El mundo del vino puede volverse un poco intimidante para aquellos que están comenzando. Tal vez fuiste a un restaurante o wine bar donde viste un servicio espectacular, y creas que jamás podrás disfrutar de un vino en tu propio hogar. ¡No es verdad! En este artículo te contamos todo lo necesario para que disfrutes de un vino en tu casa.
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Primero: la copa
Sí. Para beber un vino hay que tener de dónde beberlo. Aquí no demonizaremos a los vasos de ningún estilo, todo lo que te acerque a la bebida será bienvenido. Pero si queremos disfrutar al máximo la experiencia, es necesario una copa.
¿Y cómo tiene que ser? De cristal, fundamental. El cristal es más poroso que el vidrio, lo que permite que el vino se expanda y podamos apreciar mejor los compuestos aromáticos volátiles que tiene para ofrecernos. De ningún color, por favor, así se aprecia el color de la bebida. La forma no importa tanto -al menos a nivel principiante o intermedio- pero sí debería ser liviana, de borde fino y que la boca sea más chica que el ecuador (el medio), así no perdemos esos aromas tan buscados.
El mundo de la cristalería es extenso, bien extenso. Si bien hay marcas hermosísimas a las que aspirar, como Riedel, Spiegelau o Schott Zwiesel; recomiendo empezar comprando algunas de Bohemia. Son bonitas, de cristal fino y no son tan caras, por lo que si se rompen, no vas a llorar.
El sacacorchos
El sacacorchos (o descorchador) es un elemento fundamental cuando vamos a tomar un vino. Hay una declaración de guerra contra los que tienen dos brazos, tampoco nos encantan los eléctricos. Mejor optar por uno de dos tiempos, que jamás rompen el corcho, son pequeños y cómodos. Acá es mejor gastar unas moneditas más y no comprar el barato, ya que el tirabuzón siempre se dobla con el uso.
El decanter
Con una linda copa y un buen sacacorchos uno tiene todo lo necesario para disfrutar de un vino en su casa. Si quieres elevar un poco la experiencia, podrías adquirir también un decanter, aunque no lo considero esencial. Este artefacto (que puede ser muy vistoso) nos sirve para trasvasar vinos jóvenes, abriéndolos más rápidamente; o decantar vinos añejos, dejando los sedimentos en la botella.
Evitaría aquellos que abusen de rulos y formas complejísimas. Son hermosos, sí, pero lavarlos es un suplicio y de seguro uno los rompe al hacerlo. A veces, gana la simpleza.
