrido por el río Amazonas y el río Ucayali.
En temporada de vaciante, cuando el río está bajo, los cruceros salen desde Nauta; cuando es temporada de creciente lo hacen desde Iquitos. Las lluvias comienzan recién en octubre; pero ya se puede ver sobre la superficie algunas lechugas de agua, un indicador de que el nivel está comenzando a subir. Para diciembre, enero y febrero, la crecida habrá sido de diez metros.
En esta época de aguas bajas, asegura el guía, es más factible el avistamiento de delfines rosados. Entrar en este hábitat a oscuras, pienso, le otorga al territorio un misticismo y un encanto mayor.
A bordo del lujo
Al llegar a la embarcación, la tripulación nos da la bienvenida con música y bebidas frescas. Su presencia y actuación a lo largo de todo el recorrido será la bisagra que articule y neutralice el pasaje de la vida en el exterior y la vida en el interior del crucero. Esa transición, que bien podría ser abrupta y artificial entre lo precario y lo salvaje de la amazonía y el esmerado y evolucionado nivel de lujo dentro del Aqua Nera, se dá de una manera amable gracias a la calidez de un staff 100% peruano, comprometido auténticamente con su trabajo y con la misión de difundir la riqueza de esta maravilla natural del mundo.

Aqua Expeditions fue fundada en 2007 por Francesco Galli Zugaro y desde entonces se ha ido consolidando como líder en el turismo de lujo en la región. La compañía opera dos barcos en la Amazonía peruana: el Aria Amazon y el Aqua Nera. Estoy a bordo del último, lanzado en el 2021 y con 20 espaciosas suites que fueron diseñadas por Noor Design. Todas tienen ventanales panorámicos y combinan diseño contemporáneo con patrimonio local. El barco además cuenta con dos terrazas, una sala de estar, una sala de juegos, gimnasio, spa, cine y piscina.
El menú descomunal de ambas embarcaciones fue diseñado y es supervisado por el reconocido chef Pedro Miguel Schiaffino, un apasionado por la gastronomía amazónica de alta calidad que trabaja con la marca desde 2007. Su propuesta fusiona ingredientes locales frescos –70% de todos los utilizados a bordo son de la Amazonía– con técnicas culinarias tradicionales y también internacionales que te llevan en un viaje profundo hacia los sabores regionales, como los del “Nina Juane” de hongo callampa, el pure de fruta de serpiente, los wantanes de cerdo con salsa de camu camu o la ensalada de chonta. Entre los platos más destacados: el ceviche de paiche, la causa con cóctel de camarones y los alfajores de hoja de coca. Los desayunos son buffet, y los almuerzos y cenas se sirven al estilo familiar.
En este recorrido, además, Schiaffino nos acompaña como anfitrión y brinda una clase magistral de pisco sour, ceviche y cacao peruanos. La clave para lograr un buen ceviche, dice, está en elegir los mejores ingredientes, preparar la leche de tigre de manera adecuada y servirlo de inmediato para disfrutar de su frescura. Recomienda el mero, la corvina y el paiche, cada uno con sus características únicas. El último es el pez más grande y antiguo del río Amazonas, y es muy sencillo de identificar en el agua, por su tamaño y porque debe salir a la superficie con frecuencia para respirar.


