
Es universalmente sabido que una pizca de queso puede mejorar el perfil de sabor de casi cualquier plato salado. Los verdaderos turófilos lo saben: las lascas de queso parmesano le aportan un extra de umami a las ensaladas, la riqueza de una mermelada de cerezas combina a la perfección con un trozo de queso de cabra, y el gorgonzola le da una cremosidad especial a los carpaccios de res. Por lo tanto, no es de extrañar que este ingrediente también sea el protagonista de un tipo especial de turismo gastronómico.
Quienes no se pierden las tablas para picar se alegrarán al saber que hay lugares donde el queso es la estrella indiscutida del show. Desde las suaves notas a frutos secos del manchego hasta el penetrante olor del roquefort, prepárate para una aventura que sorprenderá a tus papilas gustativas (y, por qué no, al resto de tus sentidos).
Castilla-La Mancha: de España para el mundo
Lo primero que viene a la mente cuando Castilla-La Mancha es mencionada en una conversación son las excéntricas andanzas de Don Quijote y Sancho Panza. En segundo lugar está el queso manchego, que, de acuerdo con rastros arqueológicos, existe desde la Edad de Bronce.
Este queso ostenta la distinción de Denominación de Origen (DOP), lo que significa que su elaboración sigue un proceso meticuloso heredado de generación en generación. Este legado se refleja en el uso exclusivo de leche de cabra manchega y en el modelado de la cuajada en cinchas de esparto. Para saber más sobre los secretos de su producción puedes visitar la Finca Fuentillezjos y, luego, ir al Parque Natural de Las Lagunas de Ruidera para disfrutar de los paisajes de la región.

7 ciudades europeas que son la cuna de ingredientes famosos (algunos con denominación de origen)
Roquefort-sur-Soulzon: el hogar del rey de los quesos azules
Enclavado entre las laderas de la roca de Combalou, en el sur de Francia, se encuentra el pueblo de Roquefort-sur-Soulzon, la cuna del queso azul que lleva el mismo nombre. Al igual que el manchego, es un producto con denominación de origen controlada y es elaborado con leche de cabra.
Sin embargo, el proceso de maduración del roquefort es diferente y más extenso. La cuajada, por ejemplo, se perfora con brochetas para crear canales de aire que permitan el crecimiento del moho. Esta se deja reposar durante cinco meses en las cuevas de piedra caliza de Combalou, donde la humedad y la temperatura favorecen la aparición de sus características vetas azules. Legalmente, este queso solo se puede preparar en Roquefort-sur-Soulzon, así que las bodegas de Roquefort Société y le Vieux Berger son excelentes lugares para aprender y probar un producto de calidad que respeta los estándares franceses.
Gruyères: calidad suiza de primer nivel
El queso gruyère nació hace 800 años en el corazón del cantón de Friburgo gracias a las manos expertas de los monjes que deseaban aprovechar al máximo la leche de sus vacas alpinas. Poco a poco, el gruyère, que a menudo se utiliza para hacer fondues y quiches lorraine, fue ganando popularidad y se convirtió en una parte fundamental de la economía e identidad de la región que lleva su nombre.
A los pies del Castillo de Gruyère, uno de los principales atractivos de la zona, encontrarás una quesería llamada La Maison du Gruyère. Además de su tienda y restaurante, no te puedes perder su exposición interactiva, pues allí podrás observar con lujo de detalle cómo los maestros queseros pasan de la leche al producto terminado.
paraíso Foodie
Una actividad muy divertida para hacer en Gruyère es la Ruta de los Quesos, un paseo guiado que va desde Pringy hasta Moléson-Village o viceversa. Quienes completan el recorrido de dos horas se van a casa con un diploma de finalización y, por supuesto, un montón de fotos de la bucólica campiña suiza.
Gruyère también es un destino ideal para los entusiastas del chocolate. La parada perfecta para ellos es la fábrica Maison Cailler, donde no sólo verán cómo se elabora el famoso chocolate Cailler, sino que también podrán «degustar las especialidades” de la marca.
Oaxaca: la cuna del tradicional quesillo


De acuerdo con Architectural Digest, la pequeña Leobarda Castellanos García, que, durante finales del siglo XIX, vivía en la zona de Reyes Etla, dejó cuajar la leche por más tiempo del debido. Este error fortuito la empujó a agregar agua caliente a la mezcla y, lejos de arruinar la producción, dio lugar a uno de los elementos más importantes de la cocina mexicana: el queso oaxaca.
También conocido como quesillo, está compuesto por delicadas hebras que, extendidas, pueden medir de dos a cuatro metros de largo. Puesto que tiene una textura chiclosa, es un complemento muy popular para platos como las quesadillas, las enchiladas y los frijoles gratinados.
¿Tienes ganas de emprender un recorrido foodie? Búscalo en alguno de los puestos del Mercado 20 de Noviembre que está en el centro histórico del estado de Oaxaca de Juárez, o bien haz la Ruta del Queso, que atraviesa pueblitos como San Agustín Etla y San Carlos Yautepec. ¡Ah! Y no te olvides de la Feria del Queso y del Quesillo (20 al 22 de julio), un edén para quienes somos fanáticos de los quesos frescos.