
Acurrucado entre los Montes Albanos, en la provincia de Roma, se encuentra Nemi. Es conocido, principalmente, por sus fresas, que cada verano envuelven el ambiente con su dulce aroma y tiñen las calles con un festivo color rojizo.
Como uno de los 13 pueblos que conforman los Castelli Romani, Nemi también cautiva con su exuberante naturaleza, llena de bosques frondosos y senderos que serpentean entre colinas, así como con sus tesoros históricos, entre los que se encuentran dos de la naves de Calígula, vestigio de un pasado glorioso que aún se respira en sus calles empedradas.
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Una protagonista inesperada
Al bordear el lago Nemi, nos encontramos con una hilera de casitas pintadas en tonos pasteles que parecen sacadas de una postal. La escena se convierte en algo más vibrante cuando descubrimos las canastas rebosantes de fresas que se encuentran al pie de sus ventanas.
Los habitantes de Nemi han sabido aprovechar la fascinación que los viajeros sentimos por el folklore italiano y han tejido un red de leyendas alrededor de su fruta preferida. La más popular gira en torno a la diosa romana de la belleza y el amor. Se dice que, justo después de la trágica muerte de Adonis, las lágrimas de Venus se mezclaron con la sangre de su amado. Esa peculiar mezcla dio origen a las fresas nemorensis, que son más pequeñas y dulzonas que las que se venden en el supermercado.

La temporada de bayas ocurre entre abril y junio, pero su apogeo llega el primer domingo de junio con la Festa delle Fragole. Durante esta celebración de más de 100 años de antigüedad, los habitantes de la ciudad se reúnen en el centro histórico para lucir la vestimenta tradicional de los recolectores, ofrecer degustaciones gratuitas o vender dulces, mermeladas caseras, recetarios y otros artículos referentes a la reina de sus cosechas.
En paralelo, los floristas más talentosos de esta localidad participan en la Exposición de las Flores, una competencia en donde cada uno pone a prueba su creatividad y destreza para crear arreglos naturales. El puesto más codiciado es, por supuesto, el primero, ya que el ganador se lleva la Fresa de Oro, una cadena que, de acuerdo con la Oficina de Turismo, “contiene una verdadera fresa mojada en oro”.
Este año, la Festa delle Fragole tendrá un significado especial porque coincidirá con la Festa della República, un feriado nacional que conmemora el referéndum institucional de 1946, que permitió el voto femenino en el país. Para celebrar esta doble ocasión, es probable que los típicos motivos frutales sean acompañados con guirnaldas que ondearán al viento, mostrando los colores de la bandera italiana.
CÓmo llegar
- En auto: Desde el centro de Roma, ve por la Strada Statale 7 (Via Appia Nuova). El recorrido dura unos 45 minutos.
- En transporte público: toma el autobús que va en dirección Velletri desde la estación Roma Termini. En Velletri, súbete al autobús que va hacia Via dei Laghi en Stazio FS.
Entre barcos, terrazas y fuentes mitológicas
Las fresas no son el único tesoro que guarda este rincón del Mediterráneo. El Museo histórico-arqueológico de las Naves Romanas, por ejemplo, es el hogar de los restos de dos barcos del ex emperador Calígula. Si bien el incendio de 1944 afectó su estado de conservación, estas embarcaciones aún permiten adentrarse en la tecnología naval del Imperio Romano. Desde los materiales usados en su construcción hasta equipos originales, esta es una parada única para los amantes de la historia.
Un poco más allá, en lo alto de una de las colinas que abrazan la ciudad, se encuentra la Terraza degli Innamorati. Este observador panorámico permite apreciar el lago, así como las casitas y los edificios medievales que acompañan el paisaje. Al descender, te encontrarás con la Fontana della Gorgone, una fuente de agua potable que está presidida por la cabeza de Medusa. Al seguir caminando por la vía Giulia, podrás detectar el Palacio Ruspoli, un castillo medieval que, en el pasado, era el único punto de acceso a la villa.
La Iglesia Parroquial de Santa María del Pozzo es una buena opción para continuar este paseo. Fue construida a principios del siglo XVII por iniciativa de Nemi Mario y Pompeo Frangipane, como parte de un plan de reordenamiento urbano. A pesar de su tamaño modesto, los estucos y la fachada de principios de los 1.900 y el fresco de la bóveda, realizado hace 90 años por Antonio Rufa, aún conservan su encanto.
La estrella de los Castelli Romani

Los pueblos pequeños como Nemi son el sueño de los viajeros que quieren conocer el verdadero folklore italiano. Además, en cada paso hay un nuevo detalle que te atrapa. Una ventana adornada con flores de colores, una iglesia medieval o una fuente que, tal vez, sació la sed de alguno de los héroes del pasado.
Pero lo que realmente hace especial a Nemi es su gente y ese detalle no ha pasado desapercibido. Este destino ostenta la Bandera Naranja otorgada por el Touring Club Italiano, un reconocimiento que distingue a los municipios con menos de 15 mil habitantes por su oferta turística y la hospitalidad de sus habitantes. En otras palabras: la calidez de sus habitantes es la fresa del pastel.
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