Consciencia del destino
Salimos antes del amanecer hacia la comunidad kukama kukamiria San Regis. El paisaje adornado por garzas reales está cubierto por una bruma a la que los locales llaman “ríos voladores” y que le imprimen a la escena un dramatismo propio del realismo mágico. Les dicen así porque millones de árboles de la Amazonía liberan una abundante cantidad de agua al aire, que queda flotando y llega a superar al propio río Amazonas.
Respiro profundo e inhalo este aire denso y viscoso. Imaginé que en la amazonía el aire sería prístino y ligero; pero esta humedad de casi el 80% lo torna pesado. Al inspirar no se siente solo humedad, también humo. Hace días el departamento de Loreto fue declarado en emergencia sanitaria por varios focos de incendios forestales y una sequía que, dicen los medios, es la más fuerte en los últimos 40 años. Los guías aseguran que en esta zona no hay pero el olor es evidente. Venga de donde venga, algo se está quemando.
En medio de esta crisis climática es urgente conocer -para aprender a cuidar- este patrimonio natural que surte de oxígeno a todo el planeta y en cuyos 7 millones de kilómetros cuadrados residen más de 45 millones de personas. La misma cantidad de habitantes que en toda España.
Nuestra primera cita es con Carola, una curandera que ha dedicado 17 años a apoyar a nueve comunidades de la región, llevando alivio y sanación a través de su profundo conocimiento de las plantas medicinales y la medicina tradicional. Su conexión con la naturaleza y sus remedios le ha ganado el respeto y la confianza de su gente, y la han convertido en una de las figuras más importantes de la zona.
Nacida en una familia con tradición chamánica, el abuelo de Carola fue quien percibió su don durante una ceremonia en la que su maestro identificó una estrella brillante en su aura. Esa misma ceremonia marcó el inicio de su entrenamiento como curandera, un camino que compartió con otros dos varones, aunque Carola fue la única que resistió los rigurosos ocho años de formación en la selva.
La ayahuasca, una raíz sagrada en la medicina amazónica, es una de las herramientas principales de Carola. Ella mezcla esta planta con tabaco, chacruna y toé, hierve la mezcla y la consume para poder «ver» dentro del cuerpo de sus pacientes y diagnosticar enfermedades. Este saber ancestral le permite tratar una amplia gama de dolencias, desde diarreas, fiebre y dolores de cabeza, hasta partos complicados, reumatismo, parásitos e incluso mordeduras de serpiente. No solo atiende a personas de las comunidades cercanas, sino también a pacientes de la ciudad que buscan su ayuda para enfermedades más complejas.
Para dar inicio a una ceremonia de limpieza, comienza a hablar en su lengua madre mientras golpetea un ramillete de hojas en sus manos. Se acerca hasta uno de los viajeros que vino conmigo a esta expedición y despliega un canto de tono suave pero con gran resonancia mientras sacude el ramillete sobre su cabeza. Luego me tocará a mí. Mi cuerpo siente conmoción por participar del ritual de lo sagrado.
Antes de irnos, Carola nos regala un huayruro, una semilla considerada de la suerte para la cultura amazónica.
Dentro de la Reserva Pacaya Samiria viven 208 comunidades. Durante el recorrido visitaremos algunas aldeas con nombres tan conocidos como Buenos Aires, Miami, Chicago y Nueva York. La primera a la que vamos tiene un nombre menos familiar: Pampa Caño. Aquí, como en todas las demás, las casas están bastante retiradas de la orilla, hechas en madera y elevadas para prevenir las crecidas y el movimiento del río, porque si hay algo que nos han recalcado durante todo el viaje los guías es que el trazo de la cuenca tiene vida propia y se modifica año a año.
Aquí nos encontramos con Johnny, guardián del albergue Antares Amazon Lodge y responsable del bosque. En una parcela de plantaciones al lado de su casa cuida de la adorable Lupita, una osa perezosa de seis meses a la que rescató del ataque de una águila y a la que está recuperando para volver a liberar.
También hacemos una breve visita a la escuela primaria, donde los niños nos reciben con cantos y nos cuentan que allí aprenden tanto español como su lengua originaria kukama kukamiria. Desde hace tres años las escuelas del Amazonas reciben internet satelital. Afuera, algunos niños mayores vestidos con uniforme formal usan su recreo para jugar con canicas sobre la tierra. Cuando no tienen clases, el río es su lugar preferido para jugar, por eso, lo primero sus padres les enseñan a nadar desde muy temprana edad.

La vida en estado natural
En cada una de las salidas invertiremos tiempo, observación y silencio en busca de fauna y flora local. Distinguiremos árboles: ficus, palmeras, cataguas, kapoks. Escucharemos sobre monos aulladores, los más grandes, y choros, los más bonitos, pero en esta temporada será difícil verlos porque los árboles de la ribera tienen pocas frutas. Nos sorprenderán unos monos ardilla moviéndose entre las ramas. En las orillas buscaremos anacondas que asoman de día en busca de sol y caimanes que salen por la noche a cazar. Nos toparemos con las fascinantes mariposas cola de golondrina negra, las aves de rapiña ‘mama vieja’ sobrevolando el agua y garzas, garcetas y garza reales en un ejercicio comunitario de contemplación. Entenderemos, al notar la diversidad de aves, por qué el Amazonas es uno de los destinos favoritos de los birdwatchers. Habrá un día en que saldremos a pescar pirañas, a remar un kayak e incluso a montar en bicicleta por un sendero dentro de la selva. Una caminata con botas altas y tierra adentro será la que finalmente nos acerque al territorio salvaje: una rata amazónica coro-coro; una rana mono de ojos saltones que vigila nuestro camino; osos perezosos descansando en lo alto; una tarántula de 15 cms que congela la sangre; y una anaconda, afortunadamente con la panza llena, deslizándose lentamente sobre una rama próxima a nuestras cabezas.

Por último, iremos al lugar de encuentro entre el río Marañón, el río Ucayali y el río Amazonas. Si bien hasta el 2005 se pensaba que el punto de inicio del río más famoso del mundo estaba en este lugar, después de varias investigaciones se demostró que comienza en el nevado Mismi, en Arequipa, al sur de Perú, lo que lo terminó de clasificar como el río más largo del mundo (por sobre el Nilo), además del más caudaloso (y el más «joven» por sus constantes cambios de curso).
Ese serpenteo que erosiona sus márgenes, creando nuevos canales y bancos de tierra a medida que avanza, contribuyen a la renovación natural de la selva. Esa resiliencia, esa capacidad de regenerarse, es evidencia concreta de que el carácter sagrado de este río no debería ser solo parte de una cosmovisión local sino una bandera que alcemos todos los que entendemos su rol protagónico en la posibilidad de continuar habitando en un futuro este planeta.