Mi primera vez en tierras boricuas superó cualquier tipo de expectativas. Ni las lluvias recurrentes (de cinco minutos, pero siempre que tocaba ir a la playa), ni los vuelos largos, ni un par de situaciones que nos hicieron sentir inmersos en un capítulo de Alerta Aeropuerto terminaron siendo relevantes frente a lo deslumbrante que resultó la isla: descubrí un Puerto Rico diverso, entusiasmante, lleno de riqueza cultural y verdes exuberantes.
Claro que cuando uno viaja a un Ritz-Carlton, disfrutar no resulta difícil. Y cuando ese Ritz-Carlton es un Reserve (la línea más exclusiva de la firma hotelera), aún menos. Dorado Beach, a Ritz-Carlton Reserve se encuentra a una media hora al oeste de San Juan, en un enclave natural de selva frondosa y playa de agua cristalina, siempre a temperatura perfecta. Para sorpresa de nadie, las habitaciones (más grandes que mi casa entera, tal vez) incluían todo lo imaginable y más aún: balcón aterrazado a metros del agua, una bañera gigante que podría albergar a una familia, ducha en el exterior y una cama de la que uno no quiere levantarse jamás.
Pero ni las habitaciones, ni las piscinas inmensas, ni el spa oculto en la selva fueron la razón del viaje: fuimos a Puerto Rico a conocer COA, el restaurante principal de Dorado Beach.

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Cocina con identidad
La cocina de los hoteles no siempre está a la altura del resto de su oferta. La búsqueda del lujo es un arma de doble filo y, si no se tiene cuidado, las propuestas se vuelven monótonas, aburridas. ¿Dónde está el sentido de comer lo mismo estando en el Caribe, en Europa o Asia?

Juan Peña, Chef de Cuisine, comparte la filosofía. Tiene lógica: su pasión por la gastronomía nació guisando con su abuela y asando con su padre. Su recorrido profesional lo llevó a especializarse en cocina francesa, donde elegancia y técnica son protagonistas. Ya con las riendas de COA en mano, decidió combinar las dos corrientes, creando una cocina contemporánea de impronta caribeña inconfundible.
Es así como el coco, la parcha (maracuyá o fruta de la pasión, para quienes vivimos fuera de la isla), la guayaba, la malanga y el recado se entremezclan con ostras, langostas, Wagyu A5 o caviar. Sea cual sea el espacio de COA elegido -la cava para cenas formales o la barra para un picoteo casual-, los sabores puertorriqueños se cuelan en platos con vuelo conceptual y buena ejecución.

Quienes deseen una experiencia bien tradicional no pueden perderse el desayuno de campo, un homenaje a las mañanas boricuas. Café colao’, filtrado en el momento; frutas dignas de cualquier cornucopia, papas, huevos, empanaditas, jamonilla y longaniza. Detrás de cada paso, algún recuerdo hogareño que comparte el equipo.
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Más que un restaurante
La difusión de la identidad boricua en la propuesta de COA se refuerza con clases de cocina en las que el equipo enseña recetas tradicionales: mofongo, fricasé y otros guisados con sabor a infancia. Ensaladitas y escabeches para refrescar el paladar. Además de las recetas escritas -muy útiles, claro- se comparte cultura e historia. A nosotros nos tocó guisar un cabrito y escabechar tubérculos varios, con una piña colada en mano mientras la cocina se llenaba de aroma a sofrito, la base del sabor puertorriqueño.
Para quienes sean más de la bebida (aunque por qué elegir), el bar de COA ofrece degustaciones de ron todas las tardes. Ejemplares de toda la isla, etiquetas de grandes casas y también de proyectos pequeños. Tuvimos suerte y ligamos un privilegio poco común: probar el Ron del Barrilito exclusivo del hotel. Un single cask de 1995, añejado por 27 años en barricas de roble francés ex-jerez. Intenso, elegante, cremoso. Una fiesta.

Y como no todo es ron, el restaurante también tiene la cava más grande de Puerto Rico y la lista de vinos más extensa de todo el Caribe. Las grandes apelaciones del mundo dicen presente con sus marcas más conocidas y otras de nicho; pero también se encuentran etiquetas de todos los rincones del mundo.