La Morada: hospedarse (y vivir) en el Valle de Uco
cortesía La Morada

El Valle de Uco es una de las zonas más interesantes de la ruta del vino en Mendoza. Su naturaleza agreste, casi salvaje, su cercanía a la Cordillera, sus bodegas y restaurantes de primer nivel son algunas de las cosas que convocan a turistas de todo el mundo. Sin embargo, conseguir hospedaje puede ser un tanto más complejo que en la Ciudad o Luján de Cuyo.

Es que el turismo en el Valle todavía sigue construyéndose y, si bien ha crecido muchísimo, la oferta aún no sobra. Ya habíamos mostrado algunas buenas opciones, pero conocimos una que no puede faltar en ninguna lista. Y de hecho, amerita encabezarlas.

En medio de la IG Los Chacayes, una de las identificaciones geográficas más interesantes de Uco, 270 hectáreas de viñedos propios esconden una joya de hospitalidad mendocina. La Morada es un proyecto hotelero e inmobiliario -además de vitivinícola, claro- muy ambicioso, que ya se está probando como un éxito.

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cortesía la morada

Los inversores pueden comprar una casa en la propiedad. Las hay de varios tamaños: pequeñas, como para dos personas; medianas y grandes, como para albergar a familias numerosas (y hasta amigos que viajen con ellas). ¿Y por qué inversores? Comprar una casa no implica solamente tener un espacio en el que disfrutar lo mejor de los paisajes mendocinos, sino la posibilidad de verlo como un negocio. Cuando no se usan, las propiedades pueden alquilarse entre la oferta de La Morada Lodge. La mejor parte, ellos se encargan de todo.

Experiencia La Morada

La llegada a La Morada Lodge, como a buena parte de las atracciones mendocinas, no es tan sencilla. A no asustarse tampoco, son unas horitas por la ruta con escenario maravilloso y un poco de camino de ripio. Si no te gusta manejar, conseguir un taxi o una van es bien sencillo. 

Del camino al Manzano Histórico, el pintoresco centrito de Los Chacayes, sale una calle de ripio que anuncia la cercanía a destino. Unos kilómetros por ahí, despacio para que no salten piedras, escotados por hileras de vid en espaldero. Se llega al edificio principal, pasando por canchas de tenis y sí, muchos más viñedos, donde hacer el check-in. 

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Life pod. cortesía la morada

Sorpresa, me tocó una de las Life Pod, uno de los tres tipos de casas que hay en La Morada. Y sorpresa de las gratas: dos cuartos gigantes, cada uno con su baño, living amplio y cocina completísima (con una buena cava, por supuesto). Afuera, una pileta privada -de la que no salí- y la Cordillera cerca, muy cerca. He estado varias veces en el Valle de Uco, como a esa altura ya no hay Precordillera, siempre se siente su presencia en la proximidad. Pero nunca como acá. Parecería que si uno estirara la mano por demás, podría llegar a tocarla. Por suerte las casas están llenas de ventanales inmensos y el paisaje se cuela en los interiores. Puede sonar trivial al lado de todo lo recién contado, pero tres cosas importantes a destacar: buena presión de agua, sábanas y toallas suaves, aires acondicionados por todos lados. 

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Life pod. Cortesía La Morada

En un recorrido por toda la finca, también conocimos el resto de los hospedajes. A las seis Life Pods, se le suman ocho Tiny Houses, su versión reducida para parejas, con hot tub propio; y las dos casas inmensas para familias completas, alucinantes. Los números tómenlos con liviandad, es probable que cuando vayan (porque van a querer ir) se hayan multiplicado.

Hornero Restaurante

Con una corta caminata desde cualquiera de las casitas se vuelve al edificio del principio, donde se encuentra Hornero, el restaurante de La Morada. Allí se disfrutan los desayunos. Café, huevos (con panceta o trucha), frutas, yogurt y medialunas, ¡ay, las medialunas!

Durante mediodías y noches sirve a huéspedes y público general, que se acerca a comer a la carta, algo no tan común por la zona, donde reinan los menúes por pasos, eternos. La carta está a cargo de Edward Holloway, cocinero del mundo ahora radicado en Mendoza. 

El menú es descontracturado, amigable y variado. Hay vueltitas de tuerca y mucho sabor por doquier, pero sin la pretensión a la que Mendoza a veces nos acostumbra. La idea es pedir varias cosas, comer bien, disfrutar de la mesa. Trabajan con productos locales y de temporada -como corresponde- mostrando lo mejor de los terroirs de la provincia, no sólo con los vinos. Imperdible la punta de espalda asiática y el arroz con hongos y conejo. Bombas.

Y si de bombas hablamos, la cava. Pero claro, cuando uno se entera que Andrés Rosberg es uno de los socios del proyecto, todo cierra. Hileras con miles y miles de botellas del estilo que podamos imaginar en todos los formatos habidos y por haber. Pequeños productores de la zona, bodegas clásicas de renombre, ediciones limitadas, partidas especiales. Una selección que cuenta la historia del vino argentino y que también auguria su futuro.

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la cava. cortesía la morada

En el salón, una barra imponente, también curada por Rosberg, con botellas de licores y espirituosas de todo el mundo. Con esas etiquetas, cualquier receta es posible. Probamos un cóctel de la casa, livianito, como aperitivo. No llegamos a probar el resto, porque Andrés es un anfitrión generoso y el vino no faltó. Quedará para la próxima, porque no hay dudas de que habrá próxima vez. La Morada es de esos lugares a donde uno vuelve.